EL comunismo vasco pierde a una de las mujeres que alzaban el puño los 1 de Mayo, los 14 de abril... y la voz ante las injusticias sociales. Bittori Bárcena deja huérfano a nuestro buen compañero Miguel Usabiaga, redactor de excelsos artículos de opinión sobre ciclismo en Noticias de Gipuzkoa. Bittori era la viuda de Marcelo Usabiaga, el histórico miliciano, maqui, teniente republicano del batallón Luxemburgo que fue represaliado durante 21 años en cárceles. Muere la militante del PCE-EPK, y de IU-Ezker Anitza. A modo de homenaje, fue parte de la exposición fotográfica y memorialista Emeek emana, del vizcaino Mauro Saravia, y del documental Mailuak.

Nacida en Añorga-Txiki el 23 de mayo de 1923, conoció al revolucionario Marcelo Usabiaga a mediados de los años 50 del siglo pasado. Ella era de la cuadrilla montañera de quien llegaría a ser su cuñado Roberto. “Este conocía las ideas antifranquistas de mi madre y le habló de su hermano comunista preso. Mi madre comenzó a escribirle a la prisión. Ahí se encendió la complicidad, la chispa, el amor”, precisa Miguel y abunda en el testimonio: “Después, las visitas a la cárcel. Visitas sin intimidad, de reja a reja, dos rejas separadas por un metro y medio por el que andaban guardias para vigilar las palabras que presos y visitas se decían”.

Bittori relataba cómo organizaba pequeños mercadillos para poner a la venta lo que los presos como Marcelo ingeniaban en la prisión franquista. “Mi madre y otros familiares, hacían cada uno un mercadillo clandestino en las casas para venderlos, tipo aquello de los tupperwares, para enviar el dinero a los presos como ayuda”, apostilla el hijo del matrimonio y transmite que era algo arriesgado. De hecho, había personas condenadas a años de prisión por hacer esas ventas. “El dinero obtenido lo enviaban a los presos para completar la comida de la prisión, ínfima y escasa, es decir, para poder sobrevivir”.

Familia republicana Bittori, como narraba Marcelo en uno de sus libros, “era una obrera de la fábrica de discos Columbia, en el barrio del Antiguo”. Bittori, según ella misma contaba, era de familia republicana, de simpatías socialistas, que había tenido que huir de Donostia con la entrada de los franquistas.

Evacuaron a Bilbao y Santander con un padre que estuvo preso en el campo de concentración de San Pedro de Cardeña, durante un par de años, y luego había perdido el empleo en Cementos Rezola, por ser de la UGT.

“Contaba -aporta Miguel- cómo se la jugaban escondiendo todavía una bandera republicana en el jergón de la cama de sus padres; la misma que su padre colocaba en su balcón de la casa de Añorga cada 14 de abril”.

A continuación, llegó el citado carteo entre la joven pareja. Marcelo respondió a sus misivas al tiempo que se le planteó lo que él calificaba de “problema de conciencia”. “¿Cómo iba a comprometerla a unas relaciones sin más porvenir inmediato que la prisión? Y decidí, aunque me costara mucho, no desarrollar esta relación amistosa hacia otros derroteros más intensos, hacia otras pasiones, decidí no estrechar unos lazos que después serían más dolorosos y difíciles de romper si los acontecimientos político-sociales se complicaban y el periodo carcelario se prolongaba”, dejó escrito.

Templó la relación porque “me quedaba mucho tiempo de condena”. Sin embargo, Bittori no desistió. Y además de las cartas, iba a verle en sacrificados viajes en tren al penal de Burgos. “Y todo con su precaria economía. Tenía que buscar además una pensión para pernoctar. Y eso para verme apenas un rato y en aquellas terribles condiciones del locutorio”.

Y ella no cedió: escribió, le visitó, le esperó. “Cuando mi reclusión se acercaba a su fin, encendí el motor a toda máquina. En el diccionario no existen palabras para describir, siquiera mínimamente, las sensaciones recibidas al pisar la tierra libre del exterior y abrazar hasta hacer daño a Bittori, mi novia, que me esperaba al pie del cañón, en la puerta misma de la prisión”

Matrimonio... un 18 de julio Y lo que es el amor... Dos días después de su salida de la cárcel, paradójicamente para la pareja el 18 de julio de 1960, contrajeron matrimonio en una iglesia de Burgos con dos testigos y alguna que otra amistad de Bittori. “Casi en la más estricta intimidad, nos convertimos en esposa y esposo. Estaba decidido de antemano, por ser la única manera de legalizar la situación de una pareja en aquellos tiempos de 1960. Y, sin perder mucho tiempo marchamos a San Sebastián, por fin en libertad”, evocaban.

El PCE-EPK reaccionó ante la pérdida de su afiliada y amiga. “Ha fallecido nuestra camarada Bittori Barcena. Toda una vida de enormes sacrificios por los ideales de la libertad y la justicia social, especialmente en los duros tiempos de la dictadura. Descansa en paz camarada, con la tranquilidad de haber llevado una vida de dignidad”, amplifican.