Las conductas suicidas también aparecen en la infancia, en la franja que va de 6 a 10 años, pero pasan más desapercibidas para su entorno. Hasta un año tardan los pequeños en pedir ayuda y expresar su sufrimiento extremo, tiempo que se dilata más cuando se trata de ir al psicólogo, al que llegan 4 de cada 10.

Lo cuenta a Efe el psicólogo y director de programas de la Fundación ANAR, Benjamín Ballesteros, que apela a los padres a saber comunicarse con sus hijos y dedicarles tiempo de calidad, “no con el móvil en la mano”, para que sepan que son queridos y aceptados porque el suicidio es prevenible y la conducta suicida síntoma de otro problema que hay detrás.

Y es que esos doce meses o más de tiempo perdido supone, según este experto, un riesgo real de que el niño cometa la tentativa porque los menores de 10 años son uno de los colectivos más vulnerables ya que carecen de capacidad para resolver el problema por sí mismos, y el trauma les puede acompañar el resto de su vida.

Ballesteros apunta que el principal problema que afrontan estos niños, en general varones y con buen rendimiento escolar, es el acoso de sus compañeros en el colegio, que les genera depresión, ansiedad, retraimiento social, trastornos de conducta e incluso de alimentación y del sueño.

Desde ANAR subrayan que hay soluciones y el menor, con la ayuda de un profesional, puede recuperar su autoestima y salir de la “visión túnel” en la que está instalado. A partir de 2019, la Fundación ANAR ha desgranado cuatro grupos vulnerables: los menores de 10 años, los migrantes, el colectivo LGTBI y los menores con discapacidad. En el caso de los más pequeños, de 2019 a agosto de 2022 se han detectado 203 casos de conductas suicidas en la franja de 6 a 10 años, en la que se incluye ideación y tentativa. Esta cifra supone el 3,3% del total de casos contabilizados en los menores en los últimos tres años y medio.

Intentos de suicidio. El Servicio de Información del Instituto Nacional de Toxicología, que registró un aumento de consultas telefónicas sobre intoxicaciones voluntarias e intentos de suicidio, ha alertado de que esas conductas se dan en edades muy tempranas: en más del 20% de los casos el afectado tenía entre 11 y 15 años. Además, el informe revela que la mayoría de las consultas por intento de suicidio correspondió a mujeres (67,8 %) y en la gran mayoría de las intoxicaciones voluntarias predominaron los medicamentos.

Ballesteros recuerda que no es una cifra menor, y subraya la importancia de la familia si bien admite el problema que supone cuando en el entorno hay una conflictividad alta con violencia intrafamiliar. Este psicólogo insiste en que cuando el niño llega a la consulta “lleva más de un año sufriendo”. “Los psicólogos tomamos como referencia la información que da su entorno pero también le damos la posibilidad de verbalizar lo que está pasando”, dice. Puede ser con el dibujo o el juego. En el primer caso, el menor expresa su ideación suicida dibujando a su familia pero anulándose a sí mismo, sin su presencia, o un simbólico niño “que se va al cielo” para expresar que quiere morir.

El psiquiatra y miembro de la Sociedad de Psiquiatría Infantil, Pedro Javier Rodríguez, por su parte subraya la dificultad de los niños más pequeños en separar la realidad de la ficción y la sobreexposición de información que supuso la pandemia, con alarma continúa de muertes y contagios . Rodríguez señala que la comprensión de que la muerte es un fenómeno irreversible por lo cuál hay que preocuparse llega sobre los 6 o 7 años.

Este psiquiatra infantil admite que las señales de conducta suicida muchas veces no son claras, “se van solapando” y se tarda tiempo en reconocer la sintomatología, “para intervenir hay que indagar primero”.