bilbao - A Gregorio Arrien no le gustaba la música. Es curioso en su caso siendo una persona que escarbaba la belleza de las palabras, la sapiencia en cada verbo. Era ejemplo de todo ello este pasionista apasionado, a pesar de la aliteración de los vocablos. Mañana se oficiarán en la iglesia de San Pablo de la Cruz de Orue (Amorebieta-Etxano) las exequias por su persona a partir de las 18.00 horas.

El religioso de Kortezubi fallecido el viernes en su austera habitación de Orue a los 83 años repetía una cita ilustre: “En los ojos de un recién nacido, si se sabe ver, es posible leer el infinito”. Y al finalizar se reía, como lo hacía, de una forma muy personal con la picaresca que siempre llevó dentro. “¡Son palabras sabias del literato Denis Marquet! ¿Eh?”, enfatizaba buscando la reflexión del receptor tras sus quevedos, que diría aquél.

Arrien hacía gala de esos ojos de niño que siempre quiso retener. En ellos, si se sabía mirar, se veía su infinita pasión por al menos tres pilares: el euskara, los niños y niñas de la guerra que fueron exiliados en la Guerra Civil y las históricas escuelas de barriada de la Diputación. Lo demás era engranaje cotidiano, pero superlativo: visitar amistades, acudir a médicos especialistas para sus achaques, llamar una y otra vez a aquellas personas que acompañaba y que muchas sufrían la soledad no buscada o continuar documentando.

Arrien estaba ahí. Para todas, para todos. Hoy, no está. Y le echan en falta los unos, las otras, el euskera que siempre amó, quienes subieron a barcos como el Habana o sus exalumnado. Y le echarán de menos sus libros y también la música, a pesar de los pesares. Gregorio Arrien Berrojaetxebarria fue un historiador y tótem euskaltzale como aceptaba a ser calificado. Nació en Kortezubi en días de aquella guerra, el 28 de octubre de 1936. Sacerdote ordenado en 1962, había estudiado Filosofía y Teología primero en los colegios de la congregación pasionista y más adelante en la Universidad Complutense de Madrid donde se doctoró en 1985.

La educación en su faceta de investigador y en la de docente fue una de las actividades principales de su trabajo: profesor en el seminario pasionista de Gabiria, pasando después al colegio San Gabriel de Amorebieta-Etxano que derivaría en Lauaxeta ikastola. Se le considera también colaborador de la editorial Ibaizabal ubicada anexa a estos centros escolares. Él aportó textos en euskara y fue entre 1984 y 1992 presidente de la sección de Educación de Eusko Ikaskuntza.

Por otra parte, Arrien investigó de forma tal vez pionera el exilio político y principalmente la evacuación infantil durante la Guerra Civil, siendo en 1986, unos de los cofundadores y primer presidente de la Asociación de Niños Evacuados el 37, disuelta hace breves años. El vizcaino aportó también estudios sobre la historia de la congregación a la que pertenece, los pasionistas.

Homenajes “Poco ordenado” -como se veía él mismo, a pesar de cumplir con sus deberes- recibió reconocimientos a su labor: en la Feria del libro de Bilbao de 2004 recibió la Pluma de Oro por su defensa intachable a favor del euskara concedida por el departamento de Cultura de la Diputación de Bizkaia. Asimismo, Eusko Ikaskuntza y el ayuntamiento de Amorebieta-Etxano le rindieron sendos homenajes. No debieran ser los últimos.

Este texto mismo se propone ser un tributo más a su obra. El alcalde de Amorebieta, el jeltzale Andoni Agirrebeitia es el primero en prestarse a ello: “Es una pérdida irreparable. Un trabajador incansable que en los últimos lustros se ha volcado en difundir la verdad de la Guerra Civil, el exilio y los represaliados, especialmente en Amorebieta-Etxano. No quiero olvidar que fue precursor junto con la Coral artístico recreativa ‘Zormoza’ del homenaje a las víctimas de la guerra que se conmemora el 18 de mayo. Arrien era un ser humano excepcional. Goian Bego”, manifiesta a DEIA.

El historiador lekeitiarra Iñaki Goiogana de Sabino Arana Fundazioa se suma destacando que “Arrien nos enseñó a ver que no hay temas menores para historiar. Las pequeñas cosas tienen mucho que decir, mucha historia. De hecho, fue de los primeros en hacer memoria histórica, en su caso historiar el éxodo infantil de la guerra”, le reconoce y va horizontes más allá: “Él trajo del olvido no solo la historia de los niños y niñas evacuados, los nombró uno a uno todos. Relató lo abstracto, pero también lo concreto del pasado”.

Desde el mismo gremio, el investigador iurretarra Jon Irazabal hace un juego de palabras para vestir su persona. “Desde el silencio, fue un hombre pequeño que realizó un gran trabajo. Ahora, tras su muerte caemos en la cuenta del copioso trabajo y fundamental que han llevado a cabo hormiguitas como Gregorio”.