OS jardines interiores del hospital de Basurto parecen tranquilos. Es 14 de agosto. Nada hace presagiar el frenético movimiento que se desarrolla en el pabellón Gurtubay, donde se encuentran los laboratorios. En el área de PCR la actividad es incesante. El Servicio de Microbiología no da abasto y el trabajo se ha disparado hasta el infinito con más 40 personas (solo por la mañana) sin descanso. "La semana pasada analizábamos unas 700 muestras diarias y ahora estamos en las 1.500", explica Ruth Figueroa, jefa de Control de Infección.

El laboratorio ha reforzado los turnos para responder al desafío. Lejos queda librar. "Estamos más facultativos, más personal, ahora mismo hay diez técnicos extras solo para PCR de coronavirus. Y necesitamos más porque trabajamos 24 horas siete días a la semana", ratifica Mari Carmen Nieto, responsable de las PCR, llamadas así por las siglas en inglés de "reacción en cadena de la polimerasa". El mejor test para diagnosticar el famoso bicho.

En esta segunda ola no se puede dar tregua al virus. Y la visitante de Gurtubay se encuentra con pantallas, cajas de guantes y mascarillas, sofisticados aparatos, gel higiénico y muchos tubitos de colores por todas partes. Los técnicos que radiografían el virus, van y vienen cargados de muestras, contenedores, bandejas... El testeo masivo es lo más recomendado para controlar la pandemia.

Por eso estos días, el robot Hamilton es su mejor amigo. "Es un extractor de ARN del material genético. Allí se mezcla el reactivo. Entran 94 muestras a la vez. Luego completa el trabajo el termociclador", explica Marta Salazar, técnico de laboratorio, aportando a su interlocutora un montón de detalles técnicos que, evidentemente, no entiende. Y es que la PCR es una prueba compleja que precisa personal entrenado y preparado para su realización.

La técnica utilizada para detectar el coronavirus no es nueva. Fue diseñada por el Nobel de Química Kary Mullis y en los años 80 revolucionó la genética. "Como diagnóstico microbiológico es la prueba más utilizada y la que más futuro tiene porque es la más rápida, la más sensible y la más específica. La usamos para detectar cualquier infección, también en genética, o en autopsias para identificar cadáveres", desvela Nieto con todo lujo de detalles.

Recuerda que "cuando empecé a trabajar en Microbiología hace 15 años se usaba en cosas puntuales porque era una técnica muy cara y sofisticada. Pero ahora se ha automatizado, muchos laboratorios tienen reactivos y se ha bajado mucho el precio. Prácticamente se usa para todo". Resulta tan eficaz y tan recomendada que Euskadi va camino del medio millón de pruebas PCR. Y eso que cada una de ellas supone un coste entre 25 y 27 euros por determinación, "¡ojo! solo lo que es el reactivo, luego hay que contar la mano de obra", indican.

Un hisopo por la nariz

Los tests se realizan con la ayuda con un hisopo largo que se introduce en la nariz. "Es una prueba desagradable pero concluyente". Se puede llegar a la faringe, que es donde está el virus, a través de la nariz o de la boca, pero es mucho más efectiva la nariz. Para recoger bien la muestra el hisopo debe ir profundo. Si no molesta es que no se hace bien, así que luego hay cierta sensación de picor en esas zonas", describen.

La muestra va a un medio líquido que transporta y conserva el virus y que debe mantenerse en nevera a unos cuatro grados de temperatura hasta que llega al laboratorio. "Una vez aquí, extraemos el líquido e inactivamos la muestra. La tratamos por vía urgente, para pacientes que tienen que operarse de forma inmediata. Otra vía distinta es para los enfermos que están en Urgencias y deben ingresar rápidamente, que tarda unas tres horas. Y luego están las pruebas rutinarias", señala Nieto.

"En la recogida de muestras intervienen múltiples equipos, desde Salud Pública, a los equipos de Diputación o de Atención Primaria que tiene que gestionar el trabajo del personal de Enfermería. Así que normalmente nos llegan al día siguiente de ser recogidas", matiza Figueroa, quien hace una llamada encarecida; "hay que recordar que la gente debe estar en casa hasta que conoce el resultado de la prueba".

