Acababa de cumplir 18 años y quería comerser el mundo. La marbellí Sarah Almagro (6-III-2000) trabajaba dando clases a niños, hacía deporte y estudiaba para ser inspectora de Hacienda. Un día empezó a encontrarse mal, con vómitos, dolor de cabeza y fiebre. Fue el principio de un calvario de dos años en hospitales. Estuvo al borde de la muerte debido a una meningitis meningocócica que le provocó un shock multiorgánico. Su cuerpo luchó a brazo partido contra una bacteria y esa batalla le pasó una severa factura: amputación de manos y pies por una septiscemia, necesidad de diálisis y finalmente, un transplante de riñón.

Como el ave Fénix, resurgió.

-Entré en el hospital el 23 de junio de 2018 y el día 24 me daban por muerta. En un caso como el mío, el porcentaje de fallecimiento es del 97%. Yo soy el 3% restante.

Tres años después pasó de las playas de Málaga a las de California para disputar un campeonato del mundo, quién se lo iba a decir...

- Es una auténtica locura, por eso hay que adaptarse a las situaciones.

Como cuando, de pronto, se cruzó el surf en su vida.

- Después de mi enfermedad, no tenía en mente el surf. Pensé: sin manos y sin pies cómo me voy a dedicar a esto, y busqué otro deporte. Entonces apareció el que era mi entrenador y me dijo: yo voy a hacer que surfees, y la cosa se nos fue de las manos, nunca mejor dicho.

¿Qué supone meterse en el agua?

- Surfeo sin las prótesis y me tengo que desmontar como Mr. Potato, pero es una sensación muy chula. Es volver a lo que hacía antes aunque en una situación totalmente distinta.

¿Cómo fue coger olas al otro lado del charco?

- Una pasada el intercambio de culturas. Soy bastante tímida, pero el hecho de tener prótesis, paradójicamente, me ayudó. El acercamiento con la gente me cuesta y los grandes del surf adaptado se acercaban a mí, me preguntaban por ellas y se rompía esa barrera.

Afirma que "el cuerpo es un caparazón y lo que importa es la cabeza y el corazón. Con cabeza y corazón no existen los límites".

- Así es. Lo primero que me dijeron cuando me pusieron las prótesis fue: no intentes abrir una botella de agua porque o vas a tardar muchos años o no lo vas a poder hacer. Aquello me molestó mucho porque era como si una persona me estuviese limitando y nadie lo tiene que hacer, sino que nosotros mismos tenemos que saber cuáles son nuestros límites.

¿Cuánto tardó en abrir una?

- Diez minutos. Le demostré a la fisioterapeuta que podía abrirla y cerrarla. Si una persona me dice que no puedo hacer algo es un reto.

Eso ayudaría en su recuperación.

- Por supuesto. Si me hubiese quedado en casa esperando a que me llegasen las prótesis no hubiera tenido la facilidad que tengo ahora para moverme y andar con ellas. Me levantaba y hacía mis ejercicios: abdominales, flexiones, etc.

Hablando de prótesis, abandera la asociación 'Somos Tu Ola' para recaudar fondos para costearlas. ¿Qué le pasó por la cabeza cuando conoció su precio?

- Parece que tener unas prótesis es un lujo y yo no he decidido que me quiten manos y pies. Nadie decide que le quiten partes de su cuerpo. Las mías cuestan 80.000 euros cada brazo y 11.500 euros cada pierna, y su durabilidad está entre nueve y diez años las manos, y tres y medio las piernas. Ojalá fuesen de por vida, pero hemos calculado que necesitaré 2,5 millones de euros. Entonces, como la sociedad nos ayudó a costearlas, porque mi familia no es rica, ahora sentimos la necesidad de ayudar para que cualquier otro amputado pueda tener acceso a unas prótesis de calidad.

También ha promovido la inclusión en el calendario vacunal de la tetravalente de meningitis con serotipos A, C, W.

- Cada uno que haga lo que quiera, pero invito a que la gente se vacune porque puedes evitar lo que me pasó. No sabía que existía esa vacuna y de haberlo sabido mis padres, me hubiesen vacunado. En aquel momento no estaba incluida en el calendario.