AUNQUE la notificación de padecer un cáncer ya no sea sinónimo de sentencia de muerte, tampoco es una noticia baladí y en el paciente sigue desatándose todo tipo de sentimientos contrapuestos entre la negación, la incredulidad y la depresión frente a la esperanza que le pueda transmitir el médico. Y es en esta esfera de la búsqueda de cualquier esperanza donde el paciente puede bucear en la miríada de noticias sobre avances contra el cáncer con atajos para su curación, topándose en los medios con información de investigaciones avanzadas pero que aún tardarán años en llegar a clínica. “Cultivar la esperanza sin crear falsas expectativas a corto plazo es labor primordial de los medios al hablar de los avances contra el cáncer. La realidad de la investigación va más bien por el paso a paso que por grandes saltos”, coinciden en señalar a DEIA los oncólogos Guillermo Vivanco, jefe de Servicio del hospital Universitario de Cruces y Ricardo Fernández, especialista del Igualatorio Médico Quirúrgico (IMQ), quienes explican que en oncología se vive una auténtica revolución que está permitiendo a los expertos disponer de nuevas estrategias contra el cáncer como las terapias alfa dirigidas.

Los radiofármacos no son unos recién llegados a la farmacopea contra los tumores cancerígenos, pero su perfeccionamiento continuo con el uso conjugado de moléculas transportadoras y anticuerpos específicos están convertiéndolos en referencia de terapias personalizadas, con radio de acción más certero y mejor eficacia en la apoptosis de las células tumorales.

Dentro de este camino, la compañía Bayer ha presentado recientemente en su Instituto de Tecnología Energética (IFE), cercano a Oslo, nuevos radiofármacos: Ra-223 (el primer emisor alfa aprobado por la agencias reguladores del medicamento) y el torio 227 con emisiones alfa de poca penetración pero gran potencia destructiva contra el ADN de la célula cancerígena, una vía de acción que transportados por anticuerpos específicos contra tumores concretos está demostrando ser eficaz frente a cánceres difíciles y resistentes de páncreas, hígado, óseos, de pulmón, así como otros de repetición, ademas de en pacientes con cánceres recurrentes o resistentes a tratamiento, incluyendo en especial los de próstata, pecho, sangre y en mesoteliomas.

cánceres difíciles “Los TTCs (tratamientos terapias Alfa dirigidas conjugadas) son una continuación de la innovación y el desarrollo de las experiencias que ya teníamos en el uso del radio-223”, sostiene el doctor Wolker Wagner, vicepresidente de desarrollo global radio-223 y terapias alfa dirigidas de Bayer. “El desarrollo de estas terapias nos está permitiendo promover opciones para pacientes con cánceres difíciles y muy especialmente avanzar en la investigación de utilidad del radio-223 en el cáncer con metástasis, sobre todo de huesos”, recalca el investigador.

En este sentido, la doctora Anna Minchon, especialista en el Hospital Royal Marsden de Londres y en el Instituto de Investigación Oncológica, reconoce que mientras en décadas pasadas estábamos viendo interesantes avances en el cuidado del cáncer, “persistían cánceres heterogéneos y resistentes que limitaban la eficacia de tratamiento que nosotros sí podíamos ofrecer a los pacientes”. “Estamos comenzando a tener más evidencias de que se precisa innovación cuando los tumores son refractarios o en los cuales otras terapias no han dado resultado, como en los cánceres de páncreas, ovario, próstata o mesotelioma”, apunta la especialista , mostrándose optimista, pero al tiempo precavida. “El potencial del torio para pacientes con tumores resistentes es esperanzador, pero aún nos encontramos en fases muy precoces”.

En esta línea, la doctora Christine Ellingsen considera que el enorme potencial de las TTCs que combinan el radio-223 y el torio-227 “está en el amplio espectro de cánceres que pueden ser tratados por este método terapéutico”, explica la investigadora en terapias conjugadas de torio.

En el Estado español actualmente los radiofármacos están aprobados en ocho utilidades en diferentes enfermedades, aunque la mayoría tienen que ver con las patologías oncológicas: tumores de tiroides, neuroblastoma, cánceres neuroendocrinos,para algunos linfomas, en tumores de próstata con afectación ósea, cáncer de hígado con metástasis, policitemia vera y en dolencias inflamatorias persistentes en la membrana sinovial articular.

