Ni todas las familias disponen de ordenadores o tabletas para que sus hijos sigan las clases on line, ni tienen bonos amplios de Internet ni tampoco están suscritos a canales de televisión que les suavizan el confinamiento. El coronavirus no discrimina a su víctima, pero la manera de enfrentarse a la pandemia no es comparable en una u otra condición social. Los daños colaterales los sufren de manera más virulenta las familias más vulnerables y también muchos docentes que, en el mejor de los casos, se ven en la necesidad de pasar los deberes a sus alumnos por WhatsApp, a falta de otros medios. A ellos también trata de ayudar Cáritas desde su servicio de ayuda psicológica. Itxaso Oyarzabal, responsable de este servicio en la ONG clerical, admite que “en estos casos están echando mano de la creatividad para suplir el acceso a las tecnologías cuando su situación familiar no lo permite”,

Continuar la actividad docente a través de las plataformas on line pasa por encima a una parte de la sociedad para la que esas herramientas no están al alcance de su economía. La sociedad no tiene en cuenta a una parte de la población para los que sigue siendo un artículo de lujo acceder a la televisión de pago. Para ellos, el confinamiento es una prueba más de superación contra la que luchan para que sus hijos no se queden atrás. Con los menores se buscan alternativas muy creativas y muy caseras. “Hemos cogido un montón de papeles, los hemos troceado y estamos cogiendo las palabras de gracias para poner en el balcón”, relató una madre a la psicóloga para transmitir cómo hacía frente a la falta de medios para poder entretener a sus hijos después de más de quince días sin salir de casa.

Hasta que la pandemia del covid-19 fagocitó todos los ámbitos sociales, el servicio psicológico de Cáritas hacía terapias, diagnósticos de personas que requerían un apoyo psicológico y hacían extensivo su acompañamiento a los voluntarios que pudieran necesitar orientación o atención. Sin embargo, en estos momentos, prácticamente su atención es primaria. Asegura Oyarzabal que ahora hacen un seguimiento especial a las personas que habitualmente atienden, alrededor de cuarenta adultos y otras treinta familias. Pero la crisis ha destapado situaciones nuevas derivadas del confinamiento, por lo que realizan una atención de apoyo a esta situación. “Realizamos un chequeo de las necesidades sociales porque, por ejemplo, nos podemos encontrar con situaciones como el caso de una madre sola con menores a su cargo, sumida en una situación de miedo que traslada a los menores porque no quiere salir de casa ni para comprar. En este caso se le ayuda para hacerle llegar comida”.

Otras veces no han cobrado la ayuda para hacer frente a los gastos o tienen un menor al que este proceso le ha pillado en medio de su escolarización y hay que ver cómo se les puede facilitar material educativo. Oyarzabal reconoce que estas familias viven una carga familiar añadida. “Muchas familias no disponen de tecnología o apoyos telemáticos para lo que se les está pidiendo desde los centros escolares. Por eso tienen que echar mucho más mano de la creatividad”. A esto se añade que, a veces, las viviendas tampoco reúnen condiciones muy cómodas para que pueden vivir hasta seis personas.

Parte del trabajo del servicio psicológico que oferta Cáritas consiste en animarles, fomentar la creatividad y darles ayuda para organizarse con los menores. “Les facilitamos alternativas que igual no se les habían ocurrido, como cocinar, bailar, salir a aplaudir a las 8.00 de la tarde o explicarles cómo trasladar a los menores las muertes… Les damos pautas que las familias reciben de un modo muy positivo y colaborador, dejándose ayudar”.

Otra de las preocupaciones que perciben, según señala la responsable de este servicio, es que muchas son personas extranjeras y tienen una preocupación por lo que ocurre en sus países. Tienen a sus familiares en lugares en los que saben que no existen los medios sanitarios que hay aquí y eso les angustia aún más. “En esos casos también tenemos que hacer una labor de acompañamiento para que esta preocupación no termine generándoles ansiedad que, además, puede repercutir en su entorno familiar”, acaba Oyarzabal.

“Muchas familias no disponen de medios informáticos para que sus hijos sigan las clases en plataformas ‘on line”

“Les facilitamos alternativas que igual no se les habrían ocurrido para pasar este tiempo”

Servicio psicológico de Cáritas