SE repite la misma escena de todos los años. A unos pocos minutos de las 8.00 de la mañana, el metro se encuentra repleto de estudiantes somnolientos y de sus ojeras. Todos ellos con sus apuntes a mano. Conversan sobre los exámenes de la selectividad: “Creo que va a ser más difícil que en otros años”, comenta una estudiante en un vagón, mientras que otro grupo compite por ver quién ha dormido menos. Un total de 9.994 estudiantes que han terminado este año el Bachillerato, se enfrentan, con su nerviosismo habitual, a la Evaluación para el Acceso a la Universidad (EAU). A estos se les unen 670 estudiantes de Ciclo Formativo de Grado Superior (Formación Profesional). Los estudiantes se aglomeran a través del corto trecho que separa el metro de la superficie. Caminan lentamente, como si no quisieran toparse con la realidad que les espera en el exterior, tranquilizándose entre ellos: “Yo creo que va a ser fácil”, dice un estudiante tratando de convencer a sus compañeros. Ya en el exterior, se nota el nerviosismo en la voz de los estudiantes, que tras esperar a los demás compañeros de clase, comienzan a caminar hacia la Escuela de Ingeniería de Bilbao.
La prueba se desarrolla durante tres días, hasta el próximo viernes. La misma se divide en dos fases: La fase de acceso y la de admisión. La primera se realiza con el objetivo de valorar las habilidades básicas que debe alcanzar el alumnado al terminar Bachillerato y se divide en cinco pruebas diferentes: Lengua castellana y literatura, Lengua vasca y literatura, Historia de España, primera lengua extranjera y la materia obligatoria de la modalidad de 2º de Bachillerato.
Este año se estrena la Evaluación de Acceso a la Universidad, que sustituye a la Prueba de Acceso a la Universidad (PAU), aunque popularmente se le sigue llamando de la misma manera: selectividad. La consejera de Educación, Cristina Uriarte, aseguró ayer que la prueba sigue siendo “prácticamente la misma que la selectividad”, aunque algunos profesores no opinan lo mismo. Rosa Pérez, profesora de Ingeniería Industrial, se quejaba del nuevo modelo, alegando que ha tenido que replantear todo el contenido de su asignatura. Pablo Bahillo, profesor de Biología y de Ciencias de la Tierra y del Medio Ambiente, también lamentaba el cambio de modelo: “He estado enseñando Ciencias de la Tierra y del Medio Ambiente a mis alumnos para que luego desaparezca de la selectividad”. Ambos coincidían en que “es una indecencia cambiar el sistema de selectividad a mediados de curso”, ya que en enero se vieron obligados a replantear sus asignaturas.
A las 16.30, durante un pequeño descanso de tres cuartos de hora, antes de los exámenes de modalidad, los estudiantes comentaban los resultados de los exámenes en la explanada del edificio de la Escuela de Ingeniería. “Creo que en general hemos sacado todos una buena nota. Nos lo han puesto fácil”, señalaba Mikel Bernal, estudiante de El Carmelo Ikastetxea. En Historia, los estudiantes tuvieron que hacer frente a temas ya clásicos como la II República, la Constitución de Cádiz y la Guerra Civil en el País Vasco, o un comentario de texto sobre la homilía del obispo Añoveros sobre el derecho del pueblo vasco a su identidad, por la que Franco trató de desterrarlo, lo que casi le cuesta al dictador la excomunión.
Pese a los primeros exámenes, el terreno parece más plano para los estudiantes y la universidad ya no se ve tan lejana. Solo deben pasar un proceso de varios días para poder estudiar aquello que de verdad aman.
Olatz, Zubi, Iratxe y Mikel. “Los profesores nos han dicho que los exámenes serán fáciles, pero no nos fiamos”, decían estos estudiantes. También comentaron que al menos no tuvieron ningún problema para dormir, entre siete y ocho horas. Cada uno de ellos realizará una carrera completamente diferente a la otra. Al igual que muchos otros estudiantes, temían el examen de Historia ante la incertidumbre del tema que les pudiera tocar.
Lucía, Cristina y cristian. “Historia es la que más miedo da”, confesaban. Los tres amigos traban de mantener la calma mientras repasaban sus apuntes en el último momento. “Estamos nerviosos porque nos hace falta una buena nota”, afirmaron. También explicaron cómo cada uno de ellos le daba más importancia a ciertos exámenes: “Cada uno ha estado estudiando algo diferente, centrándose en lo suyo”, comentaron.
Ane, elvira y Ane. “Al examen de euskera vamos bastante tranquilas. Creemos que será fácil”, comentaron las tres amigas. Añadieron que todos los años suele tocar el mismo tipo de examen. Pero muestran cierto temor a las siguientes pruebas: “No nos fiamos nada del examen de Historia y creo que no somos las únicas”. A pesar de ello, afirmaban que no perderían horas de sueño por descansar y se les notaba relativamente tranquilas.