Nuria Montejo, psicóloga especialista en trauma, participa hoy en las XV Jornadas de Trastornos Alimentarios organizadas por la asociación Acabe en Bilbao, donde explicará el estudio, financiado por la Diputación de Bizkaia, que lleva a cabo con medio centenar de pacientes para comparar el método que ella misma ha creado con el cognitivo conductual, “más validado científicamente”.
¿Es habitual que las personas con trastornos alimentarios hayan sufrido un trauma? ¿De qué tipo?
—Muchas de estas pacientes tienen un trauma, que no tiene que ser solo abuso sexual, puede ser un trauma de apego inseguro. Pueden tener entornos familiares caóticos, abusivos o negligentes o ansiedad severa producida por relaciones interpersonales.
Dice que la índole del abuso no tiene por qué ser sexual. ¿Se refiere a malos tratos físicos o psicológicos?
—Puede ser maltrato o que los padres no han podido emitir un entorno seguro, ya que ellos mismos están en alerta o inseguridad interna. Un padre que no se quiere a sí mismo tampoco puede querer.
¿Se manifiestan estos traumas solo a través de la comida o van acompañados de otros síntomas?
—Van asociados a la ansiedad y la depresión. También son habituales la sensación de vacío – “No hay nada dentro de mí, no valgo nada, mejor desaparezco”– y la rabia y el asco.
Ha creado un método para tratar a pacientes, como estas, que sufren trauma. ¿En qué consiste?
—El método NUR intenta llegar al trauma a través de un estado alterado de conciencia, parecido a una meditación, atendiendo a las sensaciones corporales. Mucha gente hace terapia tradicional hablada y llegan a un tope. Dicen: “Entiendo lo que me pasa, pero no consigo cambiarlo” y esos son los que vienen.
¿No se abordan los traumas en las consultas de otros psicólogos?
—Se abordan, pero muchas veces no se resuelven porque el cuerpo también tiene la información del trauma y hay que trabajarlo. Pueden haber llegado a un nivel muy profundo, pero no han cambiado la información en el cuerpo y siguen vomitando. Han entendido todo, pero el cuerpo sigue teniendo esa necesidad. Si yo tengo miedo a las arañas, mi cuerpo se pone rígido y, por mucho que piense que no me va a comer y que la puedo pisar, hasta que mi cuerpo no deje de estar rígido no voy a poder decirle a mi cabeza: “No hay pánico, estás a salvo”.
¿Cómo consigue que la paciente viaje a donde más le duele?
—A través de un estado alterado de conciencia, con una metáfora, por ejemplo un tsunami, la paciente vuelve a pasar las sensaciones corporales, como la sensación de asco o vomitar, para que se queden atrás, como que lo ha superado. Si no, van a estar siempre volviendo a pasar porque su cerebro entiende que no lo ha superado.
¿Llegan a verbalizar las experiencias traumáticas que sufrieron?
—No hace falta. Por ejemplo, en el caso del tsunami, una chica a la que atendí con 20 años lo vivió y le vino la imagen de un pederasta, amigo de su padre. Al de unos años había mejorado, ya no tenía ataques de bulimia, y me dijo que en una sesión de yoga se dio cuenta de que era su abuelo. La información puede venir o no. Mucha gente siente dolor en el pubis e intuyes que puede haber un abuso, pero no tiene por qué tener la información mental porque muchas veces está colocada en un sitio de difícil acceso en el cerebro. Mi trabajo es que aflore en el cuerpo. Esta mujer tenía una sensación de hinchazón y dolor en la tripa muy incapacitante, tuvo varios ingresos durante años y le diagnosticaron el trastorno de alimentación, pero lo que había ahí era un abuso.
¿Qué ha detectado que tienen en común la mayoría de las afectadas?
—La mayoría tienen una parte boicoteadora altísima. “He comido yogur ayer y hoy, cuando he tomado los cacahuetes, me ha venido la boicoteadora y me ha dicho que no valgo para nada”, porque lo que necesitan es tener control sobre sus conductas. Tienen mucho odio, sensación de incomprensión y mucha rigidez de pensamiento y emocional, en el sentido de que no pueden contactar con sus emociones y no saben expresarlas. Están mal, pero no saben qué les pasa. Son, en general, apasionantes e inteligentes. Me ha venido con este trastorno gente muy brillante. También sienten asco, rabia y mucha culpa.
¿Contra quién va dirigida esa rabia?
—Muchas veces hay rabia hacia la figura de la madre o el entorno, pero la peor rabia es hacia ellas mismas porque se machacan si no consiguen controlar la comida, tienen un sufrimiento horrible. Es mucho boicot.
¿Por qué esa rabia contra la madre?
—Creo que hay un vínculo de apego inseguro, de evitación, ya en la infancia en muchos casos. Si la madre no se tiene a ella misma tampoco puede transmitirle a la hija, aunque las adoran y se desviven por ellas. Cuando vienen los padres están en modo desesperados. Las madres lo pasan francamente mal y sienten mucha culpa. Si hiciesen un trabajo personal y se cuidasen, mejorarían, pero están volcadas en las niñas y es normal porque ves que tu hija se puede morir, es un trastorno mental grave.
Los trastornos alimentarios afectan ya a niñas de 12 años. ¿Ha observado alguna otra tendencia o aspecto que le haya llamado la atención?
—Noto que estamos más conectados a aparatos y más desconectados de las personas. Es una sociedad más individual. El espectro autista está creciendo mucho y dices: algo pasa. Los chavales vienen muy sabidos. Una persona con trastorno de alimentación me decía: “Me voy al hospital y no quiero que me coman la oreja con lo que tengo que hacer”. Están muy informados y tenemos que utilizar métodos diferentes. A un chaval que le digan: “Si no comes, vas a acabar no sé cómo”, que le amenacen, le parece ridículo. Los chavales saben latín, tienen que notar que sabes y que les puedes ayudar. Si no, se meten en internet y hay un montón de información valiosa. Hay que buscar maneras más interesantes porque son listos.
¿Quiere añadir alguna otra clave sobre la que se podría trabajar?
—Yo destacaría que quizá hay que poner el foco más en el sistema familiar y no en la persona que tiene el síntoma porque esta es a veces el emergente del problema que hay en la familia. Por eso todas las terapias que trabajen el sistema familiar me parecen muy interesantes.