Bilbao - “El Gobierno debe de estar con el oído bien abierto ante las necesidades inmediatas que tiene la gente”, alerta Javier Sádaba, quien apuesta por la vuelta a la cooperación “en lugar de la competitividad compulsiva a la que nos arrastra en los últimos años el capitalismo atroz en el que hemos vivido”, apostilla.

Entre sorprendidos y extrañados vimos lo que sucedía en China, que se acercaba el virus y actuamos como si nos hubiera pillado de nuevos.

-Creo que ha habido una improvisación grande, sigue habiéndola. En ese sentido pienso que la gestión no solo en España, sino en toda Europa, sigue siendo manifiestamente mejorable. En primer lugar, porque los políticos miran más a ver si ganan las próximas elecciones que a las verdaderas necesidades o a estructurar de una manera más real lo que llaman democracia. Añadiría que la salud es el derecho fundamental por excelencia y el presupuesto de cualquier Gobierno tendría que contemplar la mitad del mismo para salud. Porque la salud es prevención. Lo que está pasando en estos momentos con las mascarillas, los respiradores, etc. es patético, apocalíptico. Y un apunte más.

¿Cuál?

-Que en este momento hay que ir a lo inmediato. Hay gente con unas necesidades inmensas, no digo que se estén muriendo de hambre, pero casi. Insisto: es clave la buena gestión, que se tenga en cuenta lo primero la salud, pero estar con el oído presto a las necesidades inmensas que tiene la gente.

Los más pesimistas pueden pensar que estamos viviendo en la realidad la distopía ‘1984’ de Orwell. ¿Es así? ¿Se le parece?

-Lo de Orwell no dejó de ser una novela de ficción y lo que está pasando es realidad. A veces, la ficción, como cierto tipo de filmes, adelantan lo que va a suceder. Creo que sí hay una buena parte en ese tipo de libros distópicos que anunciaban un mundo que se estaba gestando mal; donde la gente habla de democracia y no era tal, donde la participación del pueblo, de la ciudadanía, era mínima; donde los poderes cada vez se hacían más dictatoriales, pero para tener más poder y no para mejorar la vida ciudadana desde ese poder. La cuestión del pesimismo u optimismo es algo psicológico. Creo que estos libros deben ayudarnos a repensar que otro mundo es posible.

¿Y lo es?

-Me parece fundamental la necesidad de volver a la comunidad, poner la cooperación por encima de la competición durísima del capitalismo tardío. Estos libros nos lo dicen. Pero tampoco perdería la perspectiva utópica en el mejor sentido: los humanos podemos salir y hemos salido de muchas. En estos momentos también convendría decir, sin dejar de mirar a los hechos y citar a las cosas por su nombre, que otro mundo es posible. El altermundismo es un concepto que tendría que estar entre nosotros ahora. Reflexionar y decir que si salimos de esta, como espero, hemos de cambiar las cosas de arriba abajo.

Analizando los resultados frente a la pandemia es fácil dejarse subyugar por los buenos datos en Asia: colectivización, supresión de derechos, autoridad impuesta frente al modelo europeo del individualismo, libertad... Cara a futuro, ¿en el enfrentamiento seguridad versus libertad variará algo la postural mundial? ¿Quién vencerá?

-La verdad es que el tema de la seguridad es un tema eterno. Los asiáticos, y concretamente los chinos, y no solo ellos, han cortado por lo sano, y desde una estructura dictatorial lo han impuesto de una manera que ha sido tremendamente eficaz. Esto es más difícil hacerlo en democracias formalmente liberales. Ahora bien, una democracia que funcionara bien tendría que tener capacidad, sin dejar de ser democracia, para poner normas duras y excepcionales si la situación es dura y excepcional. Por lo tanto, no copiar la dictadura de China, pero sí un cierto tipo de gestión que aquí ha faltado. Si hay que centralizar durante cierto tiempo, se centraliza, pero, sobre todo, organizar, decir lo que ocurre y ser muy duros con aquellos que no cumplen las normas que se imponen.

Hace mucho que hablamos del ‘big data’ y de la implementación de sus avances. ¿Esto supondrá la pérdida del libre albedrío?

