Begoña Ibarrola ha participado en el programa de apoyo emocional a los sanitarios, iniciado en la primera ola por el servicio de Psiquiatría del hospital de Galdakao, y que ahora se ha extendido a todo Osakidetza. "El personal sanitario está sometido a mucho estrés por el encuentro con la muerte y el sufrimiento constante. Por eso, hay que enseñarles a desarrollar técnicas de resiliencia y que sean capaces de enfrentarse a las dificultades sin romperse", dice.

El apoyo psicológico es básico.

—Es un recurso que se tenía que haber brindado antes. Porque ahora ya pillamos a algunos profesionales tarde, con gente de baja por depresión, gente paralizada, incapaz de tomar decisiones. Muchos se han quedado en el camino, algunos me han comentado que han llegado a abandonar el trabajo porque, a veces, se juntaba con situaciones personales complicadas. Hay que entrenarse en la resiliencia, no es algo que se aprenda leyendo un libro de autoayuda.

La llamada fatiga pandémica para los sanitarios es brutal. ¿Qué inquietudes le expresan?

—Ellos me dicen que no pueden más. Se sienten muy estresados y con mucha ansiedad. Necesitan un trabajo en equipo con gente que se entienda con la mirada y eso no se consigue de un día para otro. También necesitan turnos más humanos y más cortos para recuperarse.

Usted les enseña técnicas y estrategias prácticas.

—Les explico qué es la resiliencia, o la capacidad de adaptación. Y doy estrategias para aplicar en el entorno laboral. Por ejemplo, el autoconocimiento que permite conectar con ese estado que te dice que igual has llegado al límite. También aprender a regular las emociones, sobre todo las que surgen en momentos de ansiedad. Les enseño técnicas de relajación y respiración para afrontar situaciones con tanta incertidumbre.

Están obligados a desarrollar sus fortalezas personales.

—Sí, y elementos como la automotivación. Deben tener un proyecto vital, metas y objetivos más allá del laboral. No pueden hundirse por esta situación que, al fin y al cabo, es temporal. Y también hago hincapié en el sentido del humor. Eso no significa negar la realidad, si no ser capaz de tener una visión más optimista y una actitud más positiva ante las cosas que suceden.

Es vital una red social de apoyo.

—Si, eso es básico, familiares, amigos que te ayuden en situaciones difíciles. Y hay que dar las gracias por lo que tenemos, no solo hablar de lo que perdemos o de la situación tan negativa que vivamos.

Ahora el problema es ver la luz al final del túnel.

—Aunque la situación es diferente a la de marzo y abril porque saben cómo manejar mejor la enfermedad y los pacientes, ahora el problema es cómo va a quedar la gente que sobrevive. Porque hay pacientes con graves secuelas físicas y mentales, enfermos con pérdidas cognitivas muy importantes porque el virus se comporta de forma muy diferente según el paciente. Los sanitarios están preocupados porque hay muchos efectos secundarios a nivel cerebral que ellos no contemplaban.

Para la sociedad en general, está siendo un periodo durísimo.

—Es muy duro porque los niveles de incertidumbre son muy altos, hay mucho miedo y mucho estrés. Y eso nos hace muy vulnerables. Por ejemplo, las mascarillas, el no ver las caras, a nivel psicológico, produce muchos efectos negativos.

¿Por qué?

—Porque los seres humanos somos seres sociales y el reconocimiento de la expresión gestual de las emociones es básico para convivir. Ahora la gente no está relajada porque no ve la cara de la persona con la que está. Y esto va a traer secuelas.

¿Nos vamos a acostumbrar a no vernos la cara?

—No, nos vamos a aguantar. Llevarlo bien, no, porque no forma parte de nuestra naturaleza como seres sociales que somos. Fíjate, los niños. Hay niños que han llegado a colegios nuevos y no conocen a sus compañeros porque nunca les han visto la cara entera.

¿Los ojos no son suficientes?

—Los ojos son el 25%, las cejas otro 25%, pero el 50% es la boca.

"El uso de las mascarillas y el no verse las caras, a nivel psicológico, produce muchos efectos negativos"