"Esta crisis nos ha puesto un examen sorpresa y necesita que respondamos de manera individual. Según las respuestas que demos lo aprobaremos o no. La mirada la hemos puesto en los enfermos y ahora tenemos que ponerla en los eslabones más débiles". Carlos Bargos, director de Cáritas, cree que "duplicaremos la atención que prestábamos" y defiende la necesidad de dignificar el modo de ayudar.

Estamos en una fase 2 de superación del coronavirus, pero a nivel de exclusión ¿dónde nos encontramos?

—En un momento muy crítico. Hemos pasado unas semanas de confinamiento que han puesto en juego una serie de herramientas en el ámbito de la urgencia, pero nos situamos ahora en un momento en el que las necesidades se van a recrudecer. Las personas afectadas van a ir aumentando progresivamente. Partíamos ya de un conjunto de personas en exclusión y había una sociedad con una integración precaria, con unas condiciones justas, de cubrir el mes, y este conjunto de personas con condiciones estancadas, se habla de 360.000 en Euskadi, van a caer en la vulnerabilidad o incluso en la exclusión. Nos vamos a encontrar a la salida de este estado de urgencia con un periodo muy largo en el que habrá que cubrir a un volumen de población muy significativo.

¿Cree que bajaremos a un umbral de pobreza incluso peor que el que dejó la crisis de 2008?

—Va a ser muy diferente porque la evolución que tuvo la salida de la crisis de 2008 hasta 2014 llevó a que una parte de la población se había vuelto a arraigar a la sociedad del progreso aunque de manera débil. Ahora acumulamos, porque el que se había enganchado de una manera muy débil al mundo laboral con contratos temporales, parciales... pero que les había permitido sujetar esa precariedad, con esta situación ha caído en picado. Muchas eran economía de supervivencia y nos encontramos con que se duplica el conjunto de personas que han caído en situaciones de exclusión.

¿Estamos preparados para atender esta realidad?

—Debemos de estarlo. Lo mismo que ante una situación inesperada como la crisis sanitaria se ha sabido reaccionar, desde luego con una serie de dificultades muy grandes a la hora de tomar decisiones tanto en el ámbito sanitario como social, con decisiones tremendamente complicadas, ahora nos situamos pues en la necesidad de dar respuesta en esta época de urgencia. Las primeras semanas han sido muy inciertas, pero después hemos podido ver la reflexión de salida. Desde Cáritas, en una primera fase nos centramos en ayudas económicas, a la vivienda y al suministro, a las personas solas, a la escolarización de jóvenes con dificultades, a la resistencia psicológica... Pero después viene todo el apoyo a la empleabilidad, los itinerarios, generación de redes sociales... Otro montón de objetivos que son posteriores. Después del confinamiento, la fase 2 lleva otras respuestas que van más en la recuperación de vínculos comunitarios y socioeconómicos.

La pandemia ha evidenciado la importancia que tiene el tercer sector. En este momento de la desescalada ¿cuentan las instituciones con ustedes?

—Sí, sí. Una de las cosas que hemos aprendido es la relación de trabajo conjunto que ha habido entre el tercer sector y la institución pública. Ha sido un recorrido que se basa en la propia experiencia de relación que existía. En este momento nos hemos encontrado con una administración pública y un sector que han sabido organizarse en un objetivo común. Hay un trabajo entre iguales. Siempre lo hemos sentido y especialmente en este momento, hemos puesto las fortalezas de los ámbitos al servicio de esta situación crítica y ha sido una experiencia muy gratificante. Destacaría la red Guztion Artea que se creó con voluntariado para atender a las personas vulnerables. Ha sido un éxito y de una manera concreta, respetando las instrucciones sanitarias para no complicar más la situación de las personas frágiles. Administración y tercer sector nos hemos puesto el mono de trabajo y no hemos negociado en ningún momento.

¿A cuánta gente se le ha dado cobertura?

—Solo en el mes de abril, a más de 2.000 personas de manera muy intensa. Hemos llegado a cubrir ayudas económicas por encima del medio millón de euros. También se ha acompañado a familias, personas sin hogar, mayores, a menores en el ámbito educativo; ha habido exclusión invisibilizada, personas vinculadas al mercado de lo sexual de la prostitución que han tenido que solicitar ayuda porque se han visto en una situación tremenda y otras situaciones que no son habituales en el entorno de Cáritas.

Asusta pensar que la población de pobreza en Euskadi es casi como la totalidad de los habitantes de Bilbao.

Hay 334.000 personas en Euskadi que se encuentran en situación de exclusión. Aglutina una serie de situaciones que alejan a estas personas del centro de la normalidad social, según el informe Foessa. Señala también el citado informe que otras 360.000 personas se situaban en el espacio de la "sociedad estancada", caracterizado por el debilitamiento de los lazos que les une con la sociedad de las oportunidades, con un empleo precario e insuficiente y un futuro incierto. Esta población vive con el temor de que la "próxima sacudida les precipitará hacia la exclusión social". Ambos grupos, el de las personas que ya se encontraban en situación de exclusión y el de las personas que se encontraban en situación más insegura en su integración social, están siendo y serán las primeras sobre las que recaerán las consecuencias más duras de la actual crisis. Probablemente este impacto será también más intenso, más complejo y perdurará más en el tiempo.