-La verdad es que todo el tema de la inteligencia artificial, de la biología sintética que se pueda hibridar, intercambiar genomas, o el tema de la robótica y los big data, que es un avance espectacular, ya que se dispone de millones y millones de datos… Como todo, hay que mirarlo por las dos caras. Una, puede proporcionarnos calidad de vida, por ejemplo en biomedicina, con la que se podrían obtener avances tremendos; pero por otro, lo que ocurre es que todo está en manos de cuatro o cinco grandes empresas transnacionales que fundamentalmente lo que les interesa es ganar dinero. Por lo tanto, no creo que vayan a fijarse excesivamente en los avances de la humanidad, sino en su bolsillo.

¿Respecto a la privacidad o no?

-Este es otro tema complejo. Creo que hay que respetarla, pero al mismo tiempo hay que ser transparente y las dos cosas se podrían conseguir. No deseo saber cuáles son las fantasías sexuales de mi vecina, pero sí saber en lo posible con quién estoy conviviendo. Por lo tanto, cuando se habla de privacidad veamos que sea aquello que va a hacer mal a alguna persona, pero, por otro lado, que haya un mundo más transparente, a mí me parece mucho mejor.

No hablo de política, sino de un virus, una enfermedad y de asistencia sanitaria. En las ruedas de prensa informativas veo en primera línea al general del Ejército ofreciendo el regimiento real. ¿Esto es normal?

-La escenificación no es buena. Aparte de que esas ruedas de prensa debería darlas el presidente del Gobierno, o el consejero de Sanidad, una persona que tuviera una responsabilidad directa sobre el tema. Y que siempre fuera muy real y y sincera: tenemos esto o eso. De tal manera que, sin mentir, podría calmar a la gente. Además, desde el principio se tendría que haber hecho un comité de sabios, los mejores inmunólogos, epidemiólogos… que no se ha hecho. Por otra parte, los militares están de sobra en una presentación de este tipo. Otra cosa es que haya un potencial en los militares que se pueda utilizar perfectamente; porque como están preparados para la guerra, tampoco está mal que pongan los muchos medios técnicos y humanos que tienen al servicio de la ciudadanía. Que se utilice lo militar, perfecto; pero que ahora ellos estén dirigiendo las ruedas de prensa, me parece que está de sobra.

La liga de fútbol, suspendida; profesorado, parado; los Juegos Olímpicos, retrasados; las empresas, al ralentí... ¿Cree que recuperaremos el punto en un período breve?

-Todavía es pronto, pero la impresión es que costará. Lo malo es que los cuatro ricos se harán más ricos, mientras los millones de pobres estarán peor, serán mucho más pobres y dependientes. Pero sí que costará, el nivel y calidad de vida pegará un bajón muy notable. El parón económico afectará a las economías de manera muy concreta. En España, pensemos en el turismo, una de sus primeras industrias. Habrá un bajón tremendo del que costará mucho recuperarse.

Cuando creíamos que teníamos todas las respuestas, de pronto, nos cambiaron todas las preguntas, decía Bertrand Russell. En el camino de “mono con pretensiones a dioses”, pasando por Homo sapiens, ¿no nos está poniendo el virus en nuestro sitio real?

-Eso sería una indirecta buena consecuencia… Que nos hiciera repensar, que somos más vulnerables de lo que creemos, que la sociedad está muy destartalada. Una ocasión estupenda para darse cuenta de que la cooperación es más importante que la competitividad como tal. El bien común debería importar por encima de todo y volver a la comunidad esquinando el feroz individualismo que se ha dado últimamente con la expansión tremenda del capitalismo.

¿De verdad cree que esta crisis hará que haya un antes y un después? ¿Aprenderemos para bien o seremos insensatos?

-Soy escéptico sobre que mejoremos; no digo que no vaya a pasar, pero soy escéptico. Al mismo tiempo digo que hay que hacer todo lo posible, poner toda la energía en que mejoremos. Sería un poco jugar a dos bandas... o partirse en dos. Por un lado, no tener grandes expectativas, pero por otro, actuar como si tuviéramos la posibilidad un mundo mejor que el que tenemos.