Aunque se trata de una enfermedad asintomática, los ojos también avisan de que se puede padecer diabetes. El director científico del OCQO (Instituto Clínico Quirúrgico de Oftalmología) advierte de la pérdida de visión que ocasiona.¿El paciente diabético es consciente de los graves problemas que le puede acarrear su enfermedad?

—La educación sanitaria ha mejorado y el paciente diabético está bastante informado de los problemas y muy concienciado de las complicaciones que puede sufrir en distintos órganos. Y como puede afectar a todo el sistema vascular, afecta también gravemente a la retina.

En los ojos, los daños pueden ser muy importantes.

—Sí. El más frecuente es la aparición de cataratas, pero el más grave es la retinopatía diabética porque es la principal causa de discapacidad visual y de ceguera entre adultos de 20 a 64 años en la sociedad occidental. Además, el riesgo de ceguera en pacientes diabéticos es 25 veces superior al resto de la población.

¿Por qué se produce esta diabetes ocular?

—Se produce sobre todo porque el sistema vascular de la retina es muy específico y necesita que sean muy impermeables los vasos. Tienen que ser muy cerrados para que no penetre en los tejidos sustancias que podrían ser dañinas. Los pacientes están cada vez más concienciados y se ha visto un gran cambio en los últimos 15 o 20 años. Entre los pacientes que yo trato no se observa un grado de gravedad como el de antes.

Pero un tercio de los pacientes no tienen un diagnóstico y no saben que son diabéticos.

—Es cierto. Hay muchos pacientes sin diagnosticar. Porque cuando la enfermedad da la cara podemos tener niveles de azúcar muy elevados en sangre que pueden llevar ahí incluso años. Y cuando se aprecia algo, tanto en los ojos como en otros órganos, puede haber ya un grado de afectación importante. Porque lo que ocurre en la retina se puede trasladar al corazón, o al riñón porque los vasos son iguales. Afecta a todos los sistemas del organismo. Ese es muchas veces el problema. Les digo que están viendo bien ahora pero tienen dentro una bomba de relojería.

¿Hay algún signo evidente de la enfermedad o cuando ya da la cara es demasiado tarde?

—A veces sí es tarde y cuando da la cara ya la afectación tiene una cierta gravedad. Pero hoy en día también hay que decir que los tratamientos han mejorado. Por eso es muy importante la prevención. Un control estricto de los niveles de azúcar en sangre reduce de forma significativa el riesgo de pérdida de visión a largo plazo, además del control de otros factores como la tensión arterial, el colesterol y los triglicéridos. Y realizar controles oftalmológicos periódicos que permitan detectar signos de retinopatía diabética para contrarrestar las cifras que aún hoy tenemos de esta enfermedad. Cuando un paciente está diagnosticado de diabetes debe acudir al oftalmólogo porque no se sabe cuántos años lleva de diabético. Igual lleva dos o tres años sin saberlo. Entonces esa enfermedad ha ido progresando. El paciente diabético tiene una memoria metabólica y un mal control de la enfermedad le puede pasar factura. Y por mucho que luego mejores el control, lo que ya has perdido, es difícilmente recuperable.

Pero habla de una mejoría notable de los tratamientos.

—Hace 20 años, para abordar la retinopatía diabética se acudía a un tratamiento destructivo. Se destruían los pequeños vasos anormales para que no se alterasen los que estaban normales, con el fin de, alguna manera, detener la enfermedad. Hoy, ya estamos en un tratamiento proactivo. Conocemos mejor la dolencia, sabemos por qué se produce y los factores implicados, y tenemos una serie de fármacos muy eficaces que nos pueden ayudar mucho a recuperar la visión que hemos perdido, en muchos casos, y a mantenerla en otros muchos. Siempre y cuando el diabético esté bien controlado.

La prevención parece clave.

—Sí y el hacerse un chequeo sistemático. Luego, conviene que se revise cada cierto tiempo y el endocrinólogo le hará el seguimiento oportuno. A partir de los diez años, entre el 25% y el 30% de los pacientes tiene algún grado de afectación de la diabetes. Hoy en día, algo menos porque el control, la prevención y el tratamiento son mucho mejores. Por lo tanto, las complicaciones que acarrea han disminuido.

Además de la retinopatía diabética, los altos niveles de azúcar en sangre causan cataratas , glaucoma...

—La retinopatía es la afectación principal. Pero también la formación de cataratas es más prevalente y sobre todo la progresión de una catarata pequeña que se acelera. El glaucoma también puede ser una complicación y, por la afectación de los vasos, son glaucomas difícilmente tratables.

¿Qué factura ha pasado la pandemia a nuestra salud ocular con el abuso de pantallas y dispositivos móviles?

—Hay mucha fatiga ocular porque el ojo cuanto más se cansa es cuanto más trabaja de cerca. A la gente que trabaja en las oficinas les recomendamos la regla 20/20. Es decir, veinte minutos de trabajo y veinte segundos de descanso, con la mirada perdida. Mirando a lo lejos, si es posible. De esta manera, se relajan los músculos del ojo. Pero ha habido otros problemas con el covid.

¿Cuáles?

—Ha habido una gran eclosión de orzuelos y de conjuntivitis como consecuencia del uso de la mascarilla. Y aunque es una infección banal, resulta muy molesta. Porque de la misma manera que, cuando usamos gafas se empañan, el aire y el vaho de la respiración van hacia los ojos y se producen infecciones. Como se secan los ojos, uno se toquetea más y se pueden producir infecciones.

Pues el ojo seco parecía el mayor daño colateral.

— Los ojos son como un pez cuando no tienen agua, tienen problemas. Porque la lágrima no solo evita la sequedad, también lleva una serie de defensas, que nos protegen de las infecciones.

“Cuando la enfermedad da la cara, podemos estar muy afectados. Se puede ver bien hoy y tener dentro una bomba de relojería”

“Además de la retinopatía diabética, con esta enfermedad, hay más cataratas y los glaucomas son díficilmente tratables”