Las selvas de las islas de Borneo, en Indonesia, albergan hasta un 5% de todas las especies que se conocen en el mundo. Son el hogar del orangután, o "el humano del bosque", como se conoce en el idioma de los indígenas de la isla al único gran simio de Asia. Karmele Llano (Bilbao 1978) lleva más de 17 años rescatando y recuperando orangutanes para devolverlos a su hábitat. Esta veterinaria vasca ha participado en una sesión de los Cursos de Verano de la UPV/EHU en Donostia, con el auspicio de la Fundación BBVA, en el cual ha apostado por una mayor concienciación de la ciudadanía europea sobre la necesidad de preservar nuestro medio ambiente. Su Fundación IAR de Indonesia es "un proyecto con un enfoque holístico; al principio estábamos especializados en el recate y la reintroducción de orangutanes desplazados. Luego nos dimos cuenta de que esto no valía de nada si no apoyábamos a las poblaciones locales", sentencia en esta entrevista la veterinaria bilbaina.

¿Qué le motivó a irse a Borneo?

—Acabé la carrera de Veterinaria en León y pronto tuve claro que mis pasos profesionales irían hacia la cooperación. Tuve la oportunidad de ir a la selva de Borneo; salvar la vida de los orangutanes se convirtió en uno de mis mayores objetivos. Inicialmente iba a ser un viaje corto. Pero tras varios años allí, fundé junto a mi marido, Argitoe Ranting, un indonesio que trabaja en una ONG local, una organización internacional que desarrolla en seis países su labor de conservación de la biodiversidad.

Se estima que en la actualidad hay entre 45.000 y 52.000 orangutanes. ¿El número es el problema?

—El problema es la rapidez con la que las poblaciones están desapareciendo; su mayor amenaza es la pérdida de su hábitat. Se han llegado a deforestar superficies de bosque similares a tres campos de fútbol cada cinco minuto.

¿Esto qué conlleva?

—Que se produzca una mayor conflictividad entre humanos y orangutanes. La deforestación debido al cambio climático provoca que las crías de orangután entren en las zonas de poblados y destrocen los cultivos, claves para que la población subsista. Por ello, pasan a ser esclavos. Se usan, sin escrúpulos, por quienes los compran, que no es gente de la comunidad, para el mercado ilegal de animales exóticos.

¿Antes de salvar a los orangutanes, no hay que hacerlo a las personas?

—Sin ninguna duda. Entre los proyectos que llevamos a cabo en Borneo se encuentra el dotar a la población local de los instrumentos clave para llevar una vida digna. Proyectos que están siendo muy ilusionantes porque están dando muy buenos resultados. Ellos no son culpables ni de lo que ocurre con los orangutanes, ni con la deforestación de su entorno.

¿Es una región azotada por la pobreza?

—Los indígenas no tienen acceso a la educación ni a la sanidad, y, por ello, esa presión les dirige a la caza y a la tala furtiva de sus riquezas naturales.

¿Son víctimas del consumismo de los países ricos?

—Sin ninguna duda. Entre los proyectos que llevamos a cabo en Borneo se encuentra el dotar a la población de lo mínimo para vivir. Ya hay más de 200 familias que están trabajando con nosotros, de forma directa o indirecta, con proyectos de apoyo. Porque si no garantizamos el bienestar de estas comunidades, no podremos proteger a los orangutanes.

¿Cuál es el objetivo de su organización, IAR?

—Contribuir a evitar la desaparición no solo de los orangutanes, sino también de otras especies únicas de Borneo, como el mono narigudo y la pantera nebulosa, por medio de un programa de conservación en el Parque Natural de Bukit Baka Bukit Raya, un espacio de más de 200.000 hectáreas de bosque tropical de gran valor para la conversación.

Gamdhi decía que "la Tierra no es una herencia de nuestros padres, sino un préstamo de nuestros hijos". ¿Lo entendemos así?

—No. Si fuera así no se estarían produciendo los desastres contra el medio ambiente que se dan día a día. No hay suficiente conciencia aún para evitar lo que está provocando el cambio climático.

Pero a los políticos se les llena la boca hablando de esto.

—Los políticos en este tema se han convertido en el problema, no en la solución. No están poniendo en marcha iniciativas dirigidas a promover acciones determinantes para lo que nos viene, que será muy grave. Tal vez nuestra generación lo estemos viendo ahora como asumible, a pesar de la cantidad de muertes que está provocando ya, pero nuestros descendientes serán los que lo sufrirán. Está en juego la herencia que vamos a dejar a las generaciones futuras; nada halagüeña.

¿Se plantea volver a Euskadi en un futuro inmediato o su vida está en Indonesia?

—Por el momento mi vida está allí. Aquí está mi familia en Bilbao y vengo siempre que puedo. Sin embargo, creo que aquí hay muchas asociaciones muy activas que luchan por los derechos de los indígenas, y ONG muy ponentes; creo que soy de mucha más ayuda allí.

¿Qué podemos hacer desde aquí, en el mundo rico, para ayudarles?

—Mucho. Desde ayudar a la Fundación IAR hasta ser conscientes en nuestros hábitos de consumo del cambio climático. A nivel personal, pensar que frenar el cambio climático depende también de nosotros.