"Han sido dos meses y medio muy intensos", reconoce el viceconsejero de Transportes, responsable de que trenes, metro, autobuses y tranvías facilitaran la escasa movilidad permitida a una sociedad confinada. Un escenario con muchas restricciones para viajeros y trabajadores del sector y que supone graves pérdidas económicas para las instituciones.

Valore la gestión del estado de alarma en la movilidad vasca.

—Teniendo en cuenta que el transporte se consideró servicio esencial en unas circunstancias complejas y desconocidas, con condiciones muy difíciles en todos los transportes, creo que hemos sido capaces de responder bien a los requerimientos de la sociedad en cada momento.

El batacazo a nivel de usuarios ha sido total y todavía se mantiene.

—Es que la demanda ha caído entre un 80 y un 90% desde la semana anterior al estado de alarma.

¿Tiene cifras?

—El 10 de marzo, un día laborable normal, usaron el transporte público de Euskadi, a excepción de las líneas de Renfe, 758.000 viajeros. El 24 de marzo, diez días después de entrar en vigor el estado de alarma, 102.000 personas, un 13% de lo habitual. Si nos vamos al 2 de abril, cuando se restringieron todas las actividades económicas, caímos a un 90% y solo se movieron 76.156 viajeros.

Fue el punto más bajo.

—Fue un punto de inflexión. Con el inicio de la desescalada se ha subido. En la fase 1, el 11 de mayo, se creció un 32% con respecto a la semana anterior, y el día 25, con la fase 2, se aumentó otra vez un 45% más.

¿Y a día de hoy?

—El pasado martes contabilizamos 358.000 personas, es decir, un 47%.

Más de la mitad por recuperar.

—Sí, pero hay que tener en cuenta que con normalidad en el ámbito educativo esta cifra sería mayor, que muchas empresas están en teletrabajo aún, que entramos en la época estival... Los crecimientos van a ser sostenidos.

O sea que hasta septiembre no se alcanzarán las cifras de marzo...

Con la actividad educativa, sí.

¿Habrá aglomeraciones con aforos restringidos en autobuses y metro que irán llenos en hora punta?

—Es posible que la distancia social no se pueda mantener en hora punta, por eso será esencial la mascarilla.

Como al inicio de la pandemia, con esos vagones de metro atestados.

—Fue solo un día y de manera puntual. La sociedad no asumió lo que venía con la declaración del estado de alarma. La gente fue a sus empleos de forma masiva y la oferta de transporte determinada para ese lunes fue escasa. El martes ampliamos la capacidad y no hubo problemas.

¿Habrá que comprar más trenes para asegurar el aforo recortado?

—No estamos para comprar más trenes y es difícil meter más frecuencias, por ejemplo, en el metro.

Pero habrá menos espacio para ser ocupado por el mismo pasaje.

—En términos globales la oferta es muy intensa, es decir, tiene muchas frecuencias. Aún así, hay que apelar a la responsabilidad de los usuarios. Si ven que viene un tren lleno, no pasa nada porque espere al siguiente, que llegará en dos minutos y medio. Salvo raras excepciones, no se van a producir situaciones que reviertan la situación de civismo actual.

Insisto, pero las horas punta...

—Creo que serán esporádicas, además no vamos a tener eventos que muevan grandes masas de viajeros. No habrá partidos del Athletic, ni conciertos ni fiestas patronales...

Lo que es seguro es que los viajes no van a ser igual que antes.

—No, tendrá que ser obligatorio, obligatorio, el uso de mascarilla y los controles de temperatura. Recomendamos que se procure guardar, sin perjuicios de que haya mayores o menores aforos, la mayor distancia posible social. Son las pautas a seguir.

Muchos no comprenden que se diga que es mejor ir en coche que en transporte público.

—Nunca he entendido ese mensaje. El transporte público es sinónimo de salud y de seguridad. También en estas circunstancias. Ese mensaje es un lastre, lo ha estigmatizado como insalubre y poco seguro, y no es así.

Esa estigmatización ¿recortará usuarios los próximos meses?

—No, el transporte se recuperará y seguirá creciendo. Va a ser un activo muy importante para mejorar la salud, en situaciones excepcionales como las actuales, y también de salud pública por lo que supone su uso en términos generales.

La limpieza de autobuses, trenes, o estaciones, ¿prosigue como al inicio de la pandemia?

