Donostia - Una de las situaciones más complicadas que enfrenta la Ertzaintza en el ámbito de las desapariciones es la de aquellas personas que deciden huir por voluntad propia. Normalmente, suelen ser los hombres, más que las mujeres, los que toman esta decisión y, de nuevo, los motivos pueden ser muy variados "aunque la mayoría son casos en los que no se ha sabido manejar una situación que les ha venido sobrevenida como, por ejemplo, querer dejar atrás una serie de problemas económicos", explica Hugo Prieto, que añade: "Desaparecer no es delito, pero hay dos derechos que se entrecruzan. Por un lado, el derecho al olvido que tiene toda persona mayor de edad y en plenas facultades mentales; por otro, el de las familias de saber qué es lo que ha pasado con su ser querido".

Saber dónde acaba uno y dónde el otro es una tarea que los investigadores afrontan con dificultad, pero el jefe del Área de Delitos Contra las Personas de la Sección Central de Investigación Criminal y Policía Judicial de la Ertzaintza advierte: "Una persona puede desaparecer, pero sus obligaciones se quedan aquí. Si una persona tiene deudas o tiene que testificar en un juicio, por ejemplo, y decide desaparecer, no está atendiendo a una serie de obligaciones que tenía".

No obstante, desde la Policía vasca advierten de que desaparecer sin dejar rastro no es habitual, aunque hay algunos casos. "A veces, nos sorprende, pero ocurre. Hoy en día todos estamos comunicados por el teléfono móvil, el portátil, nos conectamos a redes wifi... chequeamos todo eso, pero hay quien rompe con todos esos vínculos, además, es complejo porque, si no está acreditado que se haya producido un delito, o existe riesgo cierto para la vida, las autoridades judiciales no permiten geolocalizar un teléfono o intervenirlo, no suelen autorizar la geolocalización o la intervención de un teléfono, por ejemplo".

Gestionar la comunicación entre una persona que decide desaparecer y su familia tampoco es sencillo. "Normalmente si los encontramos, se les intenta convencer para que regresen o se pongan en contacto. Es verdad que hay muchas desapariciones voluntarias, pero muy pocas que una vez encontrados nos hayan dicho que no comuniquemos nada a la familia. A mí solo me ha ocurrido una vez", confiesa.

En el caso de no tener pistas y que se conviertan en desapariciones de larga duración, Prieto aconseja, primero, cuando se cumple un año de las últimas noticias, declarar a esa persona ausente. "Aunque no es obligatorio, yo lo recomiendo. Es un proceso rápido que permite nombrar a un representante del desaparecido que gestionará todos sus bienes y le representará en aquellos actos en los que debería estar y que no se pueden dilatar en el tiempo, como una firma de documentos", explica.

Cumplidos los diez años de la desaparición, pueden comenzarse los trámites para declarar a esa persona fallecida. "Es algo necesario, por ejemplo, para abrir una fase sucesoria", cuenta.

Se trata, sin embargo, de procesos "muy dolorosos" para el entorno, pero Prieto insiste: "Son garantías que protegen tanto los derechos del ausente como del que se queda". - I. Astarloa