ADIE estábamos preparados para este año, más propio de un relato de futuro distópico de ciencia ficción que de un presente pandémico de hiperrealismo. Profesionales bregados en lo suyo se han visto sometidos a la presión añadida de un esfuerzo físico y mental de una exigencia emocional titánica. Al común de los mortales -en exacerbada evidencia esta condición- no se nos había pasado por la cabeza seguramente considerar esenciales algunas actividades que se nos han señalado como tales. Seguramente amortizamos como habitual lo que funciona sin grandes chirridos. Desde lo más obvio a lo más inesperado; desde el colectivo de profesionales de la sanidad al de reponedores de supermercado. Miles de ciudadanos se han convertido en guardianes de una normalidad imposible sin su aportación. En este marco, iniciamos en DEIA una serie de reportajes que no versan sobre la pandemia, aunque pueda parecer lo contrario, sino sobre las personas. Sobre aquellos que, más allá de homenajes, merecen altavoces. Un espacio para sus testimonios y un lugar en el que encontrar nuestras vivencias reflejadas en las suyas. Necesitamos empatizar con quien comparte nuestra realidad porque la empatía es el germen de la corresponsabilidad social. Dicen que la caridad empieza por uno mismo y los periodistas nos encontramos de la noche a la mañana convertidos en sector esencial. Espejo de nuestro entorno, se nos hace difícil asumir protagonismos. Representantes de los medios de comunicación de Bizkaia son copartícipes de esta primera entrega. Como todos, hemos convivido con los miedos, las dudas, las esperanzas y el desgaste emocional. Los nuestros y los ajenos. Incluso, en el caso de la prensa, con la incertidumbre sobre el futuro de un sector con su distribución restringida allí donde un café se acompaña de una pasta pero no de un periódico. Seguimos y seguiremos, en el tacto amable del papel, en la caricia de una voz o en la inmediatez de la información digital. Mila esker, lankideok!