Quién mejor que una autoridad internacional en física de los sólidos para dar fe de la solidez de la palabra dada. Pedro Miguel Echenique vino al mundo en junio de 1950 en un lugar al viento. Un sitio único desde que el mundo queda a los pies y donde las fronteras son solo líneas que esperan ahí mismo a ser cruzadas: Isaba.
Y Echenique las atravesó. Se doctoró en Cambridge, investigó en Tennessee, en Goteborg, en Copenhague y otras tantas universidades de lejos y de cerca. En sus vitrinas ya no caben más reconocimientos, premios y membresías a academias. Lo que avala el impacto y la trascendencia de sus logros científicos. Fue, a principios de la década de los ochenta, el primer consejero de Educación del Gobierno vasco.
“La ciencia avanza contestando a preguntas y creando al realizar las nuevas preguntas, pero, además, es estéticamente hermosa”, dijo al recoger su Hitz Saria de manos del presidente del parlamento de Nafarroa, Unai Hualde. “Es la obra colectiva, cultural, más importante de la humanidad”, aseguró Echenique ante el micro que le ofreció Anne Igartiburu. “Aunque suene a paradoja, la ciencia se fundamenta en el optimismo, en creer que los problemas tienen solución”, matizó.
Con su 'Hitz Saria Konfidantza' en las manos, el investigador abundó sobre la importancia de esa cualidad. “He confiado mucho en otras personas; he confiado en mis colaboradores, dando libertad incluso para equivocarse; he confiado en nuestras instituciones. Y me ha ido muy bien. También confió en que nuestro pueblo afrontará los problemas con ambición”, aseguró.
“Me parece que confiar en quienes crean conocimiento, quienes crean belleza, quienes crean riqueza, supone una señal de optimismo, de ese encantamiento que se encuentra en la raíz de la ciencia. Yo confío en mucha gente y me gusta mucho la gente que confía en los demás”, confesó quien puede presumir de ser fellow de la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia.
Echenique, conocedor de la materia y la palabra, confía, además, en la sociedad vasca. “Vamos a confiar en nuestras instituciones y en nuestros valores”, recalcó, antes de añadir que “vamos a confiar en una sociedad como la nuestra, que ha sabido cuidar a quien se queda atrás, que es muy importante, y ha sabido proteger a los más débiles”.
En idéntica situación de desigualdad situó el sabio también al euskera. “Dentro de los más débiles, para mí, es muy importante nuestro idioma. El euskera, si quiere perdurar, necesita distintas cosas pero, sobre todo, ganas de ser empleado por las personas euskaldunes”.
Para terminar, citó, usando él mismo el euskera, a quien describió como “el gran maestro”, el destacado intelectual vasco, Koldo Mitxelena. “Con los pobres de la tierra quiero yo mi suerte”, dijo.