ADA más despertarse María Ángeles Alonso se tira casi una hora sentada en el borde de la cama "boqueando como un pez cuando lo sacas del agua". Y así un día tras otro hasta que sus pulmones, "llenos de agujeros como el queso gruyer", se ponen en marcha. Resulta angustioso, pero se lo toma con filosofía. "Si la gente pasara todas las mañanas como las paso yo, preferiría morirse", asegura y desvela lo que la mantiene con vida, aparte del oxígeno al que permanece enchufada. "Ese es el que me tiene aquí agarrada. Si no fuera por él, ya hace tiempo que habría tirado la toalla", confiesa, y alza la vista hacia una fotografía tamaño póster, colgada en la pared enfrente de su cama, en la que su nieto y un elefante de peluche se miran las caras. "No le funciona el cromosoma 21 y necesita cuidados especiales. Por estar con él y ver cómo evoluciona tengo que pasar el mismo trago todos los días", asume resignada, con la misma naturalidad con la que cuenta que ella está "en fase terminal" porque ya no es "apta para un trasplante". O que lleva diez años "recluida" en su casa "sin poder salir a no ser que sea en ambulancia". Y cuando a una ni siquiera le ha dado tiempo a asimilar tanto infortunio remata con optimismo. "Esta es mi cárcel, pero yo no me quejo. La vida hay que llevarla lo mejor que se pueda y yo lo intento. Te lo puede decir mi auxiliar, a la que quiero como a una hija. Siempre estoy de muy buen humor".

No hace falta contrastarlo con la auxiliar ni con nadie. El buen talante de María Ángeles salta a la vista. Sobre todo desde que, además del oxigeno y su nieto, tiene otra tablet de salvación a la que agarrarse. Un dispositivo con el que se conecta con Patricia Salgado, la voluntaria de Cruz Roja Bizkaia que le ofrece acompañamiento estas navidades por medio de videollamadas. "Eso es lo bueno, que me están echando un flotador para no ahogarme. Entre que hablo por la tablet y que me llaman por teléfono, se me va haciendo el día más corto", señala esta mujer luchadora, que también les ve las caras a menudo a través de la pantalla a su hija y a su nieto, residentes en Madrid. "En octubre cumplió 7 años, pero es como un niño de 5. Me canta, aunque yo no lo entiendo. Siempre me dice lo mismo: Abuela, ¿qué tal estás?", relata con orgullo y recuerda cómo, cuando viene a visitarla, le quita y le pone las gomas, le tira del andador o la hace levantarse de la cama. "Mi hija me dice: Si estuviera aquí contigo, o te cura o te mata", comenta sonriente.

"Cosa que toco, familia de luto"

María Ángeles tiene, a sus 58 años, un 81% de discapacidad. "Ir de aquí ahí para mí es un castigo", señala los escasos metros que separan la silla donde se sienta de su cama. Patricia explica que, "aunque su hija viviera en Bilbao, tampoco podría movilizarse porque está atada a la máquina de oxígeno. Estas personas agradecen mucho no sentirse solas y tener con quién desahogar las penas, sobre todo cuando pasan por varios procesos de distintas enfermedades".

María Ángeles, a la que Aurelia, otra voluntaria, visita a domicilio, corrobora lo bien que le viene tener compañía. "Las penas compartidas son las buenas. Cuando hablo con gente mayor, a la que no le duele una pierna le duele la cabeza. Estamos todos para ir al desguace", bromea y aprovecha para reconocer su labor. "Me cuidan mucho. Cruz Roja se ha volcado. Me han dejado una silla de ruedas, porque la mía se rompió, me han traído alimentos, me han ayudado económicamente... Se portan muy bien conmigo y mi trabajadora social también. Todas son buenas. Aquí la única mala soy yo", se ríe.

Cuando María Ángeles se quedó en el paro realizó varios cursillos, entre ellos, uno de informática. Entre aquello, "algo de idea que tenía de andar con el móvil" y lo que le enseñó "Arturo, un voluntario que venía dos días a la semana", aprendió a manejar la tableta. "Yo soy muy torpe. Cosa que toco, familia de luto. He tenido que ponerme los datos al móvil y menudas averías he hecho. Ha llegado a sonar el teléfono a las 4.00 de la madrugada a mis hermanos y mi hija", confiesa divertida.

