Jon Terés-Zubiaga, profesor del Departamento de Ingeniería Energética de la Escuela de Ingeniería de la UPV/EHU, encabeza el proyecto de investigación EnePoMAP, que aborda desde una perspectiva eminentemente técnica, pero también multidisciplinar, el problema de la pobreza energética. El proyecto, que ha sido seleccionado por la Fundación la Caixa, acaba de arrancar con el objetivo de identificar en varias ciudades las zonas con mayor riesgo de pobreza energética y proponer las soluciones más rentables para combatirla.

Según la definición más aceptada, la pobreza energética es la incapacidad, por motivos económicos, para mantener una temperatura adecuada en las viviendas, que permita unas condiciones de vida dignas y saludables, debido, sobre todo, a la ineficiencia energética del hogar.

Sobre la pobreza energética hay bastantes estudios desde la perspectiva social, también desde el ámbito de la salud. ¿Su proyecto supone un abordaje técnico de esta situación? Es innovador.

—El proyecto lo planteamos desde una escuela de Ingeniería y ahí va a haber un sesgo importante, pero en la propuesta ya se contemplaba la participación de personas tanto del área de la ingeniería, como de la arquitectura. También pretendemos contar con gente del ámbito económico y social. La idea es, con la excusa del proyecto, aprovechar para crear una red lo más multidisciplinar posible que aporte desde distintos ámbitos al análisis del problema y sus soluciones.

¿En qué consiste el proyecto?

—A nivel metodológico tiene dos fases. Una consiste en trabajar con datos disponibles o bases de datos abiertas, analizar los distintos indicadores para medir la pobreza energética e identificar los más adecuados para desarrollar una herramienta que, con sistemas de información geográfica, sistemas GIS, nos permita mapear distintas regiones. Y, posteriormente, una vez identificadas las zonas de mayor pobreza o riesgo de pobreza energética, plantear distintas soluciones.

¿Hacer un mapa de la pobreza energética es una novedad?

—Se pueden encontrar estudios y trabajos de este tipo sobre varias ciudades, como Valencia o Barcelona. También hay alguna identificación de zonas con pobreza energética a nivel nacional. El mapeo como tal no es nuevo, la novedad que puede aportar el proyecto es la manera de calcularlo y la metodología para desarrollar ese mapeo.

Cuando tengan terminada la herramienta, ¿en qué sitios la aplicarán para hacer el mapa?

—La idea es que una vez tienes la metodología definida y hecho el procedimiento da igual aplicarlo en Bilbao, en Madrid o en Évora, en Portugal. El proyecto contempla desarrollar esa metodología y aplicarla en varias ciudades. Nos planteamos incluir Bilbao y Madrid, estamos viendo la posibilidad de sumar Valencia o Sevilla, porque la idea es que figuren lugares de varios climas significativos. Y en Portugal se hará algo similar. Pero el proyecto está abierto a aplicarse en otros sitios además de los que nosotros planteamos.

¿Y ese método de medición de la pobreza energética se podrá aplicar en cualquier lugar?

—Una vez que superemos todos los obstáculos, la metodología creada sería directamente aplicable a cualquier ciudad y permitiría identificar las zonas con mayor nivel de vulnerabilidad. La novedad que aporta el proyecto es el análisis de distintos escenarios utilizando diferentes bases de datos.

Tras la medición vendría la propuesta de soluciones.

—Sí, una vez que se hayan identificado las zonas más vulnerables se plantearán distintas soluciones y se analizará el potencial de las diferentes alternativas para, al menos, reducir la pobreza energética. No me atrevo a decir que para eliminarla totalmente, porque ese es un objetivo muy ambicioso.

¿Qué tipo de soluciones se pueden barajar para alcanzar esa meta?

—Esa fase será la que tendrá un componente más técnico, ya que se trata de ver el potencial que pueden tener las actuaciones de rehabilitación energética. Partimos del hecho de que si se mejora la eficiencia energética de un edificio se reducirá el consumo necesario para calefacción. Puedes conseguir que, si los habitantes de esa vivienda no encienden la calefacción, al menos van a tener una temperatura más confortable y, en el caso de encenderla, van a necesitar menor consumo energético para alcanzar las temperaturas adecuadas. Se trata, por una parte, de reducir la necesidad de energía y, por tanto, el consumo y la factura energética a través de la mejora de la eficiencia, y, por otra parte, de ver el potencial de la energía solar, centrándonos principalmente en la solar fotovoltaica, para reducir el coste de la energía utilizada.

Algunas de estas soluciones ya se están proponiendo y aplicando desde hace tiempo, ¿no?

—La Renovation Wave, que es una iniciativa de la Comisión Europea, se centra en la renovación de edificios, en la descarbonización del sector de la edificación a través, fundamentalmente, de la rehabilitación del parque construido, porque construyendo nuevos edificios de bajo consumo no se consigue descarbonizar, mientras que la rehabilitación presenta un mayor potencial de ahorro. El problema es que el ritmo que se debería llevar para alcanzar los objetivos está muy encima del real. La Renovation Wave plantea incrementar la velocidad de renovación del parque en Europa buscando la descarbonización, pero también remarca que es una estrategia efectiva para la lucha contra la pobreza energética. Además, la iniciativa alude al papel que pueden tener las comunidades energéticas locales, algo que ahora está bastante en boga. Se trata de utilizar una instalación de autoconsumo no solo para una vivienda, sino para suministrar energía a cuatro, cinco o diez edificios de una misma zona. Optimizar el potencial solar fotovoltaico no solo sirve para luchar contra la pobreza energética, sino también para empoderar a la ciudadanía en el uso de un vector básico como es la energía.

