La pandemia del covid-19 ha traído consigo nuevas muestras de vulnerabilidad. Aquellas personas que antes de la crisis sanitaria sentían tristeza o estaban pasando por un bache a nivel personal, han visto cómo sus síntomas se han incrementado estas semanas. La situación económica y la incertidumbre por el futuro son otros traumas acumulados. Para ello, la Fundación Lagungo, en colaboración con el departamento de Políticas Sociales del Gobierno vasco, puso en marcha a principios de abril el Dispositivo ADI, un programa de atención psicológica a personas en situación de vulnerabilidad. Estará disponible durante el estado de alarma, por lo que se trata de una intervención corta, en ningún caso es una terapia larga, y se realiza por teléfono. Solo en situaciones excepcionales se contempla la asistencia presencial.

“La intervención presencial no es algo que sea lo más habitual, pero está contemplado y estamos valorando alguna. Tiene que ser porque esa persona lo necesita, hay casos que son más graves, que requieren una intervención psiquiátrica. Una de las cosas que hacemos es valorar si hay alguna situación grave y hay que hacer una derivación o un acompañamiento hacia una intervención más especializada; en esos casos hacemos una intervención presencial”, explica Ana Agirre, psicóloga de Lagungo y una de las coordinadoras del programa.

El dispositivo está dirigido a personas en situación de vulnerabilidad o exclusión. “Uno de los perfiles es el de aquellas personas con una situación de fragilidad previa, con empleos precarios, mujeres del ámbito del servicio doméstico, por ejemplo, que se han visto muy afectadas. Este descalabro económico y social ha afectado mucho a nivel emocional”, apunta Agirre. También está dirigido a personas derivadas de servicios especializados en el ámbito de la exclusión. “Son personas muy vulnerables económica y socialmente, de espacios como Cáritas, Fundación Ellacuría, entidades que vienen detectando estas realidades y que ven que la situación ahora es mucho peor”.

El programa también atiende a personas mayores que están en una situación de vulnerabilidad, especialmente afectadas por el estado de alarma. “Viven situaciones de soledad, aislamiento y en muchos casos ya estaban recibiendo acompañamiento”, explica la psicóloga de la Fundación Lagungo. Estas personas, en su mayoría, están siendo derivadas por el servicio de teleasistencia beti On, la red de solidaridad organizada Guztion Artean, la iniciativa contra la soledad Hilo de Plata (Nagusilan) o la Fundación Cuidados Dignos. “Las personas mayores, que de por sí tienen un mayor riesgo de desorientarse, se han visto más afectadas por el confinamiento y algunos hijos están muy preocupados”, sostiene. De hecho, el programa está recibiendo también llamadas de hijos e hijas de personas mayores, a quienes el acompañamiento telefónico de un profesional está ayudando a manejar mucho mejor todas estas emociones. Por último, otro de los perfiles con los que trabaja el Dispositivo ADI son las cuidadoras de personas dependientes, “que se han visto muy sobrecargadas en esta situación”.

Durante sus intervenciones, los profesionales de la Fundación Lagungo han detectado síntomas relacionados con la ansiedad, la depresión y la tristeza. “Es decir, nerviosismo, preocupación, miedo, también tristeza por el aislamiento y por las pérdidas. Al final son emociones que todos estamos viviendo en estos momentos, pero cuando tenemos recursos emocionales y sociales se compensan. En cambio, otras personas no controlan estas emociones y les producen un síntoma. A veces hay ansiedades también porque hay situaciones muy complicadas”, apunta Agirre.

Con la relajación del desconfinamiento ha salido a la luz, por ejemplo, el síndrome de la cabaña, el miedo que algunas personas están sintiendo por salir a la calle. “Sufren ansiedad, no quieren salir, quieren que les hagan la prueba del coronavirus, esto es algo que ya está pasando”.

Todo el equipo de la Fundación Lagungo está destinado a dar una respuesta rápida. “En estos momentos, estamos recibiendo muchas derivaciones de entidades, pero también atendemos llamadas directas. Semanalmente, hay un volumen importante, pero no tenemos gente en lista de espera. Cuando recibimos una solicitud, intentemos que la llamada del psicólogo sea al día siguiente, y en los casos más urgentes incluso el mismo día”, sostiene Agirre. Ella y la otra coordinadora del programa, Mónica Taibo, son las encargadas de atender el teléfono (688768218). “No lo coge una operadora ni un administrativo, cogemos las psicólogas responsables del programa para poder hacer una buena recepción y gestionar las llamadas”, concluye.