Hoy echa a rodar el curso escolar 2020-2021 de manera escalonada debido a la pandemia, con la vuelta a las clases de los alumnos de Infantil, Primaria y la primera etapa de ESO entre fuertes medidas preventivas. La adaptación de horarios y costumbres tras el verano alcanza esta vez cotas desconocidas. No se trata de una vuelta al cole al uso, como no lo es nada de lo que viene ocurriendo desde mediados de marzo. El alumnado, tan necesitado de rutinas, y los equipos docentes deberán acomodarse en el regreso a las aulas después de medio año sin verse las caras de modo presencial. Los abrazos y besos por el reencuentro serán cosa del pasado. Los tiempos han cambiado.

Arranca el curso más incierto en medio de la segunda ola de la pandemia. Es la enseñanza, esta vez con mascarillas y distancias, la que llama ahora a la puerta. Y lo hace con una decidida apuesta por el aprendizaje presencial y el desafío que todo ello conlleva. Los equipos docentes llevan tiempo trabajando en ello, y las familias cruzando los dedos. El profesorado no lo va a tener fácil en estos primeros compases en los que muchos esquemas de trabajo habituales se han roto. Simplemente, evitar el contacto físico es un quebradero de cabeza, más aún entre un sector de población que por definición no siempre atiende a las recomendaciones y que en las edades más tempranas ni siquiera llegan a comprender.

Los alumnos regresan meses después de abandonar abruptamente las aulas tras decretarse el cierre de los colegios por el coronavirus, allá por el mes de marzo. Miles de alumnos se reencuentran así, entre el temor de padres y madres por los contagios y la inquietud de los profesores, ante un arranque escolar que jamás han conocido. "Hay ganas de responder al reto de la mejor manera posible, con una grandísima responsabilidad pero muchas dudas sobre el modo de encauzar todo esto en el día a día", suscriben varios miembros de la comunidad educativa consultados.

Iñigo Salaberria preside Heize, la Federación de directores y directoras de la Escuela Pública Vasca. Lamenta que las fechas se hayan echado encima sin acabar de estar las cosas del todo claras. "Hay muchos frentes abiertos, y nos preocupa algo de lo que hemos hablado poco: cómo vamos a responder a las necesidades con las que lleguen nuestros alumnos. Hay que prestar especial atención a su estado emocional. Ha sido mucho tiempo. Han estado ausentes de las aulas desde hace casi medio año", resalta. Conocer "su estado vital" es a su entender prioritario. También el de los equipos docentes: "Estamos ante una situación de estrés y nerviosismo que no es fácil de gestionar".

Simón Setién habla a título personal. No quiere que sus palabras impliquen al centro en el que trabaja. Es profesor de inglés, funcionario de carrera sin destino definitivo y ocupa una plaza vacante en una escuela pública. Es uno de los responsables de derivar posibles casos de contagios por covid-19. "Nos encontramos ante una situación compleja porque se nos piden protocolos de contingencia que son imposibles de cumplir. Los espacios no están preparados para respetar la distancia de metro y medio, las mascarillas las traemos desde nuestra casa y la incertidumbre que sobrevuela es increíble", confiesa. Antes de que comience el curso "ya estamos viendo que no se pueden cumplir los requerimientos de higiene y seguridad".

Huelga

Es la batalla que libran a partir de ahora todos los centros, que vienen manifestando estos días atrás falta de recursos para acomodarse a los nuevos tiempos, lo que ya ha dado pie a un comienzo escolar convulso, con una convocatoria de huelga para el día 15, secundada por todos los sindicatos del sector de la enseñanza vasca.

Los soportes digitales se convirtieron en la tabla de salvación para cumplir el expediente del último cuatrimestre del curso pasado. Escolares y docentes solo pudieron verse las caras a través de la pantalla, algo que no deja de ser un sucedáneo de la vida real. "A partir de ahora las cosas cambian". La falta de relación directa se ha prolongado más de lo esperado y el reecuentro se producirá hoy con una mascarilla de por medio y extremando las medidas de higiene, también en los comedores. "Donde había ocho alumnos por mesa, ahora hay cuatro. Trataremos de que estén el menor tiempo posible, incluso adaptando los menús a sus gustos para evitar que se eternicen comiendo", explica Lurdes de Cea, que trabaja en la jangela de La Anunciata Ikastetxea.

Las circunstancias han cambiado y hace falta reinventarse, como dice Salaberria, de la escuela pública. "Lógicamente, los condicionantes son grandes, pero el nivel de responsabilidad de cada uno de los actores es diferente. A nosotros nos toca la atención directa con el alumnado y las familias para que la seguridad y la confianza sea la mayor posible, pero a la Administración le compete que nuestras herramientas sean las mejores posibles", sostiene.

Montse Alkorta, directora de la ikastola de Urretxu-Zumarraga, cruza los dedos. "Cuidaremos las entradas y salidas para que no coincidan los alumnos, estableceremos grupos burbuja y se impondrá el uso de la mascarilla. A ver si entre todos conseguimos dominar los contagios".

El centro cuenta con cerca de mil estudiantes. "Cuando se ha hablado de la posibilidad de utilizar los espacios que existen en el pueblo, hemos visto que resulta prácticamente inviable en la organización de un centro. Sobre todo es ingestionable en niveles de Secundaria y Bachillerato en los que los profesores andan de un aula a otra. Además, no existe en el pueblo tanto espacio como para desdoblar tantas aulas. El papel soporta muchas cosas, pero en el día a día surgen muchísimos inconvenientes".

La consigna era de 25 alumnos por aula y uso de mascarilla a partir de tercero de Primaria. "Hicimos un planteamiento de grupos burbuja, de manera que en el caso de que se confirmara un caso positivo fuera más fácil realizar el rastreo. La idea era aislar a un grupo, y no a todo el centro". El plan de retorno se diseñó bajo esa premisa: grupos burbuja, y entradas y salidas escalonadas utilizando todos los accesos posibles que tiene la ikastola. "Ese fue nuestro planteamiento inicial, pero ahora el cambio ha venido desde el Gobierno vasco, que nos marca la distancia que tiene que existir entre alumnos. Tiene que haber un metro y medio entre ellos, aunque utilicen mascarilla, y vemos que va a ser muy difícil garantizar esa medida".

Se convierte en un contratiempo en función de la ratio de alumnos. Ven que no es posible guardar la distancia. "En Bachillerato, la ratio máxima es de 35 alumnos y tenemos 34. Los espacios no nos dan. Ante esta situación, vamos a poner el foco en el uso de la mascarilla y el grupo estable, sabiendo que la distancia entre alumnos no va a ser posible en todos los casos". Las últimas directrices de Educación se han marcado el 28 de agosto, lo que ha generado "cierta intranquilidad". En todo caso han hecho un buen plan de retorno, tenemos confianza e ilusión. Todos necesitamos volver a clase y tendremos que ir gestionando la situación según vayan surgiendo los diferentes escenarios".

"Tenemos que prestar especial atención al estado emocional de los alumnos"

Dirección Escuela Pública Vasca

"La situación es compleja; piden protocolos de contingencia que son imposibles de cumplir"

Profesor de referencia ante casos covid