Empar Puchades, vecina de Castellar-L’Oliveral y vicepresidenta de la Asociación de Víctimas de la DANA 29 de octubre, afronta el primer aniversario con una mezcla de memoria viva y preocupación constante. “Después del año durísimo y complicado que estamos viviendo tantísimas personas, este mes está siendo ya un cúmulo de muchas reflexiones, de muchas reuniones, de mucha ayuda mutua”, señala.

Esa noche del 29 de octubre quedó grabada en la memoria de Empar y de toda la comunidad. “Fue de un sufrimiento y una incertidumbre enormes, de una soledad para mucha gente, aunque no fuera mi caso. Mi hija pequeña vive en Australia y me llamó a las diez de la noche, porque ya se había enterado de todo. Me iba diciendo cosas que yo ni había pensado, como que me pusiera un frontal o cogiera un cargador portátil, para que el móvil no fallara”.

Numerosas carreteras de Valencia quedó anegada por la gran cantidad de agua caída el 29 de octubre de 2024 E.P.

El retraso en las alertas

Los avisos oficiales llegaron tarde o mal coordinados, según reconoce. “Después de las 22 horas se reproduce el Es-alert. Y a la una y media de la noche nos entra el primer mensaje del Ayuntamiento de Valencia diciendo que saliéramos de cada para ser evacuados en autobús a la parte más baja del pueblo, cuando ya no podíamos salir porque estábamos rodeados de agua. Todos los caminos eran grandes ríos”.

"Mi vida no corrió peligro porque tenía altura, pero estaba aterrada por lo que me iban contando los vecinos, sabiendo que muchos estaban atrapados"

En su propia casa, la situación fue difícil pero controlada: “Recuerdo perfectamente el momento en que me avisaron: ‘ya viene el agua’. Subí al primer piso, estaba sola en casa, y vi entrar la primera lengua de agua. Al estar rodeada de campos, el agua se fue laminando poco a poco. Estuve quince minutos calculando si subía o no. Cuando vi que me empezaba a entrar por delante, me bajé, taponé y aguanté. Mi vida no corrió peligro porque tenía altura, pero estaba aterrada por lo que me iban contando los vecinos, sabiendo que muchos estaban atrapados. Esa diferencia entre tener o no altura fue lo que separó mi vida de la muerte”.

La pesadilla continuó al día siguiente: “Había un silencio absoluto al amanecer; no lo olvidaré jamás. Vivo rodeada de viales importantes y no se escuchaba nada. Esa mañana solo veías agua y desastre. No te llegaban instrucciones claras de la administración. Fue una mañana de soledad absoluta que te hacía pensar que el desastre era aún mayor”, explica con dolor.

Las calles se llenaron de mobiliario destrozado por la dana. E.P.

Solidaridad de los vecinos

Frente al abandono, la solidaridad surgió con fuerza. “A partir del segundo día empezamos a organizarnos. La gente joven, desde el primer momento, fue muy consciente de la necesidad y empezó a venir y a ayudar. Lo que realmente funcionó las primeras 72 horas fue todo el movimiento asociativo. Las personas que, como yo, formamos parte de una red vecinal pudimos contactar, avisar, coordinarnos. Eso nos salvó”, reconoce Empar.

La reconstrucción sigue siendo lenta y desigual. “Castellar-L’Oliveral está más avanzado, pero hay pueblos donde la gente aún no ha empezado ni a reconstruir sus casas. Yo voy a empezar a pintar ahora. Hemos trabajado muchísimo, pero recuperados no estamos”.

“La diferencia respecto al año pasado es que ahora estamos mucho más conectados los barrios y los pueblos. Pero sí que se desatan el miedo y la preocupación, y surge de nuevo la desconfianza”

Al mismo tiempo, la memoria y la exigencia de responsabilidad se mantienen vivas: “El día 25 hicimos un homenaje a las víctimas, y el 29 se celebrará el funeral de Estado. Se está cuidando mucho, pero será muy duro. Muy duro, porque consideramos que el presidente Mazón no debería seguir en su cargo. Su falta de responsabilidad puede verse cada día. Aquí no hablamos de recuperación. Aún hay familias que no saben si podrán volver a sus casas. Hay mucho dolor”.

“Somos víctimas de un sistema y de un modelo sociopolítico que no respeta el territorio. No podemos seguir como estábamos. Nos han hecho un plan de recuperación desde Madrid, con expertos que no conocen el territorio. Son profesionales, sí, pero ¿de qué modelo estamos hablando? ¿Para seguir igual? No podemos”, denuncia Empar, recordando que la dana no fue solo un fenómeno natural: “Tres barrios muy encajonados por todas las infraestructuras del Plan Sur. Eso es una herida inmensa. Todas esas actuaciones no han tenido en cuenta el territorio que habitamos, por eso sufrimos una desgracia climatológica y geográfica tan grande, agravada además por una nefasta política”.

Así amaneció Castellar-L’Oliveral tras el paso de la dana. E.P.

Aprendizaje

Un año después del desastre, el miedo sigue presente, pero también la conciencia vecinal: “La diferencia del año pasado a este es que estamos mucho más conectados los barrios y los pueblos. Pero sí que se desatan el miedo y la preocupación, y surge de nuevo la desconfianza”.

“Había un silencio absoluto al amanecer; no lo olvidaré jamás. Vivo rodeada de viales importantes y no se escuchaba nada. Esa mañana solo veías agua y desastre"

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“Yo creo que todos los sectores hemos aprendido. La noche del 29 de octubre nos cambió a muchos niveles, no solamente a quienes sufrimos directamente la riada, sino también a la administración y a los políticos. Debería haber cambiado mucho más, pero ahora todas las alertas te llegan inmediatamente. Evidentemente, nadie que esté ahora en el gobierno quiere volver a verse en una situación de pérdidas humanas, pero vamos a tener que hacer todos un ejercicio muy grande para adaptarnos”.

El reto que plantea Empar es claro: analizar y adaptar el territorio de manera responsable, proteger la vida y la memoria, y exigir al gobierno que cumpla con sus obligaciones: “Debemos analizar, junto con los expertos, el territorio que habitamos, que tiene unas características geográficas que nos ponen en riesgo y en peligro. Pero, nos llega tan poca confianza que lo hace todo mucho más doloroso”.