De hecho, revela que "las gestoras (conocidas como rastreadores del virus) comentaban el otro día que, a veces, llaman a positivos y les contestan desde la playa". "Muchos no están concienciados porque son asintomáticos y se encuentra bien. Pero gracias al trabajo de las gestoras se detecta a muchos de ellos. En esta segunda fase hemos empezado localizando muchos positivos entre chavales de 15 a 20 años. Y ahora ya nos están llegando de 70 para arriba", se escandalizan ambas especialistas.

En el laboratorio no cabe ni un alfiler. Microbiólogos, técnicos, especialistas, enfermeras... se agolpan en un trajín infernal. La visión es ya apabullante desde la sección donde llegan las muestras. Porque si trabajar a contrarreloj y a destajo no fuera suficiente, lo hacen en un área pequeña. "El 30 de diciembre sufrimos un incendio en la planta de arriba donde estaba la sección de PCR, Virología y Serología, y está inutilizada. Creemos que en octubre estará lista, pero para poder funcionar acondicionamos una zona de despachos para las PCR", justifican.

Desde marzo, el trabajo no ha cesado ni un minuto. "Esto no es como la gripe. Esto son ondas y además la enfermedad tarda mucho más en incubarse. Una cosa es lo que trabajamos a nivel hospitalario, y otra, todo lo que hacemos con los rastreos. No es lo mismo si hay un brote que si no lo hay, si el foco es de transmisión comunitaria o si es un brote hospitalario. Son momentos muy duros", confiesa Figueroa.

"En junio, cuando empezábamos a relajarnos un poco, tuvimos el brote aquí en el hospital. Hubo que procesar más de 5.000 muestras en un fin de semana", se lamenta Nieto. "Menos mal que tenemos todo prácticamente automatizado, aunque eso requiere unos equipos y una especialización que no es fácil de conseguir, y además seguimos haciendo todas las otras cosas". Su compañera describe cómo "en plena pandemia estaba todo paralizado y solo hacíamos PCR de coronavirus. Pero al acabar el confinamiento han reaparecido otros microorganismos, y otros virus y bacterias de verano".

A salvo del 'bicho'

Las medidas de seguridad son exquisitas; mascarilla FPP2 y bata extra como refuerzo. Los técnicos que manejan muestras respiratorias trabajan, además, en una campana de bioseguridad. Y eso les ha mantenido a salvo del bicho. "Hemos tenido la suerte de no tener ni un solo contagio", se felicita Figueroa. "Contagiarte con una muestra es dificilísimo porque tendría que caerte prácticamente encima pero nunca se sabe", toca madera Nieto como encargada.

Las expertas no recomiendan hacerse la prueba al tuntún. "Es absurdo porque habría que hacérsela a todas horas. Puedes someterte a una y dos horas más tarde infectarte. Muchos amigos me dicen: Voy a ver a mis padres ¿me recomiendas que me haga la prueba? y yo les digo: Si no tienes síntomas, toma las precauciones debidas y ya está".

"La gente no lo termina de entender. Un test negativo solo proporciona una falsa sensación de protección y puede ser incluso contraproducente", coinciden. Nieto reconoce que aunque la fiabilidad de las pruebas está garantizada, sí se han producido algunos falsos negativos motivados, fundamentalmente, por una mala recogida de muestras.

Ellas (porque en un 90% son mujeres las que tutean al virus) conviven tan de cerca con el peligro que temen que empeore. "Es difícil evitarlo. No estamos aislados. Además, como laboratorio, vemos que luego viene la época de otros virus respiratorios y el problema es que todos tienen los mismos síntomas". Por ello, Figueroa llama encarecidamente a vacunarse contra la gripe. "Si la gente se vacuna habrá menos sospechas de coronavirus. Y ya si conseguimos combinarlo con el resto de medidas, mascarilla e higiene de manos, sería la bomba", expresa. Mientras tanto, todas cruzan los dedos para contener la epidemia. Y ellas más que nadie.