Bilbao - El nuevo obispo auxiliar equipara la tarea a la que va a hacer frente con la de tantos padres y madres de familia o responsables de empresas e instituciones que tienen que acompañar equipos humanos y sacar lo mejor de cada persona. “Hacer eso bien, eso sí que es apasionante”, señala.

De usted se ha dicho o escrito que es ‘un obispo de la cantera’, ‘próximo a la sociedad vasca’, ‘experto en economía social’, entre otras cosas. ¿Usted cómo se define?

-¿Así que me dejas definirme como quiero? Pues diré que soy un bilbaino que nació en el seno de una familia fuerte y religiosa, en parte de raíces arratianas y en parte alavesas. Una familia sólida en afectos, de las que ha habido tantas aquí, y en la que, además de cariño, recibí el ejemplo inspirador de grandes mujeres y hombres. Luego, y sobre esa base, tuve la oportunidad de desarrollarme en una considerable variedad de experiencias y estudios que me han aportado mucha riqueza. Todo lo demás, títulos o cualidades, es secundario porque son el resultado de ese arranque con suerte en el que se forjó mi vida.

¿Se puede afirmar que conoce la Iglesia vasca, la feligresía y la sociedad del País Vasco de arriba a abajo? Su paso por diversas parroquias, por Cáritas, por la Universidad? ¿le dan la perspectiva necesaria para abordar el presente y el futuro de la diócesis?

-Suena como muy solemne y pretencioso eso de abordar el presente y futuro de la diócesis. Conozco a la gente de aquí porque me he hecho junto a ellos, gente con ideas y sensibilidades muy distintas que me han ayudado a superar visiones en blanco y negro de la realidad y de muchas cosas. Gracias a Dios, no soy yo quien tiene que abordar el futuro y los desafíos de esta diócesis. Soy obispo auxiliar, o sea el que ayuda a Mario Iceta, obispo titular. Pero es que, además, esto no funciona como el ejército, por ordeno y mando desde arriba. Las decisiones se toman consultando, en procesos de diálogo que implican a muchas personas y estamentos. También el liderazgo es necesario, pero en gran parte se construye en base a consensos y discernimientos pacientes. Si el futuro dependiera solo o fundamentalmente de mí, no habría aceptado. Pero responder a los actuales desafíos es responsabilidad de toda la comunidad, de todas y todos los que nos sentimos miembros de esta Iglesia.

Cuando regresó de misiones dijo que habían sido “años muy interesantes llenos de cambios y desafíos”. ¿Qué enseñanzas de aquellos años podrá aplicar ahora en Bizkaia?

-Algunas experiencias son difícilmente trasladables. El pueblo latinoamericano, en su gran mayoría, se siente diariamente acompañado por Diosito, por la Virgencita, y mantiene vivas muchas devociones tradicionales y otras peculiares. En situaciones personales muy difíciles, cuando el jefe te maltrata, el político te roba o la vida se pone cuesta arriba, la gente allí se tambalea, pero vuelve a la lucha cotidiana con ánimo porque se sienten acompañados por una fuerza mayor que ellos. Quizá no vayan mucho a misa, pero la fe es esencial en su vida. De esa esperanza, que no es de este mundo, he aprendido mucho, también para vivir en un contexto social radicalmente diferente como es el nuestro. En Latinoamérica he aprendido que el Evangelio es buena noticia y fuente de ánimo para los pobres, especialmente cuando tantas ideologías sociales y políticas les han fallado.

Su papel en las negociaciones de paz en Euskadi, ¿le proporcionan también una especie de máster en el manejo de conflictos, la comunicación entre contrarios y en facilitar vías de solución?

-Para nada. Aquello fue una circunstancia concreta en la que, por una serie de casualidades, me tocó colaborar en algo que no pedí, ni busqué. Lo intenté hacer bien, pero en realidad no fue sino una anécdota en mi vida. Sin embargo, la gestión de conflictos potenciales o reales, y la construcción de consensos para que gente diversa pueda trabajar en proyectos compartidos, eso sí ha sido y es parte importante de mi trabajo cotidiano. Una tarea que, en muchos ámbitos de responsabilidad, me ha tocado realizar con frecuencia. Pero tampoco en eso me siento distinto de tantos padres y madres de familia o responsables de empresa o instituciones que tienen que acompañar equipos humanos y sacar lo mejor de cada persona. Hacer eso bien, eso sí es apasionante.

Su designación como obispo auxiliar para Bizkaia coincidió en el tiempo con el escándalo por los presuntos abusos sexuales y físicos en el Colegio Salesianos de Deusto. ¿Cree que la Iglesia católica tiene ya encauzada la respuesta ante los casos de abusos que se van conociendo?, ¿la denominada cumbre sobre pederastia llega tarde?

