Marisa Rozas ha sufrido prácticamente de todo: la pérdida de una hija recién nacida, malos tratos, depresiones, un intento de suicidio, fibromialgia... En su historial no puede caber más sufrimiento. O sí, porque a día de hoy ni la morfina que toma le calma del todo los dolores de las articulaciones. Mucho menos los del alma. "Ha hecho ahora 32 años desde que se me murió mi niñita y una parte de mí con ella. Todas las noches salgo al balcón, miro hacia al cielo, busco la estrella que más brilla y le hablo", confiesa. Y lo hace desde el balcón porque Marisa hace casi un año que no sale de casa. "Lo justo para ir al médico, pero muy mal. Tenía que pararme, me mareaba... Llegaba reventada".

A su "miedo a no poder andar", se le sumaban otros inconvenientes. "Me molestaba el bullicio de los coches, de la gente... Era horrible. Me metía en la habitación a oscuras y me quedaba allí. No tenía ganas ni de salir ni de nada", recuerda. Y ahora, con la pandemia, muchísimo menos. "Me da pánico salir a la calle. Esto ya me pasaba antes, pero a partir del coronavirus, reconoce. Y eso, dice, que "apagaba la tele porque era un bucle y no quería saber nada".

Su principal temor, dado su delicado estado de salud, es infectarse. "Tengo pánico porque como tengo tantas cosas y estoy como estoy, si salgo un día por ahí y me lo contagia alguien, sería el remate. Por eso cuando sale mi hijo a la calle le digo que se ponga la mascarilla, los guantes y todo. Y yo me asomo a la terraza, tomo el aire...", cuenta. Pese al miedo a enfermar, Marisa pide "que si alguien tiene que morir", se muera ella antes, porque no puedo, no puedo", repite, bajo la sombra de sus "traumas".

Nacida en Basauri, residente en Castro, Marisa tiene reconocida, a sus 61 años, una pensión por incapacidad. Siempre ha sido "muy trabajadora", un "culo inquieto", bromea. Al tener que abandonar su empleo por sus dolencias, se le cayó el mundo encima. "He trabajado en hostelería, he cuidado a gente mayor, a un bebé... Cuando estuve en la Unidad del Dolor, en Basurto, y el doctor me dijo que no podía trabajar, me quedé hundida, con las depresiones. Me veía inútil e intenté suicidarme", se sincera.

Por suerte, sigue luchando. Si se le dice que ha tenido una "vida muy dura", resopla, como pensando: si yo te contara... Cuando "estaba un poco mejor", rememora, "iba a las terrazas de Castro, pero ahora, con todo lo que tengo, no puedo ir ni con mascarilla. Así que aquí sigo confinada", se resigna.

El caso de Marisa no es una excepción. "La agorafobia es algo que probablemente, si no persistía en el cuadro clínico de los enfermos, sí que se ha producido con esto del covid", comenta Antonio Valcárcel, presidente de la Asociación para la Ayuda y Autoapoyo a los Enfermos Depresivos de Euskadi, Tubal, quien explica que el que la sufre "o no sale o si sale, acompañado, todo lo más que puede ir es al supermercado y enseguida empieza a dudar de la efectividad de la mascarilla y le empieza a dar vueltas a que no filtra bien porque el virus es más fino que los poros".

También hay, detalla, quien "se encierra en casa y piensa que el virus fue creado en un laboratorio y que quieren aniquilar a parte de la raza humana porque el planeta se está hundiendo como consecuencia de la masificación. Son esquemas que te exponen y que les llegan a obsesionar". Como la idea que le ronda la cabeza a "un enfermo bipolar" que le dijo: "Lo que no han conseguido los islamistas, lo están logrando ahora con las máscaras. Quieren que vayamos igual que ellos". O como quien cree que "esto es una guerra biológica o que el virus estará siempre al acecho. Todo les produce un miedo no muy consciente en función de la enfermedad que tengan", señala.

Convencido de que "ha habido un aumento de las tendencias suicidas porque piensan, entre otras cosas, que el mundo se acaba", Valcárcel deja constancia de los que han "sufrido un agravamiento de su enfermedad mental en casa porque los familiares tenían miedo a que se contagiaran en los hospitales" y reclama "estadísticas de cuántos se han contaminado por el covid" en los distintos centros.

"Como tengo tantas cosas, si salgo un día por ahí y me lo contagia alguien, sería el remate"

Padece depresión y fibromialgia

"Han aumentado las tendencias suicidas porque piensan que el mundo se acaba"

Presidente de la asociación Tubal