El último fin de semana de marzo esta siempre marcado en el calendario aeronáutico con una sonrisa. Menos este próximo. El cambio de horario en Europa supone históricamente el cambio de la temporada de invierno a verano y es cuando las aerolíneas echan el resto con ofertas en nuevas rutas a lugares turísticos y ampliando sus frecuencias de vuelos para atender una demanda cada vez mayor.

Bilbao ha sido buen ejemplo en años anteriores y lo iba a ser ahora también. Hasta que llegó el coronavirus y mando parar. Más que parar, frenar en seco una movilidad aérea en todo el mundo que se traducen en cifras de escándalo.

Según los datos recogidos en la pagina web flightradar24, que recoge en tiempo real los aviones que están en vuelo en ese momento, en tan solo un mes el tráfico aéreo en todo el mundo ha caído más de la mitad. Las estadísticas que muestra este portal especializados son rotundas.

Desde que comenzó el año, el 21 de febrero fue la jornada con mayor tráfico aéreo, 196.756 vuelos sobre el planeta. El miércoles se vivió la jornada más negra, cuando las rutas se desplomaron hasta los 94.477 aviones, es decir, menos de la mitad. Y todo ello en un mes. El cierre de fronteras y espacios aéreos, la desaparición casi total del turismo a nivel mundial y el miedo al coronavirus causan un daño infinito.

Una de las características más atractivas de www.flightradar24.com es que se puede observar en directo los aviones en ruta y seguirlos sobre el mapa. Ayer, a las 14.00 horas, sobrevolaban el espacio aéreo de la península Ibérica y Baleares poco más de una treintena de aviones y una docena más en las islas Canarias. Hace un mes, sumando las dos zonas, había más de 400 aeronaves en vuelo, sin contar los iconos que volaban sobre la mar.

Aplicando este hundimiento de la movilidad aérea a Bilbao, la situación es mucho más grave. Ayer estaban programados una docena de operaciones entre aterrizajes y despegues, pero es que el martes solo hubo ocho, cuando por estas fechas la media oscila entre las 120 y las 130 diarias.

Ayer partieron aviones a Londres, Gran Canaria, Ámsterdam, Barcelona y dos a Madrid, según la web de Aena. La pérdida de actividad no puede ser más sangrante. Todas las aerolíneas han recortado al máximo sus operaciones por las restricciones sanitarias, pero sobre todo por la ausencia de pasajeros encerrados en sus casas. Nadie quiere viajar.

En este escenario, el que iba a ser el mejor verano en la historia del aeropuerto de Bilbao, ve abortado su desarrollo antes de nacer. Las previsiones, antes de desatarse la pandemia, eran que Loiu iba a conectarse con 54 aeropuertos del Estado y Europa. Todo un récord alimentado por otro. El del mayor estreno de nuevas rutas a lugares como Murcia, Atenas, Cagliari, en la isla italiana de Cerdeña; la ciudad gala de Lyon y la holandesa de Róterdam. Estas tres últimas iban a despegar en abril, algo ya frustrado.

Lo mismo que la ampliación de las rutas previstas con destinos ya consolidados o la incorporación de aviones más grandes a los actuales enlaces, iniciativas todas ellas que hubieran supuesto que la terminal de Loiu batiera su récord de casi 6,5 millones de usuarios fijado el pasado año.

Nadie sabe cuánto se prolongará en el tiempo la pandemia mundial por el coronavirus y, aunque sus efectos empiecen a remitir en unos meses en Europa y Euskadi, seguirá presente en otras zonas del mundo, con lo que los viajes aéreos estarán hipotecados durante mucho tiempo. Incluso después de pasada la debacle, seguro que el sector aéreo será uno a los que, en el futuro, le costará más volver a la situación previa y remontar el vuelo.

Pronósticos. La pandemia mundial altera también las predicciones meteorológicas como consecuencia de las restricciones al tráfico aéreo, ya que muchos aviones recogen datos de la atmósfera, según advierte el Centro Europeo de Predicciones Meteorológicas de Medio Rango. Este organismo realiza sus estudios en base a distintos parámetros, entre ellos los datos que aportan las aeronaves en tránsito entre Estados Unidos y Europa. El pasado día 23 se registró una reducción general de un 65% en la aportación habitual de datos que facilitan las aeronaves. Y un dato importante: sus observaciones meteorológicas solo son superadas por los datos de los satélites, según indica el centro.