A más de 8.200 kilómetros de distancia, entre grandes avenidas, calles, edificios decimonónicos y actuales, se siente con intensidad la cultura vasca, una historia que se ha ido tejiendo con esfuerzo e identidad. Este relato que une a miles de familias en Boise y en el Estado de Idaho se remonta a mediados del siglo XIX, cuando un grupo de vascos cruzó el Atlántico impulsado por la fiebre del oro en California.
Sin embargo, no fue el preciado metal lo que cimentó su presencia en Idaho, sino las ovejas. En los paisajes escarpados de Idaho, los ranchos requerían pastores y los vascos y vascas, con su larga tradición de pastoreo, se convirtieron en una pieza clave de la economía local. La necesidad de mano de obra de principios del siglo XX llevó a los rancheros a pedir a sus pastores que convencieran a familiares y amigos para que también emigraran. De este modo inició una diáspora que, a día de hoy, congrega a la mayor concentración de vascos per cápita.
El Basque Block,memoria viva
El paso de los años no ha hecho que las nuevas generaciones olviden sus orígenes. Boise integra en el Basque Block una manzana entera dedicada a preservar y celebrar la herencia de esos pastores y sus raíces; aquí, restaurantes como Bar Gernika sirven platos tradicionales acompañados de kalimotxo, y tiendas como The Basque Market ofrecen desde chorizos de Pamplona hasta vinos de La Rioja.
El Basque Museum & Cultural Center, es el único museo vasco existente en Estados Unidos y lleva a cabo todo tipo de programas: cursos, exposiciones, conferencias, entrevistas… De esta manera, se mantiene como corazón y arteria principal, encargado de recopilar las vivencias de los primeros pastores y muestra objetos cotidianos, fotografías, e historias personales, como las del pionero Bonifacio Garmendia, quien ayudó a sus compatriotas a establecerse en la nueva tierra.
Uno de los edificios más emblemáticos del barrio es la Cyrus Jacobs-Uberuaga House, construida en 1864, y transformada en hospedería por una de las primeras familias vascas en Idaho. Este lugar ofrecía comida caliente y cama a los recién llegados, pero también era un cobijo donde mantener viva la lengua, la música y las costumbres. Aún hoy, se juega pelota en el frontón cubierto construido en 1914 por la familia Anduiza.
Otro lugar con nombre propio en Boise es el The Basque Center, construido a finales de los años cuarenta como club social y lugar de encuentro, el cual ha desarrollado un papel transversal en la historia de la ciudadanía vasca. En 1998 se inauguró también Boiseko Ikastola a manos del alcalde Brett Coles, el único centro preescolar en euskera fuera de Euskadi. Es el resultado del esfuerzo y la voluntad de un grupo de padres, madres y educadores, orgullosos de su herencia y con el deseo de ver a sus hijos e hijas, así como a las generaciones venideras, aprender euskera. El Gobierno Vasco también jugó un papel importante en la construcción de la ikastola con la financiación del primer instructor, así como con el suministro de materiales didácticos.
Siguiendo en el ámbito educativo, la Boise State University y su Centro de Estudios son un refugio de la cultura euskaldun. En 1974, llegó a Oñati un nutrido grupo de alumnos, profesores y familiares procedente de Boise, dispuesto a cursar un año académico, ya que la universidad norteamericana había accedido al deseo de Pat Bieter, padre del actual alcalde, de crear en tierras vascas un pequeño campus donde la historia, la lengua y la cultura vasca tuvieran un lugar preferente.
El amor por lo vasco le surgió a raíz de su matrimonio con Eloisa Garmendia, descendiente a su vez de migrantes vascos de Lekeitio, Larrabetzu y Lezama. Esa primera conexión de Pat Bieter durante el intercambio llevó a la formación del Boise State’s International Education Program, y posteriormente inspiró a su hijo John a crear el Centro de Estudios. Cada año, acoge más de 600 estudiantes.
Una comunidad abierta
La diáspora vasca en Idaho es reconocida por su espíritu de apertura e inclusión, personas a quienes les gusta celebrar, compartir cultura y vivir en comunidad. Algo en los genes aflora del placer por compartir tiempo con la cuadrilla, igual que se ve en cada localidad de Euskadi.
Cada octubre, el festival Trailing of the Sheep en Ketchum atrae a miles de visitantes de todo el mundo. El evento comienza con un desfile en el que unas 3.000 ovejas cruzan ceremoniosamente la calle principal rumbo a los pastos estivales. La tradición rinde homenaje al legado pastoril y es acompañada por platos típicos, conferencias, actividades…
Más allá de museos, o festivales, Boise ha integrado esta herencia en su identidad urbana. En el centro histórico, los nombres de más de 500 familias vascas están grabados frente al museo. Murales como el del South Capitol Boulevard, repleto de símbolos y guiños al ‘Guernica’ de Picasso, son un emblema de esta fusión de culturas y tierras.
Hoy, la comunidad vasca de Idaho supera los 20.000 miembros -aunque durante los Jaialdi esa cifra se duplica- y han hecho que parezca fácil que a miles de kilómetros uno se sienta rodeado de los valores de siempre; frontones, gastronomía, arte, euskera, dantzaris, deporte… El próximo martes está previsto que este ambiente fervoroso llegue a su máxima expresión.