La pandemia nos ha hecho olvidar que las dolencias cardiovasculares son la primera causa de muerte, también en Euskadi. Desde Cardioalianza, entidad que agrupa en España a 18 organizaciones de pacientes cardiovasculares, su presidenta, Maite San Saturnino, da la voz de alarma porque cada vez hay pacientes más jóvenes con problemas.Con la pandemia parece que los problemas del corazón han quedado fuera de la agenda sanitaria.

—Es que la gente no ha tenido los hábitos saludables necesarios y ha hecho una vida muy sedentaria. Además se han interrumpido los seguimientos médicos porque mucha gente ha tenido miedo de ir al médico por temor a contagiarse. Han tenido molestias y no han acudido a Urgencias y, cuando han llegado, en muchos casos, ha sido muy tarde o han llegado con un peor pronóstico.

El virus ha pasado una enorme factura a estas afecciones.

—El coronavirus también afecta mucho al corazón. Hay pacientes que han salido del covid, que han sido asintomáticos y que, después se han visto afectados por una enfermedad cardiovascular. Estamos teniendo casos de pericarditis y enfermedades cardiovasculares en general como arritmias. Yo recomendaría que alguien que ha tenido covid-19, aunque haya sido asintomático, se someta a un electro y a un chequeo médico para ver cómo está su corazón.

Durante esta crisis nos habíamos olvidado de que las enfermedades cardiovasculares son la mayor causa de mortalidad en el mundo y también en Euskadi.

—En Euskadi, en 2019 fallecieron 5.622 personas por enfermedad cardio vascular. Eso son solo fallecidos, más todos los que sobreviven pero deben estar en tratamiento durante el resto de su vida.

¿El perfil del paciente es gente de edad algo avanzada?

—No. Precisamente la edad media ha bajado bastante y nos está llegando gente de 35 años que ya he tenido un infarto. ¡Cuidado con el corazón! porque el perfil ha cambiado bastante y hay enfermos muy jóvenes. Cuando empezamos en Euskadi a hacer la fase 3 de rehabilitación cardiaca, teníamos los grupos de pacientes a partir de las diez de la mañana. Ahora ya vamos a poner grupos a las 8 porque son personas jóvenes, activas a nivel laboral que tienen que salir a trabajar.

¿Por qué ha bajado la edad media?

—Es una suma de muchos factores. Mala alimentación, estrés..., esto explota y sale la enfermedad cardiovascular a relucir. Entre 30 y 50 años tenemos un suspenso como una casa en estrés. Llevamos unos ritmos de vida infernales.

Las mujeres tienen el doble de posibilidades de morir si sufren un infarto. Y a partir de la menopausia todavía tienen peor pronóstico. ¿Cuál es la razón?

—Obedece a varias razones. Tenemos un programa de Mujer y Corazón en el que, sobre todo, informamos de los síntomas porque son diferentes a los de los hombres. Como parece que siempre nos hemos quedado con los síntomas de infarto en un hombre, pues a veces parece que las mujeres no lo saben detectar.

Quizá es que no le dan importancia a lo que les pasa a ellas.

—Sí y tenemos también menos adherencia a los programas que los hombres porque siempre nos hemos encargado de ser cuidadoras y no nos hemos cuidado a nosotras mismas. Tenemos mujeres en la asociación que igual han tenido dos infartos y te dicen es que mi marido es diabético. ¡Ya pero es que tú tienes que cuidarte primero! Por temas hormonales nosotras estamos protegidas hasta la menopausia y luego ya llegamos a la enfermedad cardiovascular con todas las papeletas porque producimos de todo; glucosa, colesterol... y llegamos tarde al diagnóstico. Por eso es tan importante que sepamos distinguir sus síntomas.

Soy toda oídos.

—El dolor en el brazo izquierdo es más de los hombres. Las mujeres suelen sufrir más dolor en la mandíbula o en la boca del estómago. O entre las dos escápulas, en el centro de la espalda, en la parte de arriba... Y luego ya hay síntomas comunes como la sensación de opresión en el pecho, la falta de aire, a veces nauseas, sudor frío... Pero hay mujeres que están esperando a tener ese dolor en el brazo izquierdo e igual nunca lo tienen.

Pero ¿qué tipo de dolor?

—Es un dolor muy intenso ¡eh! No es un dolor cualquiera. Es muy fuerte. Cuando te está dando un infarto o una angina de pecho es un dolor muy potente que tú mismo percibes que aquello no es una mala digestión. Pero somos más sufridas y parece que aguantamos más.

¿Cómo han funcionado en Osakidetza el 'código ictus' y el 'código infarto' durante la pandemia?

—Han seguido funcionando perfectamente, lo único que ha disminuido es el número de intervenciones porque la gente quizá no avisaba cuando tenía los síntomas por miedo a ir a Urgencias y había menos asistencias.

¿Qué se puede hacer para tener un corazón más sano?

—Lo principal es prevenir los factores de riesgo. En cuestiones como la edad, el sexo y la genética, no podemos hacer nada. Pero, por ejemplo, la presión arterial elevada, la diabetes, el sedentarismo, el colesterol, fumar, ahí sí podemos actuar. Es crucial evitar esos factores, controlando la hipertensión con la alimentación, con actividad física, con hábitos alimenticios saludables y tener control sobre el estrés y la ansiedad.

Usted preside Cardioalianza y Corazón sin Fronteras. ¿Qué papel desempeñan asociaciones de este perfil en el cuidado?

—Aquí en Euskadi, por ejemplo, hemos sido pioneros en implantar la fase 3 de Rehabilitación Cardíaca. Cuando alguien tiene un infarto o una angina de pecho, y está hospitalizado, existen centros de rehabilitación cardiaca para evitar una recaída. Pero luego, cuando se les da el alta, tienen que seguir el resto de su vida haciendo lo que se considera fase 3. Es decir, continuar con todos los hábitos necesarios porque ya no se necesita una prevención primaria sino una prevención secundaria para evitar que tengas otro episodio. En esa fase les acompañamos en todo el recorrido.

¿En qué consiste?

—Hacen actividad física, mínimo 3 horas a la semana, y tienen el apoyo emocional y el apoyo nutricional para llevar a buen término esas pautas. Porque cuando salen del ambiente hospitalario, si no van de la mano de una asociación profesional, todos los recursos que se han invertido en el cuidado y recuperación de ese paciente, caerían al vacío.

Nos ha tocado vivir la medicina a distancia. ¿Pero cómo valora por teléfono un profesional si el problema es de gravedad?

—La telemedicina se ha estado haciendo desde siempre porque consiste en el seguimiento. Se controla a una persona que tiene, por ejemplo, un marcapasos para ver si todo funciona bien. Lo que se ha hecho durante la pandemia es la teleconsulta, y según qué patología sea, es necesario una presencial. Pero hay que tener en cuenta la localización geográfica. En Euskadi tenemos muchos caseríos aislados y la teleconsulta es una manera más rápida de llegar a esas personas. Todo tiene sus pros y sus contras. Usando los recursos de manera adecuada, todo tiene valor.

"Entre los 30 y los 50 años, tenemos un suspenso en salud cardiovascular porque nuestros ritmos de vida son infernales"

"Las mujeres no saben distinguir los síntomas de un infarto. Eso del dolor en el brazo izquierdo es algo más propio de los hombres"