¿Cuál es su análisis sobre lo que nos espera?

—Posiblemente, tendremos que duplicar la acción de Cáritas. Creo que tendremos que atender al doble de las personas a las que ahora prestábamos una ayuda. Nosotros trabajamos con datos a medio largo plazo porque hay gente que podía tener un nivel de ahorro como para aguantar un mes, pero eso se ha acabado. Por eso, los primeros 15 días o en un mes no se ha mostrado la extensión de la gravedad socieconómica. Pero, pasado esto, cuando el debilitamiento sea progresivo, van a empezar a surgir nuevas personas con necesidad de ayuda. En Madrid y Barcelona, sus Cáritas están hablando de que se está triplicando la acción, nosotros pensamos que podríamos duplicar.

Esta pandemia va a dejar nuevos perfiles de pobreza.

—Posiblemente, pero, sobre todo, van a cambiar las necesidades de los perfiles habituales. Las familias con menores, las monoparentales, con baja cualificación, todos aquellos cuya incorporación al mundo laboral es débil son los que van a quedar descartadas, desvinculadas. Nuestra sociedad tiene gran capacidad de crear bolsas de pobreza pero gran dificultad para sacar a la gente de ellas. Ahora va a haber un conjunto de personas que van a tener muchas dificultades y la sociedad no va a tener capacidad para una incorporación al mismo ritmo. El cataclismo se ha producido en varios meses pero el efecto va a durar años. Esa es la dificultad, muchas veces, de nuestro modelo económico.

La imagen de las colas de gente para recoger bolsas de comida es espeluznante.

—Estamos convencidos de que se pueden proporcionar a las personas otras herramientas para ofrecerles alimentos o necesidades básicas que les dignifiquen. Durante muchos años llevamos dándoles unas tarjetas de supermercado que dignifica y normaliza los circuitos. Que yo tenga una situación de dificultad económica no quiere decir que tenga que recibir alimentos en una bolsa, y que no tenga ninguna capacidad de elegir o moverme por los circuitos que lo hacen las personas de mi entorno. Es muy importante, por eso, no solo detectar la necesidad que hay que aportar sino también el cómo se hace. Hay que diferenciar si estamos en una situación de emergencia como si fuera un tsunami con sacos de arroz o la sociedad nos permite poner en funcionamiento otras herramientas que les proporcionen esas necesidades de una manera más digna, de manera que facilitemos que las personas sigan estando integradas. Se nos va a ver el plumero como sociedad si, además de dar respuesta, pensamos en cómo hacerlo. Porque no es lo mismo recibir una bolsa con comida y lo que toque o un sistema que le dignifique. Hay que interiorizar que no hay personas pobres sino situaciones de pobreza.

Habrá quien no lo entienda, pero también poder navegar por Internet es una necesidad básica.

—Ahora mismo, por ejemplo, estamos detectando una brecha digital muy importante. La gente necesita datos para conectarse con sus familiares, hacer una propuesta... y, ahora mismo, en el ámbito de la tecnología hay una exclusión digital. Estar comunicado es una necesidad básica. La conectividad es definitiva. Estamos viendo continuamente cuáles son las nuevas necesidades. La respuesta puede ser en forma de bofetón o una caricia. Nosotros queremos proporcionar a la gente aquello que les haga crecer. Ponemos mucho esfuerzo en que cuando hacemos algo no provoquemos más daño del que queremos evitar. No queremos personas dependientes de Cáritas, sino una población que cada vez sea más protagonista de su vida y nosotros seamos parte corta de un momento de su trayectorias vital.

¿Cómo piensan que puede ser la desescalada de la pobreza?

—Estamos analizando junto con las instituciones publicas cuáles son los diferentes perfiles. Por ejemplo, ha sido una oportunidad tener alojadas a las personas sin hogar en los polideportivos. Ha permitido al Ayuntamiento hacer un perfil importante de las personas que viven en sus calles. Si pretendemos hacer un café con leche para todos nos estamos equivocando.

¿Es posible recuperar a esa gente que estaba en la calle y el coronavirus les ha dado un techo?

—Lo estamos intentando. No queremos que llegada una fecha los polideportivos se abran y los sintecho vuelvan a la calle. Intentamos una desescalada progresiva. Es una oportunidad para repensar el circuito de los servicios de urgencia. Estamos haciendo un trabajo muy delicado.

"Administración y tercer sector nos hemos puesto el mono de trabajo y no hemos tenido que negociar nada"

"El cataclismo se ha producido en varios meses pero el efecto va a durar años"

"No queremos que llegada una fecha los polideportivos se abran y los sintecho vuelvan a la calle"

"No queremos personas dependientes de Cáritas, sino que cada vez sean más protagonistas de su vida"

"La sociedad tiene que interiorizar que no hay personas probres sino situaciones de pobreza"

"Probablemente este impacto será también más intenso, más complejo y perdurará más en el tiempo"