—Igual de intensa, con desinfección de todos los elementos en todos los transportes como el primer día.

La Autoridad del Transporte de Euskadi (ATE), con todas las instituciones y operadores, no ha tenido pinchazos.

—Con la de hoy (el jueves) hemos tenido veinte reuniones telemáticas en un contexto en el que la ATE, presidida ahora por el Gobierno vasco, tenía la tarea de coordinar a los operadores e implementar las medidas impuestas por el Gobierno de Madrid. Había que interpretarlas y luego ponerlas en práctica, porque nuestras capacidades competenciales estaban, y están, confinadas en cierto modo.

Difícil situación de gestionar.

—Ha sido cuestión de muchísima paciencia hacia Madrid y hacia la entidades locales, y también de un diálogo incesante. No hay otra fórmula y hemos estado a la altura de lo que nos demanda la sociedad y lo que esperan del transporte público.

La actitud de los sindicatos, siempre muy reivindicativos en este sector, ¿ha sido leal?

—Ha sido clave. Han participado activamente en las decisiones con la paciencia y diálogo que hacía referencia. Con cada decreto, había un ajuste de servicios, de plantillas y había que someterlo a los representantes sindicales. Y se han implicado.

¿Las medidas tomadas han ayudado a minimizar la pandemia?

—Sin duda. Nos activamos el 4 de marzo y lo primero fue preservar la salud de los trabajadores. Por mucha atención de viajeros que quisiéramos dar, sino teníamos a nuestro personal sano poco podíamos hacer. Eso ha sido clave para que no hayamos tenido un riesgo colectivo de contagio.

¿Han tenido muchos infectados?

—Apenas. Por ejemplo, en Euskotren, con un colectivo de unas 1.200 personas, ha habido dos casos.

¿Y la actitud de los viajeros?

—Esta sociedad, en general, es muy responsable. Nunca ha sido tan importante la responsabilidad individual de cada uno porque de ella depende la salud colectiva. Si no cumplimos, podemos ser responsables de la extensión de la pandemia.

La falta de viajeros dejará un gran agujero económico.

—Va a ser terrible. Caer la demanda entre el 80 y 90%, también a nivel del Estado, es muy duro. Se tienen que habilitar fondos de ayuda.

¿Los han solicitado?

—El ministro Ábalos lo dijo el miércoles en el Senado. Se ha planteado un fondo de ayudas para paliar los déficits de explotación en las empresas. El ministerio también trabaja con la Unión Europea para que parte de sus fondos vayan a este fin.

¿Tiene datos concretos del aumento de esas pérdidas en el sector?

—En conjunto aún no. En Euskotren, entre 9 y 10 millones de euros. En Metro será bastante más porque hay que tener en cuenta que en los transportes con más ingresos por viajes, el agujero será mayor, y el metro tiene un índice de cobertura del 85%.

Los proyectos que le atañen, TAV, Variante Sur Ferroviaria, Topo..., ¿se retrasarán debido a las consecuencias económicas de la pandemia?

—No, la inversión pública en infraestructuras es sinónimo de empleo y reactivación económica.

¿Se ha parado algún proyecto?

—No, excepto los quince días decretados durante la pandemia. El TAV o la Variante Sur Ferroviaria, como parte de la alta velocidad, continúan. Es un proyecto prioritario que según pasa el tiempo tiene más sentido que nunca y entra dentro de todos los parámetros del pacto verde europeo, con un alto nivel de subvenciones de Bruselas a fondo perdido. Es un proyecto que no puede tener más parones.

¿En Madrid piensan igual?

—El ministro Ábalos se ha comprometido públicamente este martes a ello.

¿Dígame una consecuencia especial que ha extraído de esta crisis?

—Que la administración tiene que ser más ágil y eficiente, tener más capacidad de innovación y adaptación que la actual. A veces se va detrás de lo que la sociedad demanda, en momentos como estos es cuando la administración debe responder.

Le veo autocrítico.

—Es una carencia puesta en evidencia con el covid-19. Los gestores tenemos que ir por delante, anticiparnos. Si no, la actuación es un lastre.

"Que se diga que es mejor ir en coche que en transporte público ha estigmatizado a este último como insalubre y poco seguro, y no es así"

"Nunca ha sido tan importante la responsabilidad individual de cada uno porque de ella depende la salud colectiva"