En Euskadi, el primer sector sigue desempeñando un papel fundamental, tanto en términos económicos como sociales. Además de garantizar el suministro de alimentos de calidad, las actividades agrícolas, ganaderas y pesqueras contribuyen a la sostenibilidad, generan riqueza en el entorno rural y preservan la tradición. Según las estadísticas más recientes, la cadena de alimentación del País Vasco es un sector relevante, que representa el 9,7% del PIB y da empleo a más de 133.000 personas en Euskadi. Sin embargo, cabe destacar que el mayor peso corresponde a la industria de transformación y su capacidad de tracción.
Además de garantizar el suministro de alimentos de calidad, las actividades agrícolas, ganaderas y pesqueras contribuyen a la sostenibilidad, generan riqueza en el entorno rural y preservan la tradición
Uno de los principales problemas que va a tener que afrontar el primer sector radica en el envejecimiento de sus personas, ya que de los 12.919 propietarios de explotaciones tan solo el 10,4% cuentan con un titular menor de 41 años y más del 30% tiene más de 65 años. El cuidado del medio ambiente, el acceso a la tierra, un entorno tranquilo sinónimo de calidad de vida o llevar a cabo técnicas innovadoras pueden servir como atractivos para animar a los jóvenes a apostar por el primer sector.
Sostenibilidad: una meta ineludible
En la actualidad, son muchos los agricultores, ganaderos y pescadores están adoptando prácticas más respetuosas con el medio ambiente, incluyendo la producción ecológica, la gestión responsable de los recursos naturales y la minimización de desechos. Estos esfuerzos, además de proteger el entorno natural, también responden a una creciente demanda de los consumidores por productos más sostenibles y éticos.
En esta línea, los jóvenes que optan por trabajar en el primer sector están impulsando cambios significativos al integrar tecnologías modernas y modelos de negocio innovadores. Entre ellos se encuentra Alain Quintana, un joven viticultor de 27 años, vecino de Labastida, cuya historia es un ejemplo inspirador de cómo las nuevas generaciones están transformando el sector.
La familia de Alain lleva desde 1613 cultivando viñedos, aunque su abuelo fue el último en elaborar vino antes de que sus padres y tíos se integraran a la cooperativa local y pasaran a vender las uvas directamente.
Después de estudiar Enología y Viticultura en Logroño y adquirir experiencia en regiones vitivinícolas como Borgoña y California —donde le ofrecieron un contrato indefinido—, Alain decidió regresar a su pueblo natal para emprender su propio proyecto. “He vivido fuera lo que quería vivir, pero comprobé que en el pueblo se vive mejor. Quería estar cerca de mis raíces y de lo que realmente me apasiona: hacer vino”, cuenta Alain.
“He vivido fuera lo que quería vivir, pero comprobé que en el pueblo se vive mejor. Quería estar cerca de mis raíces y de lo que realmente me apasiona: hacer vino”
En 2020, con el apoyo financiero del programa Gastenek, Alain inició su bodega, un proyecto que le permitió dar vida a su visión vitivinícola. Sin embargo, los inicios fueron complicados debido a la pandemia, que dificultó la comercialización de su vino. Gracias al respaldo de un mentor local, Alain pudo superar este desafío y dar salida al mercado a sus vinos.
La viticultura ecológica como modelo de futuro
Uno de los aspectos más destacados del proyecto de Alain es su compromiso con la sostenibilidad. Inicialmente optó por la producción integrada, un modelo intermedio entre la agricultura convencional y la ecológica, que le permitió adaptarse progresivamente. Este año, Alain ha dado el salto definitivo a la certificación ecológica, invirtiendo en maquinaria especializada y mejorando la infraestructura de sus viñedos.
“Estoy comprometido con el entorno, pero este proceso requiere tiempo e inversión. Ha sido un camino paulatino, pero necesario para asegurar que mi proyecto sea sostenible a largo plazo”, explica.
Además, Alain señala que, aunque la viticultura tiene temporadas de trabajo intenso, también permite ciertos momentos de pausa, a diferencia de otras actividades como la ganadería, que requieren atención constante. Esto le ha permitido mantener un equilibrio entre sus responsabilidades laborales y su calidad de vida.
“Estoy comprometido con el entorno, pero este proceso requiere tiempo e inversión. Ha sido un camino paulatino, pero necesario para asegurar que mi proyecto sea sostenible a largo plazo”
Relevo generacional y desafíos
A pesar de historias como la de Alain, el primer sector enfrenta importantes desafíos. "La rentabilidad ha disminuido debido al aumento de los costes" de insumos como el gasóleo y la mano de obra, lo que hace que algunos opten por abandonar estas actividades. No obstante, en regiones como Rioja Alavesa, Alain observa un “cierto relevo generacional”, aunque con menos intensidad que en épocas pasadas.
Casos como el de Alain reflejan el potencial de las nuevas generaciones para renovar y revitalizar estas actividades tradicionales, combinando innovación y respeto por el entorno. Con un enfoque hacia la sostenibilidad y el respaldo de programas e iniciativas públicas, el primer sector es una pieza clave para el desarrollo del territorio y en armonía con su entorno.