"Solo podían ir tres al entierro y te decían: Es que somos cinco hijos. Ya, pues tenéis que decidir qué dos se quedan fuera. Ha sido muy duro", confiesa Begoña Aguirre García de Andoin, secretaria de la Asociación de empresas de servicios funerarios de Bizkaia y gerente de Funeraria Aranguren, en Zalla.

¿Cuándo empezó a dejarse notar el coronavirus en las funerarias?

—A finales de febrero, principios de marzo, detectamos que los casos de fallecimiento por infección respiratoria subían exponencialmente. Algo pasaba, pero no sabíamos qué.

Entonces llegó el primer protocolo.

—Sí, determinaba que el cuerpo de los fallecidos por covid no podía ser manipulado, había que introducirlo en la misma habitación en una bolsa estanca impermeable, sellarla y desinfectarla. No teníamos suficiente stock de EPIs para hacer frente a una pandemia y la asociación creó una central de compras para adquirir sacos, buzos, mascarillas...

Después ha habido sucesivas normativas. La última, hace unos días.

—Hemos tenido al menos ocho y, según llega una, siéntate y estúdiala. Ahora estoy preparando el nuevo plan de contingencia por la última normativa del Gobierno vasco.

¿Se refiere a la que permite asistir a quince personas a las inhumaciones y a diez a los crematorios?

—Eso es. Ahora ya podemos abrir los velatorios y acondicionar los cuerpos de los fallecidos cuya causa de muerte no sea el covid.

¿Qué ocurre con los que han muerto a causa del coronavirus?

—Los fallecidos de covid siguen manteniendo su legislación. Se precinta la bolsa estanca en el lugar del fallecimiento. Nos vamos adaptando cada día, mantenemos una disciplina terrible, respetamos los dos metros de seguridad, atendemos a la familia con mascarillas...

¿Ha resultado personal contagiado?

—Conozco un par de casos debido a sus parejas. El primer foco, por un funeral en Vitoria, nos hizo ser conscientes de que teníamos que protegernos. Seguimos un protocolo muy estricto y nos ha salido bien.

¿Cuánto se incrementó su trabajo?

—En marzo las funerarias de Bizkaia aumentamos un 30% los servicios con respecto al mismo mes del año pasado. En mi caso, esa cifra ascendió al 35%, y entre el 25 de marzo y el 6 de abril, el incremento fue de un 55%. Fueron dos semanas para no revivirlas. En abril se relajó la cosa.

¿Tuvieron que desviar servicios a otras funerarias por saturación?

—No, absorbimos ese incremento trabajando más de 16 horas al día durante esa quincena. Hemos hecho un esfuerzo increíble. Entendíamos que irnos a casa una hora antes un día podía suponer retrasar a una familia una inhumación, una cremación o una recogida en domicilio y nos quedamos lo que hizo falta.

¿A cuántos fallecidos han llegado a recoger en un mismo día?

—Depende del volumen de cada funeraria. Igual un grupo grande te dice que 25 para ellos es un esfuerzo grande y para mí recoger a 8 en un día es una exageración, pero no ha habido ningún retraso que yo sepa. Las familias estaban sorprendidas porque cómo oían las demoras que había en Madrid... Ha habido crematorios que han estado trabajando 24 horas al día para dar salida a lo que había venido y otros que se han estropeado por sobrecarga.

Una funeraria de Nueva York apiló cuerpos en camiones de mudanza.

—Nosotros no hemos llegado ni de lejos a esas dimensiones. Todos estamos preparados para asumir el doble de carga porque nuestro trabajo es siempre con crestas. No somos una fábrica y nunca sabemos cuántos fallecidos podemos tener. Salvando las distancias, ¿cuándo se suelen producir esos picos?

—Nuestras puntas de trabajo suelen ser en diciembre, enero y febrero, pero de repente te encuentras en agosto con una ola de calor y tienes otra. En 2002 hubo una terrible.

Habla de personas mayores, ¿no?

—Eso es, igual que los fallecidos de covid. En nuestra funeraria, la persona más joven tenía 84 años. Lo que yo he visto es que afecta más a personas mayores con patologías previas.

¿Qué no va a olvidar nunca de lo vivido durante esta pandemia?

—Se te queda grabado a fuego que una persona en la calle te diga: Estaréis contentos. También es muy duro escuchar: Es que me quedo con la cosa de no saber si es mi padre. Luego, que haya un medio de comunicación nacional que haya sacado que los funerarios estafamos no se me olvidará en la vida. Hemos hecho un esfuerzo máximo y que hablen en plural nos duele en el alma.

Con ese comentario dan a entender que están haciendo el agosto.

—De agosto nada porque no estamos facturando velatorios y no teníamos venta por flores, con lo que se reduce mucho el gasto. No me estoy quejando, ni mucho menos, pero que encima te digan: Estaréis contentos con la pandemia ¿verdad? te duele. Ha habido días que dices: Me dan ganas de cerrar la persiana, pero tenemos una responsabilidad social.

¿Sufre el personal de las funerarias insomnio, ansiedad, estrés... como los sanitarios?

—Primero estás nerviosa porque te encuentras algo desconocido. Luego te llega el repunte de trabajo, adrenalina al 200, no duermes, apenas comes... Yo en una semana adelgacé 3 kilos. Fueron unos días de estrés máximo, a las seis de la mañana ya estaba whatsappeando Después pasé por el bajón: unos días de dolor de cabeza horroroso, te sientas cinco minutos en el sofá y te quedas dormido, un agotamiento extremo...

¿Se desahogan entre compañeros?

—Tengo un equipo maravilloso y exteriorizamos nuestros sentimientos en todo momento. Cada uno va diciendo: El otro día llegó la familia esta, me dolió en el alma... Tenemos la suerte de no tenerlo que llevar a casa porque hablamos mucho.

Parece una buena terapia en unos momentos tan duros.

—Eso lo hacemos siempre. Recientemente hemos hecho un funeral de un chavalito de 15 años cuando mi hija tenía 15 años. Estamos acostumbrados a expresar las emociones. No nos cuesta nada decirle a un compañero: Cuando me han dicho no sé qué he empezado a temblar.

Eso se habrá multiplicado ahora.

—Un compañero decía: Estoy en la furgoneta rezando. Apenas es creyente. Imagínate en qué momento estaría para que se pusiera a rezar.

"Ha habido crematorios que han estado trabajando 24 horas al día y otros que se han estropeado por sobrecarga"

"Te llega el repunte de trabajo, adrenalina al 200, no duermes, apenas comes... En un semana adelgacé 3 kilos"