Los combustibles fósiles tienen los días contados y los modos de producción industriales tienen que acercarse, sí o sí, a la senda de la sostenibilidad. Eso, supone reducir la cantidad y peligrosidad de los residuos generados y apostar decididamente por el uso de fuentes de energía renovables. Urge hallar vías sostenibles en la producción de plásticos. El proyecto Catalizadores heterogéneos para una producción sostenible de precursores plásticos, comandado por Iker Agirrezabal Telleria (Segura, 1984) en colaboración con el prestigioso MIT, incide en esos aspectos principales para una transición industrial equilibrada, aunque como apunta el investigador vasco: “La ciencia puede ayudar a buscar soluciones que mitiguen el impacto medioambiental pero, sin duda, tiene que ir de la mano de un compromiso social”.

Lo primero disculparme por no entender parte del enunciado de su proyecto: ‘Catalizadores heterogéneos’ y ‘precursores de plásticos’…

—El término catalizador se refiere a un material que permite acelerar y/o controlar una reacción en concreto. Y el término heterogéneo se refiere a un material que es diferente a aquel compuesto que se quiere convertir, en este caso el catalizador es sólido y el compuesto gaseoso. El término de precursor de plástico se refiere a la producción de olefinas, que son las que permiten, después de un proceso de polimerización, la producción de plásticos o polímeros.

Lo que sí me queda más claro es la expresión ‘producción sostenible’ que también aparece en su proyecto. Usted (y Mircea Dinca, del MIT) buscan fijar procesos químicos más respetuosos con el medioambiente… ¿Son compatibles ambos términos, los procesos químicos y la sostenibilidad? Lo digo porque muchas veces tenemos una visión completamente distinta…

—Mientras el proceso químico no produzca residuos o tenga un consumo de energía renovable se puede considerar un proceso sostenible. Evidentemente, cualquier transformación, bien por un proceso químico u otro, implica un consumo de energía y una alteración de sus propiedades en origen. La industria química tradicional puede que tenga mala fama debido a vertidos de residuos o contaminación atmosférica, pero las últimas tendencias apuntan a procesos donde se minimiza la cantidad y peligrosidad de los residuos, así como el uso de fuentes de energía renovable. Por lo que ese término se podría matizar como producción más sostenible. Aquí el término más se refiere más respecto a los procesos industriales actuales. Estos precursores de polímeros se producen actualmente a partir de petróleo y con un gran consumo energético, por lo que los procesos más sostenibles se refieren a mejorar estos dos aspectos.

El éxito de su investigación dependerá, a posteriori, de la voluntad de las administraciones e industrias para establecer la norma y aplicarlo. ¿Lo ve factible? ¿O será solo cosa del Norte, de Occidente, de los ricos…?

—A priori, el alcance y éxito de este proyecto se acota, de momento, a un ámbito científico. La propuesta en colaboración con el MIT contiene aspectos fundamentales para abrir nuevas vías de investigación y generar conocimiento. El éxito del proyecto podría permitir proyectos más aplicados, con la implicación de industria o administraciones públicas. Dada la urgencia de buscar vías sostenibles en la producción de plásticos, las últimas tendencias apuntan que este tipo de normas serán cada vez más atractivas para la industria o la Administración.

Y perdone la pregunta, pero ¿cree que conseguirán demostrar su hipótesis de trabajo?

—Este tipo de proyectos siempre implican cierto riesgo científico. Este riesgo es el que permite a veces descubrimientos que marcan una tendencia y el progreso hacia nuevas tecnologías. La experiencia de ambos grupos de investigación y el trabajo reciente, sin embargo, sugieren que la hipótesis propuesta es viable.

¿Qué podría suponer para la industria?

—Permitiría que las empresas en este sector fueran más competitivas y pudieran tener tecnología propia sin tener que acudir al extranjero. Es evidente que en el futuro tendremos que vivir sin los recursos fósiles que actualmente tenemos y, por lo tanto, cuanto antes nos preparemos para estas tecnologías sostenibles menor será el impacto.

Y para la conciencia humana, ¿confiar más en la ciencia, por ejemplo?

—En general, permitiría un futuro mejor para la sociedad. La ciencia normalmente se adelanta a muchas situaciones y, por lo tanto, tener conocimiento previo permite predecir y planear el futuro con más certidumbre. Si confiamos e invertimos en ciencia estaremos invirtiendo en soluciones del futuro.

Igual suena pretencioso, pero ¿pueden estar cimentando las bases de un futuro industrial más amable con el entorno?

—Sin duda, pero puede que no con la contundencia que nos pide el medio ambiente. La industria se amolda a las normativas actuales y la demanda del mercado. Pero, además, debería tener un compromiso de futuro e inversiones fuertes en tecnologías que reduzcan el impacto en el medio ambiente. Y sin olvidarnos que es la sociedad el usuario final de cualquier producto industrial. Si la sociedad no crea presión para tener un futuro más sostenible, la industria se amoldará a las necesidades que tenga. En este sentido, cada vez consumimos productos medioambientalmente más amigables, pero no es suficiente. Esta transición industrial no será suficiente si no reducimos considerablemente el nivel de vida un poco desorbitado que llevamos. La ciencia puede ayudar a buscar soluciones que mitiguen el impacto medioambiental pero, sin duda, tiene que ir de la mano de un compromiso social.

