“Aquí nos quejamos de que no hay yogur de una marca determinada, pero en Yurinagua se vive al día, no hay dinero para llenar la despensa”. Irati Amezaga y Alba Orbegozo han tenido que volver antes de lo previsto de Perú, donde tenían previsto pasar un año dentro del programa de cooperantes de Cáritas. “Estábamos bien cuidadas, pero había que tener en cuenta un posible contagio, porque la sanidad no es igual y la seguridad en Latinoamérica está muy efervescente por lo que temíamos que el coronavirus podía repercutir”. Así que, muy a su pesar, aceleraron su vuelta. El lunes llegaron a Loiu. Su visión de la pandemia por coronavirus tiene otros horizontes.

Llevan dos días en Bilbao con ese sabor agridulce entre la alegría de ver a sus familias y la pena de haber dejado un proyecto vital ilusionante, pero las experiencias adquiridas tras su estancia en Yurinagua les servirán en el tiempo de confinamiento al que ahora se enfrentan para relativizar muchas de las necesidades que aquí son imperiosas y allí se podría decir que son un lujo.

En la ciudad peruana en la que vivían Irati y Alba, no había casos de coronavirus cuando la dejaron, así que la población no había reparado en la magnitud que puede llegar a ser la pandemia. “En el hospital, por ejemplo, solo había cinco respiradores que se llevaron a Quito porque es donde más casos hay”, explica Irati.

Reconocen que, en cambio, el gobierno peruano ha tomado medidas muy rápidas en lo que se refiere a los horarios en los que se puede salir la población a la calle. Pero la gente allí, “está agobiada por el día a día. Aquí hablamos de ERTE y es un drama, pero allí no tienen nada. Además, son más de calle y en cada casa viven muchos más, por lo que si se contagia uno de la familia el problema es mucho mayor”.

Una de las cosas que traen en la mochila es que hay que vivir las cosas según se presentan, “porque si no ocurren, puede que no fuera el momento”. Eso no influye, en todo caso, para que mantengan viva su esperanza de volver a Yurinagua en cuanto acabe la pandemia. Entonces podrán retomar su proyecto de ayuda en colaboración con Cáritas, en el que, entre otros trabajos, apoyaban a niños de la selva que habían vivido todo tipo de situaciones, “abusos, violaciones, casamientos por obligación...” y que tuvieron la suerte de llegar a ese hogar. “Nosotras les ayudábamos, sobre todo a las adolescentes”.

El proyecto de voluntariado internacional de Cáritas comenzó en 2016. Cáritas Bizkaia ofertó la posibilidad de realizar el voluntariado, a la que presentaron su solicitud las dos bilbainas. “La idea inicial es que fueran un año a vivir una experiencia de transformación. Aunque primeramente iba a ser Bolivia, tras el golpe de Estado se decidió que fuera Perú, en Yurinagua, que está en la zona de la Amazonía. Iba a ir solo una persona, pero las dos voluntarias cumplían tan bien los requisitos que se optó porque fueran las dos”, explica María Urbieta, técnica de Cooperación y Migraciones de Cáritas.

Yurinagua

Las dos cooperantes regresaron el lunes tras decretarse el confinamiento en esta ciudad del norte de Perú. Su regreso se debió sobre todo a razones de seguridad.

6.000

Cáritas Bizkaia enviará 6.000 euros para ayudar a proyectos con jóvenes y niños con problemas de movilidad, con los que trabajaban las dos bilbainas.