Bilbao - “En nuestro país se considera al filicidio, la muerte violenta de un menor a manos de sus progenitores, y, sobre todo, al neonaticidio, cuando ocurre en las primeras 24 horas de vida, como un crimen más propio de mujeres, aunque no hay gran diferencia entre géneros”, explica Fernando Lázaro.

¿Qué enfermedades mentales pueden hacer que un menor esté en riesgo si sus padres las padecen?

-La mayoría de homicidas presentan antecedentes psicopatológicos, pero la diferencia con los que no los tienen es pequeña, por lo que no se le puede atribuir un efecto causal único. En aquellos que los tienen encontramos trastornos afectivos frecuentemente con sintomatología psicótica, trastornos en la esfera psicótica, incluyendo la esquizofrenia, trastornos de la personalidad y trastornos por consumo de sustancias, incluyendo el alcohol.

¿Una depresión podría ser un factor de riesgo por sí sola?

-Sería erróneo pensar que una enfermedad mental es la única causa del filicidio. Hay que tener en cuenta otros factores como las dificultades económicas, bajo nivel educacional, empleo inestable y una red de soporte social muy pobre. Más de un 5% de la población mundial va a sufrir un episodio depresivo a lo largo de su vida. Si esto fuera la única causa de este tipo de actos, las estadísticas serían escalofriantes.

¿Se puede matar a un hijo ‘fruto de un arrebato’ sin sufrir ninguna enfermedad mental ni adicción?

-El filicidio accidental es posible, pero hay que entenderlo dentro de un marco de violencia doméstica o familiar, como un caso extremo de la misma. Algunos autores proponen separar el abuso infantil fatal del filicidio asociado a alteraciones del estado mental. Se pueden dar casos donde la mujer actúa junto con su pareja. Ellos son personas violentas que también maltratan a la mujer, que no puede defenderse ni proteger a sus hijos. No creo que alguien cometa estos actos de manera aislada. Hay que comprobar sus antecedentes conductuales, sus circunstancias y su tipo de personalidad para entender lo sucedido.

¿Cuándo dan la voz de alarma si sus pacientes tienen a menores a su cargo y cuál sería el cauce?

-La valoración de conductas de riesgo hacia terceros forma parte de nuestra práctica clínica habitual. Cuando se detecta este tipo de riesgo, se informa a los servicios sociales. En el improbable caso de que el riesgo sea patente, grave e inminente para el niño, se notifica a las fuerzas de seguridad y al equipo de la Diputación Foral de Bizkaia para la toma de las medidas necesarias.

¿Son eficaces estos avisos?

-No me he visto involucrado en situaciones extremas, pero trabajamos en contacto con personas cuyos descendientes están bajo los auspicios de la Diputación o tienen visitas a sus hijos bajo supervisión.

¿No alertar acarrea al profesional sanitario algún tipo de sanción?

-Todos los profesionales sanitarios son conscientes de la obligación moral, ética y legal de alertar a las autoridades de situaciones de este tipo con un riesgo elevado, pero quiero subrayar la dificultad extrema de este tipo de valoraciones.