"Se acabó la angustia, pero ahora viene otra etapa; la del duelo". Estas son las palabras de Aitor Freire tras dar a conocer que los restos óseos que halló la Ertzaintza el pasado 8 de junio en un sendero camino al Pagasarri pertenecen a su padre, Luis Freire, que desapareció hace justo un año y cuya historia recogimos en las páginas de DEIA. Desde ese instante, la familia se ha mantenido en pie, aunque eran realistas: "Necesitábamos saber algo, sobre todo por mi ama, para darle el último adiós. Es una tranquilidad pero, por otra parte, tu padre ya está muerto", lamenta.

Luis Freire, con un principio de demencia con rasgos de Alzheimer, tenía 85 años cuando el 26 de junio de 2019 desapareció en el barrio de Arabella de Bilbao sin dejar rastro. Casi un año más tarde, el 8 de junio, agentes de la Ertzaintza localizaron detrás del edificio de Iberdrola, en un sendero camino al Pagasarri, un cuerpo al que le acompañaban varios enseres personales. "Me llamaron para reconocer el cuerpo y cuando vi las fotografías sabía que era mi padre por ciertos detalles como las zapatillas y una tarjeta de teleasistencia que podría ser de mi madre. Tras reconocerlo, el caso se pasó al juez y pidieron unas pruebas de ADN con las que pudieron confirmar que era él", cuenta.

Desde su desaparición se realizaron varias batidas sin éxito por la zona de Begoña, Unamuno y Arriaga, donde según la Ertzaintza, fue grabado por última vez. "La imagen no era buena y por los andares nosotros estábamos seguros de que no era él, pero es difícil saberlo", apostilla. Por ello, los agentes barajaron la posibilidad de que pudiese caer a la ría, y con esa pista decidieron adentrarse en el agua aunque no encontraron nada concluyente. No obstante, ni la familia ni la Ertzaintza dudaron de una imagen más nítida que le situaba, una hora y media después de salir de su domicilio para ir a costarse el pelo, en el barrio Andramari de Begoña, saliendo de la boca de metro de Unamuno. "Mi aita siempre hacía lo mismo. Iba a casa a comer a la misma hora y un día, mi ama me llamó preocupada porque no llegaba. Por eso no me entra en la cabeza que en pleno centro de Bilbao nadie le haya visto. Para ir al Pagasarri tuvo que cruzar toda la ciudad y no me cuadra", apunta.

Toque de atención Por este motivo, Aitor Freire quiere advertir a la sociedad sobre la problemática que viven las personas mayores con el fin de evitar desapariciones y evitar fatales desenlaces. "Hay que prestarles más atención. Hay un problema social muy fuerte y es una generación que se nos va. Yo veo mucha gente despistada y nadie les ayuda. Hay que tener mucho cuidado y mucho ojo porque tienen una mirada especial, y no deja de desaparecer gente a diario. Nadie me va a devolver a mi padre y para que estas cosas dejen de pasar tenemos que poner más atención a nuestro alrededor", concluye.