La inteligencia artificial generativa (IAGen) irrumpió en la escena pública a finales de 2022 con el lanzamiento de ChatGPT, que ha destronado a Instagram y TikTok como la aplicación más descargada del mundo. Con el poder de emular las capacidades humanas, la IAGen produce contenido (texto, imágenes, audio, vídeo) siguiendo las indicaciones del usuario. El potencial para procesar información y generar conocimiento tiene grandes aplicaciones en el ámbito educativo. A día de hoy el 82 % de los estudiantes de entre 14 y 17 años, el 73 % del profesorado y el 69% de los padres y madres dice haber usado alguna vez chatbots o asistentes virtuales. De hecho, el 40% del alumnado afirma usar ChatGPT de manera frecuente.

La IA permite personalizar la enseñanza basándose en los conocimientos previos y respuestas de los estudiantes. Además, estas herramientas ayudan al profesorado a generar rúbricas, planificar las asignaturas, adaptar temas para alumnado con diversidad funcional o a automatizar tareas administrativas rutinarias (planificar horarios, asignar espacios, etc). Según el Informe C inteligencia artificial y educación de la Oficina de Ciencia y Tecnología del Congreso de los Diputados, las inteligencias artificiales “no sustituyen a los profesores pero optimizan su trabajo, permitiéndoles centrarse más en el desarrollo de habilidades críticas de los estudiantes”. No obstante, la evidencia científica internacional constata una falta de preparación del profesorado para enseñar aprendizaje automático. Este aspecto es vital, pues el éxito de la experiencia parece depender del grado de competencia e interés en el tema del docente.

A pesar de lo extendido su uso, las aplicaciones más populares están recomendadas solo a partir de los 13 años y, en algunos casos, de los 18. Los menores de 13 años necesitan consentimiento parental para usar ChatGPT, aunque ninguna de las plataformas dispone de un mecanismo para verificar la edad. Esta tecnología es útil para el alumnado adulto en tareas como resumir, definir conceptos, depurar textos, clarificar el significado de un artículo, etc. Pero a nadie se le escapa que el cortapega está a la orden del día en universidades e institutos. El plagio y la cultura del mínimo esfuerzo son quizás los riesgos asociados al uso de la IA más evidentes.

Pero también preocupan cuestiones como la privacidad y la protección de datos, inexactitudes, la baja calidad de los textos, sesgos, el impacto de la IA en cualidades genuinamente humanas como la creatividad o la curiosidad, la brecha digital… Otra derivada puede ser la privatización encubierta de la educación porque la mayoría de las IAGen son productos comerciales basados en algoritmos opacos que no pueden ser supervisados ni controlados por agentes externos. Además, la concentración de estas tecnologías en unas pocas compañías puede llevar a homogeneizar lo que se estudia en distintos países ignorando aspectos clave como los idiomas o las culturas propias.

Guía de uso en Euskadi

Hace unos días el coordinador general de Elhuyar, Jon Abril, reconoció que “está a la vista el desafío que supone, porque las IA se han introducido de manera natural en los centros educativos, y como sucedió con otras tecnologías de uso intensivo en su momento, no de la mejor manera posible”. Abril realizó estas declaraciones en la presentación de la Guía para el uso de las inteligencias artificiales en el ámbito educativo editada por el Departamento de Educación para orientar en el uso “correcto” de las IAGen en las aulas.

En este sentido, señaló que estas herramientas pueden favorecer el “sedentarismo cognitivo” por lo que la guía contempla una serie de consejos “que nos tienen que valer para tomar decisiones como individuos más allá de las decisiones que toman las grandes corporaciones que están detrás de las herramientas”. A pesar de las grandes expectativas, la Unesco asegura que “aún no existen pruebas sólidas que permitan afirmar que aplicaciones de IA generativa como ChatGPT mejoran los rendimientos en el aprendizaje”.

Asegurar un equilibrio entre las oportunidades y los riesgos supone un gran reto que entronca con el debate sobre el uso de las nuevas tecnologías en la educación. Primero fueron los portátiles y las tablets, luego vino la regulación de los móviles y ahora le toca el turno a la IA. Durante la presentación de la guía, la consejera de Educación, Begoña Pedrosa, señaló que la digitalización de la enseñanza “es una realidad que no podemos negar […] siempre desde una visión responsable, crítica, una mirada abierta y un uso que tiene que ser muy contextualizado y muy racional dentro del proceso educativo”. Ahora, cada centro deberá decidir y planificar cómo se comportará a nivel de centro con la IA: si se decide utilizarla, quién la utilizará y para qué, qué formación se necesitará, qué herramientas se utilizarán, cómo se afrontará.