BILBAO. A lo largo de las casi 400 páginas de Homo climaticus presenta un sinfín de modelos históricos y datos científicos a través de los cuales José Enrique Campillo Álvarez (Cáceres, 1948) explica cómo el clima nos convirtió en humanos. Dice, por ejemplo, que el cerebro es un producto del frío y que gracias a las glaciaciones la especie humana ha agudizado el ingenio y se ha hecho más social. El problema es que ahora hablamos de calentamiento...

Frente a la preocupación actual, usted apela a la calma y sostiene que el ser humano ha sobrevivido a cambios climáticos más graves que el presente? ¿Optimista, provocador o realista?

-No soy un experto en clima, pero cuando uno echa la vista hacia atrás en la historia del planeta constata dos verdades bien fundamentadas por los paleoclimatólogos. La primera es que ha habido varios calentamientos globales superiores a los actuales durante nuestra etapa evolutiva [últimos millones de años] y durante nuestra historia [últimos miles de años]. La segunda es que, como se describe en Homo climaticus, casi siempre el calentamiento se ha asociado para el ser humano con prosperidad, abundancia y mayor desarrollo, y el frío con sequía y retroceso.

Y me pregunto yo, si ha habido tantos cambios climáticos y más graves que el actual ¿por qué nos angustia tanto este?

-Si uno contempla las variaciones cíclicas de la temperatura global que han sucedido en los últimos 800.000 años, de las que tenemos datos precisos obtenidos en las capas acumuladas de hielos antárticos y groenlándicos, vemos que el aumento actual de temperatura no desentona con la tendencia cíclica registrada en todos esos miles de años. Los datos paleoclimáticos señalan, además, que el calentamiento siempre se asocia a más pluviosidad y más desarrollo vegetal. En la era histórica esos calentamientos han coincidido por ejemplo con el reverdecimiento y ocupación por animales y personas de los grandes desiertos. El único dato discrepante de lo que ocurre en la actualidad con respecto a esos datos, es el aumento en la atmósfera del anhídrido carbónico y del metano, que junto con el vapor de agua son gases que producen efecto invernadero; es decir, retención del calor en la Tierra.

El ser humano ha influido en el clima, pero usted viene a decir que el clima ha influido en el ser humano? ¿Hasta qué punto?

-La mayor parte de los acontecimientos históricos desde el neolítico tienen una estrecha correlación con el clima. Las condiciones climáticas provocaron o favorecieron los grandes eventos históricos. Solo un ejemplo. El auge del Imperio Romano coincide con un calentamiento mayor que el actual que llenó de abundancia a Europa y al norte de África y abrieron los pasos helados de los Alpes. Tras este calentamiento llegó un periodo muy frío de sequía y hambre que obligó a las hambrientas tribus del norte a desplazarse a la península italiana provocando la caída del Imperio Romano. En el libro se documentan muchos más. La Revolución francesa y las otras revoluciones de la época ocurrieron en el momento más frío de lo que se ha denominado ‘La pequeña edad de hielo’ que sucedió entre los años 1450 y 1800. En 1780, excepto los nobles, el resto de la población moría de hambre y frío...

El clima ha determinado la evolución de la vida en general y de la especie humana en particular. ¿Alguna modificación genética que pueda ser atribuida o vinculada con las distintas etapas climáticas por las que ha atravesado la Tierra?

-Nuestro cerebro es un producto evolutivo del frío; la mejor herramienta evolutiva para sobrevivir en las peores condiciones climáticas que podamos imaginar. Por ejemplo, la gran prevalencia de diabetes tipo 1 en los países nórdicos refleja que esta condición, hace miles de años le proporcionaba un exceso en la sangre de un anticoagulante como es la glucosa y prevenía las congelaciones. El genotipo ahorrador que permitió la supervivencia en condiciones de escasez de alimentos y hoy, en las sociedades opulentas, nos provocan numerosas enfermedades: obesidad, diabetes, hipertensión, etc.

Sostiene en su libro que el frío glaciar facilitó la “tolerancia social” y la “cooperación” dentro del clan. Y leo un párrafo suyo: “A estas cualidades contribuyó una modificación importante que experimentó el ser humano: la feminización de los machos...” ¿Me lo puede explicar brevemente?

-Los machos de los mamíferos tienen unas hormonas, los andrógenos, la testosterona, que entre otras acciones les confiere naturalmente una mayor agresividad. Los toros se cornean en los rebaños, pero no las vacas. En los clanes ‘Homo sapiens sapiens’, sobre todo en los miles de años de glaciación que forzaban a una apretada convivencia dentro de una cueva, esta agresividad natural ocasionaría problemas. A lo largo de miles de años se fueron descartando los individuos más violentos que ponían en peligro al clan y dificultaban la socialización. Es el mismo mecanismo por el que el dueño del rebaño va eliminando a los machos más ariscos. La feminización de los machos de la especie humana, un fenómeno bien documentado científicamente como se explica en mi libro, favoreció la socialización y la transmisión cultural y el avance de nuestra especie.

El frío, en su opinión, ha sido el gran catalizador de la Humanidad, pero es que ahora estamos ante un calentamiento del planeta. ¿Cambiará el metabolismo del ser humano? ¿Asistiremos a algún tipo de mutación genética?

-Las mutaciones genéticas favorables ocurren de manera aleatoria, al azar, y muy de tarde en tarde. Aunque la evolución biológica prosigue (selección natural, genes) hoy opera una potente evolución cultural. Hoy día, la tecnología nos permite obtener en cuestión de días lo que la biología necesitaría millones de años. Por ejemplo, a través de la biónica. Solo recuerde a Stephen Hawking y piense lo que se logrará dentro de tres siglos...

Hace años que la comunidad científica ha aceptado la existencia del Antropoceno. ¿Cree que en un futuro también será aceptada la referencia del ‘homo climaticus’?

-Los seres humanos estamos cambiando el planeta a una gran velocidad. Pero, desde mi opinión y la de muchos otros, hay problemas mucho más graves que el cambio climático. El envenenamiento del planeta por sustancias químicas como los insecticidas y los metales, o la radioactividad, que no afectan al clima pero sí a nuestra salud y la de tantas especies. Los plásticos que ya forman islas gigantescas en los océanos, la falta de agua, etcétera. Pero el mensaje de esperanza reside en que la Gran Historia demuestra que hemos pasado por momentos extremadamente difíciles y siempre los hemos superado y hemos salido más fuertes y ‘más humanos’. No hay razón para creer que esta tendencia no vaya a continuar.