El Congreso de la Sociedad española del Dolor celebrado durante esta semana en Bilbao solo podía resultar como ha sido, exitoso, si a su cargo estaba María Luisa Franco, médica anestesióloga del área del dolor del Hospital de Cruces, unidad creada en 1981, pionera en el Estado.Otorga al paciente gran responsabilidad en la curación o mejoría.

—Sin duda, es que si el paciente no se responsabiliza de la parte que le toca, no merece la pena ni intentarlo. Es importante también una atención precoz. Como del dolor, en verdad, se sabe poco, a veces te entra la duda. ¿Habremos sido nosotros, o se ha curado porque se tenía que curar? A veces actuamos desde el minuto cero y no lo conseguimos.

La lumbalgia lidera el ránking de dolencias crónicas.

—Supone el 80 o 90% de las consultas. Las cifras se mantienen estables desde que empecé en 1985. Solo se cronifica el 5% y resulta que supone el 80% del total del gasto sanitario de cualquier país industrializado. Desde luego, algo ha fallado, es un problema médico y social.

¿El dolor tiene género?

—¡Vaya si lo tiene! No llevo ninguna bandera del feminismo pero menos mal que hay movimientos para que las cosas mejoren porque no, no somos iguales. Y fisiológicamente tampoco: hormonas, la regla, la menopausia, la ovulación... Todo eso condiciona muchísimo. Tan distintos somos que el síntoma de un infarto en un hombre está en el brazo y el pecho, y en una mujer puede que sea en el estómago.

La empatía creada entre médico y paciente también es fundamental.

—Influye mucho en la enfermedad, en la curación y hasta en la muerte. Recuerdo un joven de 26 años con tumoración de hígado brutal en la clínica San Sebastián. Me dijo hasta cuando quería la medicación para quedarse tranquilo, él marcó los tiempos, se despidió de la familia. No entiendo cómo organizamos todo menos lo único que sabemos que va a ocurrir, la muerte.

¿Y el entorno? ¿Cómo debe actuar ante alguien con dolor crónico?

—Con una comprensión que no suponga condescendencia. También por parte de los médicos. La medicina es humanidad, y eso se debería enseñar en la facultad. Tan malo es pasarte de rigidez como de empatía. Pero el cariño no está reñido con ser buenos profesionales.

Tendrá casos también donde al paciente le toca hacer de cuidador.

—Por supuesto. Algo durísimo. Te rebelas, te frustras... Pero hay que estar al lado de los que sufren. Acaba siendo una lección de vida de cara a nuestros jóvenes. No hay que perder de vista saber cuidar.

Hay dolores muy invisibles, la fibromialgia, la neuralgia del trigémino...

—La neuralgia del trigémino es de lo más insufrible, un dolor facial espantoso, hay muchos tratamientos pero no dan toda la solución. Ahora, en determinados pacientes, sí hay una intervención donde se les separa la arteria del nervio y mano de santo si el paciente está en manos de un buen profesional.

¿Empiezan a ver casos de covid persistente?

—Yo, en Cruces, solo tengo uno. Creo que nos pasará un poco como con el VIH, que se decía que iba a generar un dolor continuo y estrés postraumático, y no llegó a ser algo masivo.