"De Cañas para quitar los males"

María Ángeles pide que le alcancen su ventana al mundo. Toca aquí, toca allá y suenan los tonos de la videollamada, una de las bandas sonoras de la pandemia. "Hola, cariño, ¿qué tal?", saluda ella. "Bien. Y tú ¿qué tal amaneciste?", le pregunta Patricia. "Un poco pachucha, pero eso se arregla. Bajamos a tomar unas cañas y se nos quitan todos los males", saca a relucir de nuevo su buen humor.

Ambas se felicitan las fiestas, esperan que el año recién estrenado sea mejor que el anterior, que tampoco es tanto pedir, y Patricia le dice que estará "atenta" para llamarla estas fechas tan señaladas. "Os deseo un próspero año y que sigáis portándoos conmigo igual que os habéis portado, que sois las únicas amigas que tengo en este momento", reconoce emocionada María Ángeles. "Lloro porque digo lo que siento", explica poco después. Nadie lo duda.

De hecho, los ojos se le vuelven a humedecer cuando recuerda cómo fueron a cantarle por su cumpleaños. "Conmigo se han portado como si fueran parte de mi familia", afirma. "Cruz Roja se caracteriza por tener un corazón gigante", corrobora la voluntaria. "Muy grande. A mí nunca me habían pasado las cosas que me están pasando últimamente. Tengo muchas visitas, muchas llamadas y estoy más contenta porque estoy acompañada, aunque sea por teléfono", agradece. "Eso sirve mucho, te eleva el ánimo", suscribe Patricia, consciente de su situación.

Será que no las tiene todas consigo porque, antes de despedirse con un "cuidaos mucho", María Ángeles vuelve a desear "que entremos en el año nuevo con mejor pie". Muy mal se tendrían que dar las cosas para empeorar lo del año pasado, pero en pandemia todo es posible. "Obviamente, 2021 va a venir mejor, cargado de nuestra energía y de muchas cosas positivas", le anima Patricia, que no escatima en optimismo.

"Una labor de mucha escucha"

Patricia, de 51 años, llegó a Bilbao hace tres y enseguida se hizo voluntaria de Cruz Roja, organización con la que ya colaboraba en Chile cuando había terremotos. Podóloga y técnica en enfermería, capacita al voluntariado en el manejo de la tableta y forma a las personas mayores "en el uso de las nuevas tecnologías y cuidados de la salud". "El adulto mayor se va dejando de lado por salud, temas mentales y otras situaciones. Si tú le vas dando un poco más de valor, mejora en un montón de cosas", asegura por experiencia.

A María Ángeles la conoció hace unas semanas. "Primero hay que hacer una labor de mucha escucha porque, como es una persona que está sola, no podemos esperar que haya un feedback. Ellos están felices porque, al final, crean amistades y se llaman y se acompañan una vez a la semana o cada quince días", precisa.

Tras una primera toma de contacto y algunas videollamadas salpicadas, María Ángeles, como no podía ser de otra manera, le "ha encantado". Además de en Nochebuena y Nochevieja, tenía pensado llamarle algún otro día, como hace, por ejemplo, cuando acude al médico. "Le pregunto cómo le fue y eso también es un tema de contención para ella. Voy a seguir llamándola porque ahora no tengo trabajo y poder entregar este granito de arena me llena", dice.

Patricia conoce bien las dificultades que tienen algunos mayores para aprender a utilizar sus teléfonos móviles. "Cuando imparto el taller me cuentan: Mi hijo no tiene paciencia. Mi nieto me dice: Yo te lo hago, aitite,y lo hace todo tan rápido... Ellos quieren demostrar a su familia: Mira, yo también puedo hacerlo. Lo más bonito que me han dicho es: Me cambiaste la vida. Ahora puedo ver los vídeos de mi nieto".

"Menudas averías hago; ha llegado a sonar el teléfono de madrugada a mis hermanos y a mi hija"

"Me están echando un flotador; entre hablar por la 'tablet' y el teléfono se me hace el día más corto"

"Esta es mi cárcel, pero no me quejo; la vida hay que llevarla lo mejor que se pueda y yo lo intento"

Usuaria de Cruz Roja Bizkaia

"Estas personas agradecen no sentirse solas y tener con quién desahogar las penas"

"Están felices, crean amistades y se llaman una vez a la semana o cada quince días"

"Lo más bonito que me dicen es: 'Me cambiaste la vida. Ahora puedo ver los vídeos de mi nieto"

Voluntaria de Cruz Roja Bizkaia