Donostia - Su infancia y su juventud estuvieron marcadas por el sufrimiento de la pobreza, la discriminación racial y la violenta represión contra las aspiraciones de justicia social del campesinado guatemalteco. La líder indígena Rigoberta Menchú (1959) participa hoy en el congreso Gure Lurra. Sembrando Futuro, un simposio organizado por la Diputación de Gipuzkoa, en el Palacio Kursaal.
Tuvo que hacer frente a los secuestros de su hermano y su madre, la muerte de su padre y el asesinato de su hermano. ¿Cómo se supera semejante experiencia de vida?
-Cuando uno sufre algo tan impactante en la vida, lo más importante es respetar los antepasados y comenzar a caminar después. Luché mucho para que no se olvidara la memoria de los míos, ni la de tantas víctimas. Siempre intenté esclarecer su verdad legítima. Personalmente he ganado tres juicios, uno de ellos por la masacre en la embajada de España, el 31 de enero de 1980, cuando fue quemado vivo mi padre. Después de 16 años de investigación y de trabajo acudí a los tribunales y el año pasado se dictó una sentencia que por fin es firme. Ya no es la verdad de Rigoberta Menchú, sino la del sistema legal.
¿De dónde saca tanta fuerza?
-Es una herencia que me dejaron mis padres y hermanos. En Guatemala ha habido más de 200 exhumaciones de fosas comunes, un dolorosísimo proceso y siempre he acompañado a las personas con entusiasmo.
Camina muy firme por la vida. ¿Qué recomendaría a quienes vagan por ella como de puntillas, sin llegar a disfrutarla en plenitud?
-Hay mucha frustración en el mundo. Ha perdido toda conexión con la madre tierra. Yo soy de las personas que piensan que la tierra recicla las energías de uno, te rejuvenece el alma y te permite volver a encontrarte como un ser natural. Muchas personas, en cambio, no saben de dónde vienen y vagan sin objetivos.
¿Qué le ayudó a usted?
-A mí algo que siempre me ayudó fue preguntarme quién soy, de dónde vengo y a dónde voy. Te ayudan a ubicarte en el momento y encarar el futuro. Siempre he tenido claro que no quería ser víctima de ese pasado familiar tan doloroso que cada vez que lo recuerdo me aflige. No quiero. Quiero ser protagonista. Basta de victimismos. Tengo que aprender, tengo que saber qué ocurre en el mundo. La mente positiva ayuda a concentrarte en un objetivo. Hay mucha gente que no cuenta con esas herramientas. Creo que hay una decadencia personal, espiritual y social tremenda.
¿También institucional?
-Sí. A veces la gente cree ciegamente en una institución, y cuando ve que no responde a sus problemas o expectativas se siente sin referencias, incapaz de hacerlo por sí mismo. A la gente siempre le digo que la mejor receta es hacerse la pregunta y caminar hacia la respuesta sin esperar a que nadie te la dé. Si uno busca sus propias respuestas, se va a encontrar con problemas que uno mismo tiene que resolver. Nadie lo puede hacer por ti.
¿Perdemos mucho tiempo soñando con lo que no existe?
-Es lo que más preocupa de la gente en general, que viven de la fantasía. Cuando se habla del desarrollo se habla de cantidades ingentes de dinero. Pensamos mucho en la parte más material. Y tenemos que valorar mucho más lo nuestro. La inmensa mayoría piensa que el sueño está más allá, pero hay que ser más realistas.
¿Las religiones ya no valen?
-Si uno está desolado, la parte espiritual es muy importante, pero no me refiero en términos de religión, porque la gente también está muy frustrada con ellas. Hace falta recuperar el mar, la montaña, los cerros... Hace falta regresar a aquellos lugares en los que se encuentre uno a sí mismo. Hay que usar bien la vida. Aquí estamos un periodo de tiempo muy corto y ya que hemos tenido la oportunidad de venir a este Planeta, hay que disfrutar de la estancia antes de la partida.
El mundo rural sabe bien de ello...
-Sin duda. Todo lo que comemos y consumimos proviene de la tierra, pero la mayor parte de la gente no tiene conciencia de ello. Si realmente fuéramos conscientes de la pérdida de valores como la sencillez y la humildad, nos daríamos cuenta de que nuestro sitio sagrado es el campo y la montaña. Hace falta educar a nuestros hijos para que se vuelvan a conectar a esos sitios sagrados. Pero hay mucho desprecio hacia el campo y mucha discriminación. No hay más que ver los presupuestos que se destinan. Si realmente se revelaran las bondades del campo, muchos más niños se enamorarían de él. Hace falta buscar un equilibrio entre el campo y la ciudad.
¿Cómo observa el mundo un cuarto de siglo después de haber recibido el Premio Nobel de la Paz?
-Algunas vidas hemos tocado, pero he aprendido a ser más pausada. Tenemos que valorar lo que hemos alcanzado en Educación, en Derechos Humanos. Hay algunos conflictos sociales que se han apaciguado, pero no con eso el mundo está mejor. Mientras haya desigualdades, imposiciones e impunidades, mientras haya corrupción y crezca el tráfico de armas, no podemos estar satisfechos. No es casualidad que este año el Premio Nobel de la Paz vaya destinado a una campaña mundial contra las armas nucleares. La paz no es un asunto romántico. Cada vez tengo más conciencia de eso. Antes pensaba que podía cambiar mucho la sociedad, pero ahora se impone más el realismo. Me gusta caminar a pie y no solo soñar con el viento.
¿Qué opina de Donald Trump?
-Sin las guerras del mundo, Estados Unidos no sería como es. Pero el peligro no está en el presidente escandaloso de turno sino en los que se ocultan detrás. Hay muchas decisiones en torno al petróleo, muchas decisiones económicas que van más allá del muro de Trump. Me preocupa que la gente se pierda en lo que pueda ser como personaje y se olvide de las estrategias geopolíticas. ¿Quiénes toman de verdad las decisiones? A ciencia cierta, no lo sabemos.
¿Qué opina de grupos radicales como el Estado Islámico?
-He aprendido a no condenar a este tipo de grupos, porque recuerdo los años en los que se criminalizaba a los pueblos indígenas, a los diferentes, a los que podían tener una cultura y una identidad. No criminalicemos a pueblos enteros. Siempre es mejor ubicar la realidad de la gente.
¿Está muy decepcionada con los políticos progresistas?
-Se esperaba más de la izquierda cuando estaba en el poder. En cualquier caso, siempre he sido muy prudente con ellos y nunca me ha gustado estar en la fiesta.
¿Por qué?
-Porque al hablar de izquierdas y campesinos, se corre el peligro de campesinizar a los pueblos indígenas, a veces, en detrimento de las ciencias ancestrales. Sigue haciendo falta mucho trabajo para garantizar los derechos de los pueblos indígenas.
¿La violencia de género sigue siendo una cuestión preocupante en las comunidades indígenas?
-Totalmente. Existe el feminicidio, que está siendo reconocido en muchos pueblos, pero sigue haciendo falta las normas necesarias para evitarlo. Nuestra sociedad no solo necesita castigos, sino prevención.