“Hay radiofármacos que ya se vienen incorporando en linfomas, algunos que comienzan a usarse ahora en tumores neuroendocrinos y cáncer de próstata y otros están todavía en fase experimental; empiezan a entrar en el manejo diario, pero aún no son práctica habitual”, dice Fernández.

sin falsas expectativas Para el experto del IMQ, aunque el radio 223 en combinación con las nuevas terapias para el cáncer de próstata le parece muy prometedor, “aún es pronto para decir que su uso se tiene que generalizar. Tenemos que ser prudentes y no ofrecer falsas esperanzas a los pacientes”. Porque se están dando muchos pasos en contra del cáncer no solo con los radiofármacos, sino con otros muchos tratamientos. “Se está avanzando muchísimo, pero son pasos que tienen que ir uno detrás de otro y se necesita un tempo, añade el oncólogo, mientras reconoce que las terapias cada vez son de mayor precisión. “Las terapias con radiofármacos tienen una diana concreta que está en la membrana celular, desde donde se emite la radiación hasta el núcleo de la célula tumoral donde actuará sobre el ADN induciendo la apoptosis celular. El radiofármaco se une al transportador y el anticuerpo se fija al tumor, pero tiene un radio de acción de unos 100 micras alrededor del mismo, de modo que aunque son bastantes precisos, no dejan de ser fármacos que se ponen por vía intravenosa y están pasando al cuerpo durante una temporada con cierta toxicidad”, dice sin restar un ápice a la eficacia de esta esperanzadora innovación frente al cáncer.

Con este mismo hilo argumental, según el jefe de Servicio de Oncología de Cruces, todos los avances que se producen en el ámbito de la medicina y concretamente en la oncología pueden ser muy importantes. “El problema es que tras los buenos resultados en los ensayos clínicos luego hay que ver su valor en las situaciones reales, puesto que los pacientes en los ensayos suelen ser muy seleccionados y en situaciones muy concretas”.

a la cama del paciente Como explica Vivanco, los medicamentos que inicialmente ofrecen buenos resultados experimentales tal vez luego, en la vida real, pierden mucha eficacia, porque en determinadas circunstancias no tienen el mismo efecto favorable o incrementa su efecto tóxico en el paciente, o las dos cosas a la vez. “Además, la traslación del fármaco desde el laboratorio a la clínica del paciente puede durar de 7 a 10 años, en el mejor de los casos cinco años”, explica. “En nuestro ámbito se puede demorar hasta un año más; el medicamento estaría disponible antes en otro país europeo que en el nuestro”, recalca.

Los oncólogos de Cruces y del IMQ se refieren a la auténtica revolución que se está produciendo en la investigación en oncología con la inmunoterapia y la medicina de precisión. “Qué más medicina de precisión puede haber que tu propio organismo destruya las células malignas. Si logramos que el cuerpo cumpla su propia función fisiológica de destruir aquellas infecciones para las que antes precisábamos antibióticos, también destruirá las células tumorales. Esa es la base de la inmunoterapia”. Es precisamente este camino de la inmunoterapia el que premiaron con el Nobel 2018 en la investigación de Allison

Lo que no se sabe es si en todos los tumores tendrán la misma eficacia, porque para que el organismo reconozca las células tumorales como extrañas tienen que tener muchas alteraciones en su DNA o al menos las suficientes como para que el sistema inmune lo reconozca como extraño y se defienda destruyendo las células malas. ”Y eso no parece que vaya a pasar en todas las localizaciones tumorales; sí en algunas, pero no en todas”, reconocen los expertos.

En un país con sistema público de sanidad como el nuestro, donde la oncología se sitúa en la segunda mejor del mundo, tras EE.UU., su sostenibilidad nos debe de preocupar, “que no atemorizar, porque si no gastáramos nada estaríamos como en el 80, cuando empecé en el Hospital de Cruces y no había ni un TAC”, explica Vivanco.

La tasa de curabilidad desde los años 80 supera el 50% y en niños/as el 90%, “pero para seguir disminuyendo la mortalidad del cáncer no solo están los tratamientos, la prevención. Seguir las campañas frente al cérvix, mama, colon, e incrementar la educación sanitaria, la vacunación, el no al tabaco y alcohol descenderían tremendamente los tumores”, insisten.

Diagnóstico y control Recalcan también que en oncología muchos de los fármacos han llegado para quedarse, pero otros serán superados. La inmunoterapia y la medicina de precisión frente a dianas claves están haciendo que pacientes con leucemia, se cure, pero “mas que sanarles, les ha remitido la dolencia. Son muchos los campos que se abren no tanto en el tratamiento, sino en el diagnóstico y en el control de la patología”.

Fernández y Vivanco se refieren con cierta preocupación al elevadísimo precio de los medicamentos innovadores, que ahora son especialmente caros, “algunos pueden costar 10.000 euros al mes. Esto es impagable; no hay gobierno que lo pueda resistir, porque cada vez hay más cánceres y los detectamos antes”, reseñan. “Es un problema serio. De hecho, los investigadores lo llaman toxicidad financiera, que es una forma elegante de decir que valen un ojo de la cara”, recalca Fernández, al tiempo que indica que Osakidetza es un sistema excelente “que hace un esfuerzo brutal para que lleguen a toda la población”.

Según el experto hay dos aspectos que han hecho que la medicina mejore de forma exponencial: la biología molecular y la informática, que permiten que el conocimiento llegue a todo el mundo. “Hace pocos años se descubrió la diana del cáncer de pulmón y al poco hubo un fármaco contra ella”.