Bilbao - El Departamento de Salud ha puesto en marcha un plan para prevenir los suicidios y visibilizarlos socialmente, “derrumbando estigmas y tabúes y cuidando de las personas supervivientes”, según afirmó ayer la consejera de Salud, Nekane Murga. La estrategia incluye medio centenar de medidas. Por primera vez se elaborará un mapa de suicidios para conocer el perfil, los métodos y los puntos calientes, con el fin de instalar barreras arquitectónicas que impidan el acceso a ellos. En aquellos sitios públicos donde no sea posible colocar dichas barreras, se instalarán instrumentos de disuasión, vigilancia y ayuda, en coordinación con los organismos competentes: Metro Bilbao, Renfe, Euskotren, tranvía...

Se reforzará el control sobre fármacos, armas de fuego, pesticidas y otros tóxicos letales. También se incidirá en el fomento de medidas para reducir el consumo de alcohol, que en muchas ocasiones, se convierte en el “lubricante” perfecto para las depresiones. Asimismo, se integrará en la historia clínica electrónica de cada paciente un código de riesgo suicida para mejorar la identificación de las situaciones de riesgo y un seguimiento más estrecho. Además del enfoque sanitario, el Gobierno vasco persigue mejorar el conocimiento social del suicidio mediante campañas de sensibilización. También crearán una web de apoyo en torno a la prevención de las conductas suicidas y una guía para los medios de comunicación con objetivo de generar una “nueva cultura social” ante esta cuestión.

No se habla de ello, pero el suicidio es un problema sanitario de primer orden. Según los datos del INE, en 2016, se produjeron 179 suicidios en Euskadi, con una media de un suicidio cada dos días, lo que supone una tasa de 7,67 por 100.000 habitantes. Cada año, 283 personas ingresan en Urgencias de Osakidetza por intento de suicidio. Según la Encuesta de Salud de Euskadi, un 3,1% de la población vasca ha pensado en algún momento en acabar con su existencia. Y la prevalencia se dispara en el ámbito universitario. Los datos provisionales obtenidos sobre una muestra cercana a 650 estudiantes de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU) apuntan que un 34,7% de los alumnos aseguran haber tenido ideas suicidas alguna vez en su vida, una cifra que en el caso de las chicas se eleva hasta el 39,2%.

Al analizar otras causas de muerte, el suicidio se sitúa como la primera causa de muerte externa en las personas de entre los 15 y los 49 años y la segunda causa absoluta de muerte, detrás de los tumores, en personas de entre los 15 y 29 años. En cuanto al estado civil, se observa que el 41,9% de los suicidios ocurren en personas solteras y el 35,2% en personas casadas, sin que haya diferencia entre sexos. El método más empleado varía en función del sexo. El 45% de las mujeres elige saltar desde un lugar elevado, seguido del envenenamiento por fármacos, el 26%, y el ahorcamiento, un 17%. En los varones, por el contrario, el 37% opta por el ahorcamiento, estrangulamiento o sofocación, seguido de la precipitación, en el 33% de los casos, y del uso de armas de fuego, con el 11% de los intentos.

Factores de riesgo La consejera Murga recordó en su intervención que Euskadi “no parte de cero”, puesto que en los últimos años ha desarrollado acciones para la prevención y abordaje de la conducta suicida, fundamentalmente en el ámbito sanitario, pero también desde otros entornos como el educativo, los servicios sociales o las emergencias. Sin embargo, la estrategia presentada ayer “pretende dar un salto cualitativo mediante la implantación de un sistema integrado y eficiente de prevención, intervención y posvención que, desde un enfoque de salud pública, reduzca la incidencia, prevalencia e impacto de la conducta suicida en Euskadi”, dijo Murga.

Los factores de riesgo tienen un origen diverso: individual, sociofamiliar o de contexto personal. Por tanto, el Gobierno vasco propone atacar este fenómeno desde varios frentes. Desesperanza, factores genéticos y biológicos, antecedentes de suicidio en la familia, dolor crónico, consumo nocivo de alcohol, pérdida de trabajo, trastornos mentales, traumas, discriminación o sensación de aislamiento pueden desencadenar un intento de suicidio. Las señales de alerta pueden ayudar a indicar que una persona está en un mayor riesgo de suicidio. Pueden ser señales físicas, como el desaliño, las quejas persistentes por un dolor crónico, aislamiento, cumplir un sueño, testar o despedidas inusuales. Usar expresiones de ira, rabia hacia si mismo, como “no valgo para nada” o “soy una carga para todo el mundo”, también deberían ser motivo de alerta.

Murga subrayó que se quiere mejorar la detección de la conducta suicida en colectivos muy concretos, como la infancia y la adolescencia, los casos de violencia machista, la población anciana con enfermedades crónicas y entre los reclusos, así como entre quienes sufren discriminación por su orientación sexual y las personas sin hogar. Entre otras acciones, la estrategia presentada ayer propone incorporar medidas para identificar y combatir el riesgo de suicidio en los centros educativos dentro del marco del proyecto antibullying Bizikasi y en el de la escuela inclusiva aprobados por Educación, ya que están focalizados en grupos de alto riesgo, principalmente en adolescentes y jóvenes víctimas de acoso escolar, incluyendo el trabajo con compañeros y compañeras de clase y con las familias.