Cuando su marido tuvo que reincorporarse presencialmente al trabajo, después de que en mayo se le terminara el ERTE, decidieron que lo mejor era separar su convivencia. Toda precaución para evitar el contagio de coronavirus es poca para Eva Palacio, una vizcaina que sufre varias patologías pulmonares de gravedad. La última determinación preventiva de esta familia, y la más difícil, ha sido que su hijo Aratz, de 11 años, no acuda al colegio donde está matriculado. Desde hace un mes, el niño, que continúa escrupulosamente con sus estudios sin salir de casa, suma faltas que podrían conllevar la entrada en acción de los Servicios Sociales y de la Fiscalía de Menores. "Solo pedimos que le dejen estudiar on line, como en el confinamiento", evidencia Eva Palacio, quien ejemplifica el absentismo escolar por miedo al coronavirus.El 1 de septiembre esta madre de Abanto se puso en contacto con la maestra de su hijo en el Colegio Cantarranas de Muskiz. "Les propuse que se pusiera una cámara en la clase para que el niño pudiera seguir las clases", explica. No solo no les dieron esa opción sino que no tienen forma de saber el ritmo en el que se imparten las materias. "Nos dijeron que entendían mi situación pero que tenían que acatar las órdenes del Gobierno", expone Eva Palacio, que ayuda a su hijo en la medida de lo que puede aunque con el euskera tiene sus limitaciones. "Hemos dividido las asignaturas. Por las mañanas he cogido a una chica para que le haga videollamadas y por las tardes tengo una sobrina, que está en la universidad, y también le orienta", revela. A través de otra madre saben que Aratz va más adelantado que el resto de sus compañeros. "Hacemos todo lo que podemos. Que no vaya a clase no quiere decir que pasemos de la educación de nuestro hijo", sentencia.

Eva Palacio tiene EPOC, una enfermedad respiratoria crónica, y una bronquiectasia. "El tema pulmonar lo tengo bastante tocado", asevera. Hace años contrajo la gripe A, estuvo ingresada e intubada. "Mi cuerpo reaccionó a la medicación, pero ahora la situación es diferente", considera. Por eso, cuando su marido reanudó el trabajo, no dudaron en separar la convivencia. "Vivimos en una casa de dos plantas. Desde mayo el crío y yo dormimos en la misma cama y mi marido se ha trasladado a la habitación de nuestro hijo", explica. Tampoco comparten el baño ni el espacio para comer. "Planificamos el garaje como una especie de cocina y ahora es donde come y cena mi marido", explica. "He tomado medidas extremas para evitar el contagio, ¿y ahora voy a mandar a mi hijo al colegio?", plantea la madre de Aratz, que además es asmático.

Esta vizcaina considera que dada la situación actual han decidido dar prioridad a la salud, aunque sin dejar de lado la educación de su hijo. "Quizás estamos siendo muy extremistas, pero si contrajera el coronavirus habría posibilidades de que Aratz se quedara huérfano", exterioriza esta madre, quien asegura que cuesta mucho tomar la decisión. "Muchas veces me siento mal. Es muy duro abrir la puerta del garaje y darle la cena a tu marido. Incluso me he planteado ir a vivir yo sola un tiempo para que ellos sigan adelante con su vida. Lo están haciendo para protegerme a mí. Con mi marido llevo sin darnos un beso o un abrazo desde mayo", revela mientras se le quiebra la voz al otro lado del teléfono. "Hay gente que nos ve como bichos raros, no nos entiende. Lo único que queremos es seguir con nuestra vida, adaptándonos a la situación actual", manifiesta esta vizcaina, quien subraya que su hijo no está encerrado. "Damos paseos por la zona de Kobaron, cogemos la bicicleta... y, a través de videollamadas, juega con su primo", detalla.

Consecuencias

A finales de septiembre la maestra de Aratz informó de las faltas de asistencia a Inspección, que podría abrirles un expediente y, en última instancia, se les remitiría a la Fiscalía de Menores, que unificó criterios frente al absentismo escolar por la crisis del coronavirus. Según recordaron al inicio del curso escolar, en los tramos de edad comprendidos entre 6 y 16 años, "persiste la obligación legal de escolarización imperativa en los términos y condiciones establecidos por las legislaciones estatal y autonómica aplicables en cada caso". Por ello, recordaron que su "desatención voluntaria, injustificada y persistente acarreará las consecuencias legales derivadas del incumplimiento de los deberes inherentes a la patria potestad". Conscientes de las consecuencias de su decisión, la familia de Eva Palacio ha contratado los servicios de un abogado para recibir asesoramiento legal.

"Nos sentimos desprotegidos, abandonados", asegura la abantoarra, a la que no le sirvió presentar un escrito en el colegio, adjuntando informes médicos en los que se detallaban sus dolencias. "Tenemos patologías de riesgo, pero como no estamos en el grupo de la tercera edad parece que no existimos", revela esta vizcaina que se ha movilizado para encontrar a otras personas en la misma situación y unir fuerzas. "Hemos creado un grupo de WhatsApp donde hay varias familias vizcainas. Por Andalucía y Catalunya también debe de haber mucho movimiento", expone mientras asegura que conoce a mucha gente que tiene miedo de llevar a sus hijos al colegio pero temen aún más las consecuencias legales derivadas de no llevarlos. "La gente como yo no podemos asumir la nueva normalidad, considera.

Eva Palacio expone que en el colegio de su hijo ha habido varios positivos y que el primero, de hecho, fue en la clase de Aratz. "El protocolo con el que se actúa es vergonzoso: no han cerrado el aula, no han hecho PCR a los alumnos...", afirma. "Vamos a alargar la situación hasta que haya un tratamiento", revela esta madre, que ya está pensando en el homeschooling como plan B. "Nos hemos estado informando. Sabemos que en Euskadi hay legislación que lo apoya porque ha habido sentencias a favor de los padres", explica. Mientras tanto, espera que la situación no pase a mayores. "Estamos en el punto de mira. Como responsables, la presión a la que estamos sometidos es enorme", concluye.