¿La problemática que presentan los pacientes y sus familias, y la que afecta a los profesionales es muy diferente?

—Hay cosas comunes y cosas específicas. En general y en estos momentos de crisis, todos sufren una situación de estrés porque todo el mundo lo pasa mal. Una persona que está enferma y aislada, sufre. Las familias que se separan del paciente lo viven con mucha tensión. Los familiares que han sufrido la pérdida de seres queridos y que no se han podido despedir de ellos están muy tristes. Los profesionales están muy tensos. Además de la sobrecarga laboral hay desgaste emocional, preocupación por la escasez de equipos de protección, y tienen sobre todo mucho miedo a contagiar a sus propias familias. Todos están muy estresados porque este virus causa muchos miedos.

Quizá uno de los mayores impactos es no poder estar con sus familiares enfermos que incluso llegan a fallecer en soledad. ¿Eso también es duro para los profesionales?

—Es duro para la persona que está en situación grave, es duro para las familias y, por supuesto, para los profesionales que tienen que informar y que asisten a situaciones muy dramáticas. Pero, por otro lado, también es una oportunidad. Sale lo mejor de nosotros mismos, la humanización, ese acompañamiento del enfermo que hacen los profesionales. Y, sobre todo, aflora mucha solidaridad. Por ejemplo, con ese aplauso colectivo diario de las ocho de la tarde que homenajea el esfuerzo de los sanitarios.

¿Ese chute de moral sirve de ayuda?

—Sí, les refuerza mucho. Pero lo que más sirve es lo que ellos piden: Si nos queréis ayudar, por favor, no salgáis de casa para que esto no vaya a más.

¿En qué consiste el apoyo psicológicos a los sanitarios?

—El apoyo a los profesionales es con técnicas de fácil manejo para que puedan relajarse, como el mindfulness. También recomendamos a los profesionales que hablen entre ellos, que se apoyen, que no estén aislados, que aborden sus problemas en común, y, por supuesto, que descansen y respeten sus horas de sueño. Porque deben intentar desligarse de esa rutina y de esa sobrecarga laboral que puede pasarles factura psicológica.

¿Qué tipo de profesionales necesitan más apoyo estos días?

—Sobre todo, los que trabajan en las UCI, en Urgencias, Reanimación, Anestesia, Respiratorio, pero también celadores, personal de limpieza... También nos ha pedido ayuda gente del Consejo Sanitario, que son los que tratan directamente con la ciudadanía. Todos están estresados. El estrés en sí es un mecanismo de defensa, el problema es que si ese estrés es muy intenso o muy continuado en el tiempo, puede marcar a la gente. También depende de las personas porque no todos lo afrontan igual.

En estos momentos de tanta incertidumbre, ¿hay más consumo de ansiolíticos o tranquilizantes?

—Ese es otro problema de salud mental. ¿Qué está pasando en las casas en esta cuarentena? Ahora la gente no acude a los hospitales e, incluso, las urgencias psiquiátricas están paradas. Pero a corto o medio plazo pueden haber problemas con enfermos mentales que no se comunican, que incluso no cumplen con la medicación, personas que están en sus casas y que con tanta convivencia pueden atravesar situaciones conflictivas, gente con adicciones, gente que consume alcohol... Ahora todavía no está llegando a las consultas, pero pensamos que el aislamiento va a tener repercusiones sobre mucha población.

“Son momentos muy duros para todos, en los que sale lo mejor de nosotros mismos, la humanización, y en los que aflora la solidaridad”