ON las siete de la tarde del último día del año y José Ángel ha invitado a toda la familia a un zoom, desde sus hermanas de Albacete a sus cuñados de Bilbao, pasando por sus primos de Madrid. A todos les ha llegado un enlace para brindar por videollamada por el comienzo del nuevo año. La convocatoria es a las 23.45 de la noche en riguroso directo virtual. Hay quien ha colocado la tableta en un lugar privilegiado de la mesa, quien sostiene el smartphone en precario, y quien no consigue imagen, pero tiene sonido. Alguna hermana va en chandal y otra, con vestido de fiesta, pero después de los saludos de rigor, el debate solo es uno; “¿Anita Obregón o La Pedroche?” Gana Chicote por goleada. ¿Por qué será?

Pero no en todos los hogares había tanta congregación on line. En algunos, como el de Amaia y Ana, lo hacían en petit-comité desde Basauri, y ya que no pudieron juntarse con el resto de la familia como hacen habitualmente para no superar las seis personas permitidas, convocaron a padres y hermano a un chat festivo y a compartir las uvas. “No es lo mismo, evidentemente, que el cara a cara, pero resulta bastante más personal que una simple llamada”, dice Amaia. “Además ahora WhatsApp ha permitido ampliar los usuarios en una conversación, porque antes solo podían ser cuatro”, explica absolutamente puesta al día.

Porque en muchísimos hogares vascos hubo que renunciar a planes, visitas o reuniones que eran comunes otros años y extremar las medidas de precaución practicando una Navidad segura on line. En la Nochevieja, dispositivos móviles y aplicaciones consiguieron que los abrazos y besos fueran más virtuales que nunca. Porque si durante el confinamiento las videollamadas se convirtieron en nuestro principal canal de comunicación, con las restricciones en vigor, han estado más en boga que nunca. Con la pandemia, los ciudadanos han encontrado en las aplicaciones de videoconferencia el único medio para seguir viendo a sus seres queridos. Y el entorno digital ha pasado a ser el punto de encuentro de grupos de amigos y familias para encontrarse cara a cara sin riesgo.

Más dificultades han tenido, sin embargo, los más mayores que han debido adentrarse, a trompicones, en las andanzas digitales. Menos mal que el papel de hijos, nietos, y allegados como profesores improvisados ha sido clave para tender puentes que acorten la brecha digital, y hasta ellos han podido verse a través de una pantalla en esta Navidad covid.