-Hay que distinguir con claridad dos situaciones. El primer caso sería el de posibles abusos que se han producido ahora o recientemente y que llegan a conocimiento de la autoridad eclesial. En la segunda situación entrarían los abusos que se produjeron hace veinte o treinta años y que se hacen públicos ahora. En la primera situación, creo que sabemos cómo se debe actuar, con claridad y transparencia. Esto supone, ante todo, tomar muy en serio el testimonio de las víctimas porque es muy difícil que alguien en su sano juicio invente cosas así, solo para hacer daño a otro. Supone también comunicar a la opinión pública lo que se ha conocido, sin miedo. Y supone también compartir toda la información relevante con las autoridades judiciales que son las que tienen capacidad y competencia para investigar y, en su caso, enjuiciar a la persona en cuestión. En el segundo caso, el de las acusaciones sobrevenidas en las que la autoridad eclesial no actuó adecuadamente, lo que se puede y se debe hacer es lo que han hecho los responsables de la orden salesiana en un segundo comunicado en el caso de Bilbao, y recientemente en Roma, los superiores de varias órdenes religiosas afectadas: pedir perdón y tomar medidas para que, ni se produzcan nuevos abusos, y si los hubiere, que nadie pueda ocultarlos o relativizar su importancia. Creo que las lecciones están aprendidas. ¿Es tarde? Probablemente, pero mejor cambiar hoy que mañana.

¿Qué desafíos afronta la Iglesia vasca: ausencia de vocaciones, desapego social...?

-Hay dos tipos de desafíos: uno, que tiene que ver con un profundo cambio cultural que se está produciendo en Europa en lo relativo a la vida espiritual y religiosa. Aquí la gente no deja la Iglesia católica para pasarse a otra confesión. Puede haber casos, pero son poquitos. Aquí se toma distancia de la Iglesia porque no se ve sentido a la oración, porque no se percibe a Dios presente o relevante en mi vida, porque la fe cristiana y las celebraciones religiosas han perdido su valor para muchos. Paralelamente, y también esto es importante, algunas personas que podrían valorar la dimensión religiosa, se sienten extraños en una Iglesia que perciben lejana, hablando un lenguaje con el que no sintonizan, que no conecta con sus preocupaciones, y que actúa de manera incoherente en algunos temas importantes, como por ejemplo el tratamiento de los abusos. Como digo, son dos temas diferentes y en el segundo desafío, hay muchas cosas que se pueden hacer mejor.

Como profesor de Ética, ¿qué respuesta cree que se debe dar a innovaciones científicas o realidades como la reproducción asistida, la gestación subrogada, terapias genéticas, eutanasia...?

-Este es todo un tema, de enormes repercusiones. Mucha gente sigue creyendo que la ciencia, y ahora su retoño más potente, la imparable revolución tecnológica, por sí sola, va a ser capaz de resolver los problemas humanos. Lo cierto es que también puede agravar muchos de esos problemas, poniendo en riesgo la cohesión social e incluso la supervivencia del planeta. ¿Máquinas que sustituyen el trabajo manual? Para unos muy bien, para otros, el principio del fin. ¿Experimentación genética con límites solo aparentes o formales? Para las empresas que invierten en ella, muy bien. Para la idea de una dignidad humana compartida por amplios sectores sociales, un desafío cuyas consecuencias no somos capaces de apreciar todavía. ¿Compartimos un proyecto humanista o la misma idea de lo que significa ser humano se está rompiendo en mil piezas que ya no vamos a poder recomponer? La defensa de la técnica, sin humanización, es como el famoso mono con pistolas: puede servir los intereses de algunos, incluso mejorar su vida, pero pone en riesgo muchas cosas importantes y a muchísimas personas.

Se ha dicho que la posición más abierta y cercana a la Iglesia de base del Papa Francisco ha hecho que sea cuestionado por los sectores más conservadores, ¿es cierto? ¿Considera probable que el Papa lleve a cabo los cambios que se propuso? ¿Habrá una reforma para superar ciertas situaciones?

-No es que ahora la Iglesia necesite reforma. La necesita siempre porque aquí y allá, en esto o en lo otro, nos alejamos de nuestro ideal, y perdemos el norte que es el Evangelio de Cristo. Pero lograr cambios en profundidad no es tan fácil. Algunos sostienen que, se diga lo que se diga, la gente no cambia. Yo he visto a muchos cambiar profundamente, algunos para bien y otros no tanto. Pero la dificultad del cambio afecta también a instituciones tan complejas como la Iglesia, formada por millones de personas en todo el mundo, con muchas sensibilidades, experiencias y preocupaciones diversas. No conozco el detalle de reformas que el Papa pudo tener en mente cuando inició su pontificado. No creo que las considerara fáciles de implementar porque conoce bien esta Iglesia que es su casa. No sé lo que finalmente va a lograr. Algunas resistencias son muy fuertes. Pero de algo no tengo duda: su legado va a ser esperanzador porque, a pesar de todos los graves desafíos que ha querido enfrentar y los problemas que llegan a su mesa cada día, ha sabido reír con ganas y encajar los golpes con buen espíritu. Comparado con su escritorio, el mío es fácil de gestionar.