El mayor caldo de cultivo en el que se envuelve el suicidio es el silencio”. Agustín Erkizia cofundó la asociación de personas afectadas por el suicidio de un ser querido Biziraun hace dos años para cubrir un espacio inexistente hasta el momento. “Nació para crear grupos de ayuda mutuo con el objeto de que haya un espacio para que personas que hemos tenido este tipo de pérdidas podamos hablar entre iguales, hablar y escucharnos sin juzgar y sin ser juzgados y respetarnos mutuamente”, explica. En Euskadi se suicidaron en 2017, último año del que se tienen estadísticas, un total de 182 personas -una cada dos días-, el 72,5% de ellas hombres. Una realidad que hasta hace poco quedaba en el más absoluto tabú, pero que poco a poco va saliendo a la luz. “No hay ni punto de comparación a hace cuatro años; por ejemplo, en el País Vasco la diferencia es enorme. Hace cuatro años no se oía hablar de suicido en ningún medio y de cuatro años a aquí, gracias a la labor de Biziraun y Aidatu -Asociación Vasca de Suicidología-, eso está cambiando”, explica Andoni Aseán, presidente de la Fundación Española para la Prevención del Suicidio y de la Sociedad Española de Suicidología.

“Los medios de comunicación sois clave para intentar que esto se socialice, que sea reconocido en la sociedad como un problema que tenemos, pero que podemos abordar. Como sucedió en su momento con el cáncer, el sida o la violencia machista, que estaban absolutamente ocultos y los medios de comunicación tuvisteis un papel clave”, apunta, por su parte, Agustín Erkizia.

El pasado junio, el departamento de Salud del Gobierno vasco presentó la primera estrategia integral para reducir el impacto del suicidio a través de la prevención, la intervención temprana y la atención a las personas y familias afectadas.

Plan de 57 medidas Un plan que contempla un total de 57 medidas en nueve áreas: “Medidas de vigilancia epidemiológica, el control de lugares y medios peligrosos, la optimización de los servicios de emergencias, un enfoque comunitario dirigido a la prevención y detección precoz en ámbitos educativo, social, laboral y familiar, medidas específicas del ámbito sanitario, la atención de las personas que pierden a un ser querido por suicidio y la actuación sobre colectivos vulnerables como población infanto-juvenil, ancianos, población reclusa, colectivo LGTBI y/o personas en situación de dependencia o sin hogar”, explica el psiquiatra Jon García Ormaza. Se trata de la primera estrategia que se pone en marcha en Euskadi sobre el tema.

En el Estado español, el suicidio es la primera causa de muerte externa y supone el doble de las víctimas mortales por accidentes de tráfico. “Lo primero que hay que estar es concienciado de que puedes tener delante a una persona con ideación suicida, porque no estamos lo suficientemente concienciados de que un familiar, un compañero puede tener esa ideación. Y lo que es peor, puede que el propio sistema sanitario no sea consciente de ello tampoco”, sostiene Aseán. “Y si no somos conscientes de que tenemos un problema, difícilmente lo vamos a solucionar”, concluye.

Todos coinciden en que los suicidios pueden prevenirse, pero para ello es necesaria la implicación de toda la sociedad. “No sabemos por qué se suicidan las personas o por qué se deprimen, lo que no quiere decir que no sepamos cómo prevenir los suicidios”, asegura el presidente de la Sociedad Española de Suicidología. “Si se quiere abordar el tema de la prevención del suicidio en serio van a tener que intervenir el ámbito sanitario, el educativo, incluida la universidad, los bomberos, las fuerzas de seguridad, tenemos que enseñar a la ciudadanía una serie de criterios básicos para que puedan identificar cuáles pueden ser los rasgos, los indicadores”, asegura, por su parte, el presidente de Biziraun.

“En cuanto a determinado colectivo, la juventud, los amigos y amigas son muy importantes. Sabemos que las comunicaciones, muchas veces, se realizan entre ellos, la propia comunidad, muchas veces se comunican cosas que no llegan al conocimiento de los padres. Creo que tenemos que enseñarles a que, cuando detectan algún riesgo, lo comuniquen a los tutores, padres y demás”, analiza Erkizia, que perdió a su hijo Joseba cuando contaba con 17 años.

La pregunta es, ¿a qué señales debemos prestar atención? “Normalmente hay señales de alerta, el problema suele ser identificarlas. Por ejemplo, comentarios o verbalizaciones negativas sobre su propio futuro, hablar en pasado, que manifieste deseos de no vivir y se lo comente a personas muy cercanas, un cambio muy repentino en su conducta y que no sabes a qué obedece. Si se va aislando cada vez más, no desea salir, es un indicativo claro. Suele haber señales de alerta y nos damos cuenta cuando el ser querido ya ha fallecido”, lamenta Erkizia.

Aseán reconoce que esta tarea es una carrera “muy a largo plazo”. “El cambio de mentalidad a nivel poblacional, incluso de los profesionales, los planes o las actuaciones que se pueden llevar a cabo hoy, podrían tener su fruto dentro de diez, quince años”, pronostica.