Si el fenómeno de la pobreza energética se puede estudiar desde distintas perspectivas, ¿las soluciones también pueden darse en diferentes ámbitos?

—Es un tema tan multidimensional que es difícil decantarse por un enfoque u otro, lo importante es actuar sobre esa situación. El abordaje que yo conozco mejor y que creo que puede ser más efectivo consiste en actuar sobre la optimización del comportamiento energético del parque edificatorio, porque tanto en la mejora de eficiencia del mismo como en la implementación de energías renovables no estás subsidiando a la persona, sino que la estás empoderando en el uso de la energía. Consigues que la persona no sea tan dependiente de los agentes externos que inciden en la pobreza energética.

Los efectos de la pobreza energética también son diversos.

—Las consecuencias que tiene la pobreza energética no son solo económicas. En Reino Unido, que es uno de los países pioneros en su estudio, una de las principales motivaciones fueron sus efectos en la salud de los ciudadanos que la sufren. A la hora de analizarla puedes medir su impacto en la salud, en el agravamiento de la exclusión social, ver cómo afecta en su día a día a los niños y niñas que están estudiando, comprobar que también hay una brecha de género...

Otro nivel más...

—Considero que se debe actuar sobre la pobreza energética no solo por salud, por la descarbonización, por la economía o por sus efectos en el medio ambiente, sino porque actuando sobre ella se abordan a la vez distintos problemas. Actuar de una manera óptima en la solución de la pobreza energética permite incidir en cuestiones sociales, de brecha de genero, de inclusión social, o cuestiones económicas a nivel macro y micro, porque si reduces los consumos energéticos también estás reduciendo las importaciones de energía y apoyas la lucha contra el cambio climático.

¿De dónde procede su interés por este fenómeno cada vez más actual?

—Cuando hice la tesis doctoral tuve la oportunidad de trabajar con la sociedad Viviendas Municipales de Bilbao y de realizar varios estudios en los que intenté contemplar la pobreza energética, aunque no de una manera directa. No me considero experto, pero siempre he intentado tener en cuenta estas situaciones y he estado en contacto con el problema por diversas vías, desde lo académico hasta el activismo personal. Este proyecto nos da la posibilidad de poner la pobreza energética en el centro de un trabajo de investigación y generar una red con gente que lleva mucho tiempo trabajando en el tema.

Pobreza energética

El 7,6% de la población

España. El último informe del Ministerio de Transición Ecológica publicado en 2020 con indicadores de pobreza energética (con datos de 2019), muestra que: el 7,6% de la población no pudo mantener una temperatura apropiada en su hogar; el 6,6% incurrió en retrasos en el pago de las facturas de los suministros; el 16,7% de la población tuvo un gasto energético desproporcionado respecto a su nivel de ingresos; el 10,6% de los domicilios estaba afectado por la pobreza energética escondida (no consumen energía).

Cuatro indicadores

Medición. El Ministerio se basa en los cuatro indicadores que marca el Observatorio Europeo contra la Pobreza Energética para establecer que existe, efectivamente, ese tipo de desigualdad: un gasto energético en relación con los ingresos que doble a la mediana nacional; un gasto energético absoluto inferior a la mitad de la mediana nacional; la incapacidad para mantener la casa a una temperatura adecuada; y el retraso en el pago de las facturas.

Hay más casos

Aumento. La pandemia ha incrementado un 15% las intervenciones frente a la pobreza energética, según Cruz Roja, que sostiene que el 50% de las familias atendidas tiene que elegir entre pagar gastos básicos, cómo una alimentación adecuada, o calentar sus hogares. La pobreza energética relacionada con la capacidad de los hogares de mantener una temperatura adecuada en los hogares vuelve a crecer en España y afecta al 9,1% de la población.

Familias en Euskadi

Ayudas. Durante el año 2020 Cruz Roja atendió en la Comunidad Autónoma Vasca a 1.282 familias afectadas por la pobreza energética, a las que aportó ayudas económicas y materiales para reducir el consumo de electricidad y gas en sus hogares. Cruz Roja desarrolla distintas acciones para ayudar a las personas que sufren pobreza energética, entre ellas la atención a necesidades urgentes, ayudas para el pago de recibos, la entrega de equipos de eficiencia energética y la organización de talleres de ahorro doméstico.

Necesidades básicas

Consecuencias. Según la Asociación de Ciencias Ambientales, durante 2019 en el Estado español un total de 6,8 millones de personas sufrieron condiciones de precariedad asociadas a la pobreza energética. El equivalente al 15% de la población residente no pudo cubrir sus necesidades energéticas básicas. Además, se estima que la pobreza energética podría ser responsable de entre 2.300 y 9.300 muertes prematuras al año en función del mayor o menor rigor con el que se manifiesten los inviernos o veranos.

"Se trata de reducir la necesidad de energía y también de abaratar la energía consumida"

"La rehabilitación de edificios es una estrategia efectiva para la lucha contra la pobreza energética"

"Mejorando la eficiencia no subsidias a la persona, sino que la estás empoderando en el uso de la energía"