El virus está causando estragos colaterales más allá de la propia infección, especialmente en los dos extremos sociales, jóvenes y mayores. Azucena Díez Suárez, directora de la Unidad de Psiquiatría Infantil y Adolescente de la Clínica Universidad de Navarra (CUN) y presidenta de la Sociedad de Psiquiatría Infantil de la Asociación Española de Pediatría, advierte de que las patologías que más aumentan son las relacionadas con los acontecimientos vitales estresantes, manifestadas en forma de trastornos de ansiedad y depresivos.

¿Afectan las restricciones a la salud mental de los más jóvenes?

—En un estudio realizado durante el confinamiento en el Estado se estimó que 80-90% de los niños y adolescentes habían presentado algún tipo de alteración de conducta o emocional. De ellos, se espera que la mayoría se recuperen por su plasticidad neuronal, pero el 20% llegarán a desarrollar un trastorno mental relacionado con la pandemia.

¿Y de que depende su desarrollo?

—De múltiples factores. Clase social, situación económica, cercanía a la enfermedad o presencia de síntomas previos de alguna psicopatología. Es previsible que los casos de trastornos psiquiátricos en menores aumenten de forma notable por la pandemia, entre 50-100% más.

¿Qué afecciones están viendo?

—Los adolescentes han estado más irritables y enfadados por las restricciones. Otros han sufrido un miedo intenso a contagiarse o contagiar a sus seres queridos y les está resultando difícil el desconfinamiento. Prefieren más quedarse en casa. Muchos niños con predisposición a la dependencia de pantallas han empeorado ante la limitación de acceder a otras formas de ocio. Aunque los datos son aún preliminares, las patologías que más están aumentando son los trastornos de ansiedad y depresivos.

¿Y casos de trastorno alimenticio?

—Aumentan los nuevos, sí, de anorexia o la bulimia nerviosas por el miedo a ganar peso ante la restricción de ejercicio y la presión social existente. Los datos referentes al sobrepeso y la obesidad infantil se están disparando, siendo la última un factor de riesgo para el desarrollo de psicopatología en menores.

¿Hay más casos nuevos o se agravan las patologías previas?

—Ambos. Con respecto a las patologías previas, durante el confinamiento, algunos casos han mejorado y otros empeorado. Por ejemplo, los niños con ansiedad de tipo social (timidez excesiva), o por separación (miedo a no estar con sus figuras de apego) habían mejorado, ya que, al estar en casa, se sentían seguros. Sin embargo, muchos sufren un empeoramiento al reiniciarse el colegio. El resto de las patologías: trastornos depresivos, del espectro autista, psicóticos, etc. han sufrido descompensaciones.

¿Y qué se está viendo con la vuelta presencial a las aulas?

—Aunque la gran mayoría de los niños se adaptan bien, se dan casos de empeoramiento en algunos comportamientos y en los aprendizajes. A muchos les cuesta más centrarse por el parón durante el confinamiento, en especial aquellos que ya tenían dificultad de aprendizaje.

¿Cómo llevan el uso de mascarilla y el distanciamiento social?

—Repercute en el aprendizaje social, la lecto-escritura, la expresión de emociones o las actividades en grupos. Los niños más tímidos están refugiados y se muestran reticentes a quedar con amigos. Además, en nuestra generación, los abuelos en muchos casos forman parte esencial de la crianza y el distanciamiento hacia ellos está resultando muy doloroso para los niños.

La infancia es clave en el desarrollo de la personalidad y la relación con otros tiene mucho que ver.

—La personalidad se construye en base a los rasgos con los que cada individuo nace y las experiencias que vive. Los niños son más resilientes y la mayoría se adaptan a las adversidades. Para intentar predecir cómo va a afectar la pandemia a la personalidad de un niño también hay que tener en cuenta las condiciones en las que la han vivido.

Cada caso es particular.

—En un extremo estarían los que han perdido a familiares o su situación económica les impide cubrir sus necesidades básicas. En ellos, la probabilidad de desarrollar un problema de salud mental aumenta de manera notable.

¿Y en el otro lado?

—Los niños con una situación estable para los que el confinamiento ha podido ser incluso un lujo ya que han pasado mucho tiempo con sus padres, lo cual constituye el deseo de la mayoría de los niños. A largo plazo, para muchos futuros adultos, el haber vivido una crisis tan importante como esta puede ser un factor protector ya que les puede llevar a valorar los aspectos positivos.

¿Se deberían adoptar medidas para evitar estos problemas en durante la infancia?

—Las tomadas en la pandemia han sido insuficientes e inadecuadas. España fue el último país de Europa en notificar el desconfinamiento de los niños. No se ha protegido lo suficiente facilitar actividades dirigidas a su ocio. Por ejemplo, los parques han estado cerrados más tiempo de lo recomendable. Tampoco se ha garantizado la promoción de ejercicio físico, actividad fundamental para la prevención de patologías mentales a todas las edades, pero en especial en adolescentes.

¿Qué consejos les daría a los padres y madres?

—Tener paciencia. En caso de que aparezcan cambios en el comportamiento en sus hijos, la mayoría se recuperarán. Si los síntomas persisten, que acudan al pediatra y, si lo consideran necesario, vayan a los servicios de salud mental. Una valoración adecuada evitará problemas más graves en el futuro.

"Los niños son más resilientes que los adultos y la mayoría tienen una gran capacidad para adaptarse a las adversidades”