La cartilla covid-19 ha pasado de ser la gran esperanza blanca para la vuelta a la nueva normalidad, al gran fiasco. En la operación Desescalada ya se propuso identificar a las personas que habían pasado el coronavirus con un pasaporte serológico o inmunológico, una especie de DNI vírico, que demostrase la inmunidad de la población. Sin embargo, la comunidad científica desacredita este DNI sanitario ya que se desconoce cuánto dura la inmunidad o si puede contagiar alguien inmune y considera que “no aporta nada de cara al control o la transmisibilidad de la infección”. Pedro Gullón, vocal de la Sociedad de Epidemiología, señala que “existe un consenso internacional respecto a que estas cartillas tienen problemas tanto éticos como técnicos que las desaconsejan” y recuerda que en el Estado español se barajó la idea en varias comunidades hace unos meses y todas lo desecharon.

Pese a ello, el anuncio realizado la semana pasada por Isabel Díaz Ayuso, de implantar una cartilla covid en la Comunidad de Madrid, ha reabierto el debate y ha obligado de nuevo a los expertos a sacar tarjeta roja al pasaporte. Junto a su escasa fiabilidad, el alto volumen de pruebas que se necesitarían lo hacen impracticable. Según la revista Nature -con casi 2,2 millones de habitantes-, requeriría cinco millones de pruebas serológicas para validar el estado inmunitario de su población. Y es que el mínimo es de dos pruebas por persona, ya que cualquiera que haya dado negativo podría infectarse más tarde y necesitaría una nueva PCR para obtener la certificación inmunológica.

un documento sin utilidad

“A día de hoy, la cartilla covid no tiene utilidad, porque, cuando una persona ha pasado la enfermedad, no sabemos ni cuánta inmunidad ha generado y ni siquiera por cuánto tiempo”, explicó a Efe el presidente de la Sociedad Española de Inmunología, Marcos López Hoyos. Para el doctor, el problema es que “el pasaporte no garantiza durante cuánto tiempo y con qué intensidad estás inmunizado y, si se miran los anticuerpos -advierte-, hay que tener en cuenta con qué método se hace, porque no todos son igual de fiables”. A juicio de Guillermo Quindós, catedrático de Microbiología de la Facultad de Medicina de la UPV, aunque una persona no presente inmunidad en los test, puede que ésta sí que exista. “Entre un 10 y un 20% de las personas que han contraído el virus ya no tienen anticuerpos detectables al cabo de dos meses, según los métodos de detección actuales; pero eso no quiere decir que no tengan inmunidad, sino que no es detectable”.

Al margen de las cuestiones médicas, estos pasaportes también despiertan dudas juridicas y éticas sobre la protección de datos. La Organización de Consumidores y Usuarios considera que no es aceptable por la falta de fiabilidad y “por su dudosa legalidad, ya que deja al descubierto datos de salud confidenciales”. Su utilización crearía además un precedente peligroso porque los métodos para la certificación inmune del SARS-CoV-2 podrían ampliarse para incluir información de tipo personal como, por ejemplo, registros de salud mental o resultados de pruebas genéticas.

Infección. Una PCR negativa no descarta que al minuto de la prueba no haya una infección.

Falsa seguridad. Puede crear una sensación de falsa seguridad y que al tener este pasaporte uno puede pensar que está protegido y relajarse con otro tipo de medidas como mascarillas o lavado de manos.

Sin garantías. Según la OMS, “actualmente no hay evidencia de que las personas que se han recuperado, tengan anticuerpos y estén protegidas de un segundo contagio”.

“No sabemos ni cuánta inmunidad genera una persona, ni siquiera por cuánto tiempo”

Presidente de Sociedad de Inmunología