Lleva décadas trabajando con menores, progenitores, profesorado, pediatras... y una metodología que busca transformar la sociedad creando espacios de reflexión. La pandemia hace que sean, dice Ana Sáenz, más necesarios que nunca.

Vivir una pandemia no es fácil y con menores la cosa se complica.

—Esta emergencia ha agudizado las pautas de crianza distorsionadas que ya existían antes. El sistema social actual genera una educación para la dependencia, favorece que niños y niñas sean demandantes, con dificultad en los límites y normas, lo que les genera inseguridad. Eso hace que enfrentar esta situación esté siendo más complicado.

A veces se echan a llorar por cualquier cosa. ¿Están los niños y niñas especialmente sensibles?

—En la crianza actual no se les ayuda desde pequeños a ir elaborando las frustraciones, los duelos cotidianos de lo que van dejando para asumir lo nuevo en el proceso de crecer; tengo que dejar el chupete porque ya soy mayor y no lo necesito, no porque se lo lleva Olentzero; se ha muerto el periquito, qué penita, llora un rato, en lugar de sustituirlo... Crecer es ir desprendiéndose. Si no existe esa base, ahora que tienen que asumir muchas novedades y elaborar muchos duelos, van a ponerse a llorar por cosas de la pandemia, pero que tienen que ver con cuestiones que estaban ocurriendo ya antes.

En este clima de tensión a menudo se termina antes la paciencia.

—Si tienen una rabieta y les decimos: No hay quien te aguante, ¿cómo lloras por eso?, no solo no les estamos ayudando a elaborar aquello que les está generando dolor, sino que además estamos favoreciendo que se repita. Hay que averiguar qué les pasa: Veo que algo te ha molestado mucho. Ya entiendo, sientes rabia porque no puedes estar con tus amiguitos. Es normal, pero la rabia se puede pasar y yo te voy a ayudar: Vamos a dar patadas a un balón.

¿Han retrocedido los menores en su autonomía al estar los progenitores más tiempo en casa?

—Los padres y madres preguntaban: Si nos piden más atención, ¿tenemos que responder?. Decíamos: Si la necesitan, sí. Si no, no. Que yo esté todo el tiempo en casa no quiere decir que tenga que estar más tiempo con mi hijo o hija, pero, como hay una dificultad para poner límites, se va complicando más la cosa, los niños cada vez están más desconcertados y el vínculo de dependencia se agudiza. En las familias en las que había un buen trabajo de autonomía probablemente no haya habido vueltas atrás, sino unos reajustes.

Con el teletrabajo, muchos han tenido que recurrir a las pantallas para entretener a sus hijos.

—Lo primero, a los menores no hay que estar entreteniéndolos todo el rato. Necesitan tener su espacio sin adultos. Lo segundo, como no se ha construido un modelo de autoridad saludable, parece que poner límites es castigar, y se utilizan recursos como la tablet o el chantaje. Si no sentimos culpa por decir: Esta media hora tú en tu habitación y yo en la mía y lo hacemos adecuadamente, el niño o niña se queda tranquilo. Lo que nos tenemos que preguntar es: ¿Qué nos ha puesto sobre la mesa la situación de pandemia? Que hay cosas de antes que tenemos que trabajar también.

En estas circunstancias pedirles que asuman tareas en casa puede parecer una 'carga' añadida.

—Todo lo que un niño puede hacer debe hacerlo si queremos construir una buena autoestima y autonomía. Con 6 años pueden levantarse solos con una alarma, si pueden prepararse el desayuno o la merienda, deben hacerlo... Otra cosa es que un día te diga: Hazme el bocadillo que quiero un mimo. Bueno, hoy te lo hago como un favorcito. Lo que ocurre en la realidad es que se le desubica y confunde en lo que puede y no puede. Por ejemplo, le hacemos todo hasta no sé qué edad y luego decimos: A ti te toca bajar la basura, como un mandato que viene de fuera que no tiene que ver con su necesidad de pertenencia al grupo familiar.

¿Tiene constancia de que haya bajado el rendimiento escolar?

—No hay una evidencia de bajo rendimiento. De hecho, hay alumnado que ha rendido mejor confinado. Hay gente que se ha quedado sin trabajo, ha perdido la casa... Que haya un cambio en el rendimiento escolar puede ser por muchas razones o cosas que esté viviendo esa familia.

Hay progenitores que se obsesionan con el expediente académico incluso en plena pandemia.

—Durante el confinamiento siempre decía que lo importante era cuidar los vínculos, sostener la vida, sobre todo los primeros meses. Ahora que vemos que esto va para largo demos importancia a lo que la tiene. Miremos el rendimiento escolar como un proceso que se tiene que ir adaptando a las circunstancias graves de la realidad. Lo importante es que no se afecte el deseo de aprender.

El problema es que los deberes, como los recibos, siguen llegando.

—A todos esos padres y madres que estaban agobiadísimos: Tengo que hacer tantas tareas con mis hijos, el teletrabajo, hay que hacer bizcochos, los deberes€ les decía: Lo importante ahora es que el rato que estéis juntos estéis bien. Tenemos que soportar cosas muy duras, cuidemos que no se deteriore el vínculo. Primer punto, bajemos exigencias. Estamos viviendo un momento histórico fuerte que nos va a hacer aprender otras muchas cosas.

Algunos menores temen contagiar a sus padres o abuelos.

—Esto dependerá de la ansiedad y la angustia que tengamos los adultos. Estamos transmitiéndoles ciertas ansiedades que deberíamos trabajar en espacios grupales de reflexión.

Los padres con tanta incertidumbre están en ocasiones 'perdidos'.

—A muchos adultos les está costando elaborar esta emergencia y hay bastante negación y pasividad. Todos estamos inmersos en vivencias de indefensión, perplejidad, agotamiento... Cuesta asumir un papel activo. Se vive como problema individual. Sin embargo, solos y solas es muy difícil afrontar esta situación. Nos tenemos que juntar para una elaboración colectiva del problema social que se está viviendo.