Donostia - Una de cada tres familias vascas no tiene asentado el hábito de jugar con sus hijos menores, a pesar de que hacerlo es clave para su desarrollo. No solo los pequeños de la casa forman parte de esa sociedad del click, del efecto inmediato y de las prisas. También la integran padres y madres al frente de unos hogares donde las normas se asientan sobre pies de barro. Las dificultades de conciliación y los cambios en la estructura familiar, con un crecimiento imparable de los hogares monoparentales en los que procurarse unos ingresos exige maratonianas jornadas de trabajo, relega a segundo plano el tiempo de atención a una población infantil que se parapeta en las nuevas tecnologías, con una visión de la realidad cada vez más virtual.

No es extraño que los problemas de soledad o tristeza entre la población menor de quince años no deje de crecer y afecte a más de 2.900 adolescentes vascos. De acuerdo con los últimos datos disponibles de la CAPV en 2018, el 13,4% de la población menor de 15 años tiene algún problema crónico de salud, entre los que figuran cuadros de ansiedad o depresión. La evidencia científica pone de manifiesto que estos trastornos pueden paliarse con un abordaje adecuado y, evidentemente, cuanto antes se de el paso tanto mejor. De acuerdo con los datos ofrecidos por las diputaciones forales, en torno a 2.974 personas menores de seis años fueron atendidos en 2017 en su red de servicios y recursos de Atención Temprana.

Son datos que figuran en el informe La realidad de la infancia y la adolescencia vasca en cifras, elaborado por el Departamento de Empleo y Políticas Sociales del Gobierno vasco. El diagnóstico, con datos relativos a 2018 y que acaba de hacerse público, realiza un análisis global de la situación que viven los menores en la CAPV a partir de los datos estadísticos más significativos. Representan el 17% de la población vasca.

De los 365.671 niños y niñas que hay en Euskadi, 182.482 residen en Bizkaia. El relativamente bajo peso de este sector poblacional está directamente relacionado con el progresivo envejecimiento de sus habitantes y el retraso a la hora de formar familia. Aun y todo, si el porcentaje se mantiene es gracias a la población extranjera. Las mujeres foráneas tienen de media su primer hijo a los 28 años, mientras que las vascas son madres por encima de los 32, lo que comienza a dibujar otro novedoso escenario. La proporción de población de origen extranjero se ha duplicado en la última década hasta alcanzar los 26.668 menores y adolescentes. A partir de distintos estudios publicados, se estima que en torno a 5.600 menores de 16 años son de etnia gitana, lo que supone un 1,72% de la población actual.

Familia monoparental Si hay una institución de referencia en la defensa de los menores esa es la familia, sujeta a múltiples cambios durante los últimos años. Las estructuras son cada vez más diversas y a día de hoy uno de cada diez hogares son monoparentales, con una mujer al frente en la mayor parte de los casos. Según recoge el estudio, el peso de la población menor que vive en estas familias se ha duplicado en algo más de una década.

La red social entre los adolescentes es cada vez más reducida, y se constata un menor desarrollo de su autonomía, consecuencia de una educación basada en el temor, en un excesivo proteccionismo y orientada a evitar situaciones de inseguridad.

Si hace años lo habitual era pegarle patadas al balón hasta el anochecer, esa estampa es cada vez menos habitual. Así, se reduce el tiempo que los menores pasan en la calle, y se mantienen menos relaciones con el entorno. “Quedar con sus amigos y amigas fuera del colegio es una práctica que parece que algunos escolares están perdiendo”, indica el estudio. Una de cada cuatro adolescentes no lo hace ni una sola vez durante la semana.

Crece en ese contexto una infancia cada vez más sedentaria en la que el ocio y el tiempo libre están cada vez más relacionados con las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación. Los menores dedican más de dos horas diarias a ver la televisión, vídeos o plataformas como YouTube.

El tiempo dedicado a estos menesteres es aun mayor entre quienes tienen quince y 16 años, entregados a un ocio pasivo que en buena parte de casos se lleva a cabo en solitario. De hecho, “las relaciones con el grupo de iguales de carácter no presencial ocupan más tiempo que las presenciales”. A pesar de que la edad mínima legal para registrarse y tener un perfil en una red social se sitúa en los catorce años (salvo las dedicadas exclusivamente para menores), no hay más que abrir los ojos a diario para comprobar que la realidad es bien distinta.

Casi cuatro de cada diez escolares mayores de doce años en edad no universitaria utiliza Internet habitualmente durante más de dos horas para conectarse a redes sociales como Facebook, Twitter o Messenger.

la conciliación Todo ello con unos padres para quienes la conciliación se ha convertido en uno de los mayores retos, especialmente para las mujeres que trabajan y que además deben hacerse cargo de otras personas de su entorno. Las diferencias de género en este caso son abismales. Abandonar el trabajo o reducir la jornada para cuidar de hijos e hijas sigue siendo una opción que prácticamente solo contemplan las mujeres. Ellas solicitan el 91,73% de expedientes para el cuidado de menores de doce años.

El número de solicitudes, en todo caso, se ha reducido de manera significativa en los últimos años. “Cabe apuntar a la crisis económica como factor disuasorio, y al incremento del para femenino como elementos relacionados con este hecho”, según apunta el estudio. Las dificultades de muchos padres y madres para conciliar la vida familiar, laboral y personal conduce a otro escenario cada vez más frecuente: delegar el cuidado de los hijos en terceras personas, con lo que surgen nuevos retos en la educación de unos chavales que apenas ven a sus padres entre semana.

Así, seis de cada diez menores de quince años cuyos padres trabajan no son cuidados por ninguno de los dos progenitores fuera del horario escolar. En la mayor parte de casos lo hace algún familiar o persona remunerada. “Cabe destacar que un 10,4% se queda solo o sola, un porcentaje que se ha duplicado desde 2015”, según recoge el estudio.