Con la pandemia destruyendo circuitos y mercados, y reduciendo a mínimos la actividad empresarial de todo tipo, ¿es un buen momento para un proyecto como este?

—Siempre es buen momento para invertir en investigación. La pandemia nos demuestra que en el futuro se pueden repetir situaciones globales incontroladas o impredecibles. Un ejemplo claro de impacto del futuro es el cambio climático, y eso que ya tenemos indicios de que está ocurriendo. Se menosprecian las consecuencias del cambio climático porque los cambios son más lentos que un virus pero, a su vez, pueden ser más continuados. Por lo tanto, tener proyectos y alternativas de futuro nos permitirá adelantarnos a él y reducir su impact​o.

Con la que está cayendo en el planeta, el hecho de que la comunidad científica no le pierda la pista a ese futuro y que el grifo de la financiación no se haya cerrado es de agradecer. ¿Cómo lo valora un investigador joven como usted?

—Sin duda, las situaciones de emergencia facilitan inversiones fuertes en aquellos sectores afectados. Pero la inversión debería también haber ocurrido con anterioridad y eso podía haber reducido las consecuencias negativas. Tenemos que concienciarnos más en prevenir heridas que en poner parches, porque puede que un día la herida sea demasiado grande. Con esto no quiero ser alarmista, pero sería deseable que esta situación de alarma nos permita priorizar las inversiones del futuro.

Se lo preguntaba porque a ese nivel ya no hay hueco para la suerte y sí para el talento y la constancia… ¿Cree que el personal científico está bien considerado por los gobiernos o, mejor, por el sector privado?

—Hay gobiernos que apuestan por la ciencia, y les va muy bien. Pero un gobierno es pasajero y la ciencia una inversión de futuro, por lo tanto la consideración hacia los científicos se ve mermada. Me parece que esta consideración se vería reforzada si la sociedad también creyera en el valor de la ciencia. En cuanto a la industria, la visión de trabajo suele ser más a corto plazo, por eso nuestros proyectos de investigación se centran más en aplicaciones concretas. Es evidente que la industria pretende un retorno económico y la inversión en la ciencia del futuro sólo ocurre en empresas muy grandes. En nuestro entorno, la reducción de inversión en ciencia es claro reflejo de la falta confianza, por lo tanto seguiremos trabajando para que la ciencia consiga tener el valor que se merece.

En el caso de Euskadi, ¿cómo lo ve? ¿Se están haciendo las cosas bien? ¿Se podrían mejorar? ¿Será usted uno de esos talentos que habrá que intentar traer de regreso en unos años…?

—Yo ya soy profesor de la UPV/EHU, pero me he visto en una situación parecida en el extranjero. Aposté por realizar una estancia postdoc de tres años en la Universidad de California Berkeley (Estados Unidos), y eso me ha permitido crecer como científico y tener una visión más multidisciplinar. Respecto a Euskadi, creo que las cosas se están haciendo bien pero siempre hay aspectos que mejorar. En Euskadi se apuesta mucho por la industria y puede que tengamos deficiencias en cuanto a la interacción entre industria y academia. La inversión en ciencia a veces no permite retornos económicos o sociales tan rápidos como otros sectores, y puede que eso haya lastrado la inversión. Me parece que nos tenemos que concienciar de los beneficios de la ciencia a largo plazo.

La colaboración, la generación de conocimiento, la famosa transversalidad de la que todo el mundo habla están bien, pero este proyecto que usted comanda, ¿tendrá su base en el Campus de la UPV/EHU o en las instalaciones del MIT?

—La interacción será en ambas instalaciones. Este proyecto impulsado por la Fundación la Caixa ofrece financiación para estancias de investigadores de EHU en MIT y viceversa. Esto permite aprender nuevas técnicas durante las estancias en MIT y transferir nuestro conocimiento a los investigadores jóvenes que nos visiten. De esta manera no sólo se alcanzan los objetivos del proyecto sino también se abren nuevas vías de colaboración, consiguiendo beneficios mutuos. Como investigador principal, nos permite crecer como científicos y aumentar nuestro reconocimiento a nivel internacional.

Por cierto, ¿alguna vez pensó que haría algo con el prestigioso MIT?

—Después de haber trabajado en Estados Unidos y haber visto su forma de trabajar en el ámbito científico, he creído que la colaboración con el MIT, considerada como la mejor universidad del mundo, como una posibilidad. En Estados Unidos se apuesta por la ciencia y eso hace que los proyectos sean ambiciosos. Y este tipo de proyecto creo que contagia esa forma de trabajar. Personalmente, esto me permitirá tener una visión más global de la investigación en nuestro campo y crear nuevas líneas de trabajo.

“Tendremos que vivir sin los recursos fósiles. Cuanto antes nos preparemos para estas tecnologías sostenibles menor será el impacto”

“Tener conocimiento permite planear el futuro con más certidumbre. Si confiamos en ciencia estaremos invirtiendo en soluciones del futuro”

“Esta transición industrial no será suficiente si no reducimos considerablemente el nivel de vida que llevamos”

“Un gobierno es pasajero y la ciencia una inversión de futuro, por lo tanto la consideración hacia los científicos se ve mermada”