bilbao - Martina Macarrón Palomar, una de las personas más conocidas para aquellos niños y niñas de Durango de los años 80 y 90 falleció el pasado día 17 a los 80 años de edad. En silencio. Su adiós no ha trascendido.

Superviviente de los bombardeos de marzo y abril de 1937, regentó durante casi tres décadas en régimen de alquiler un pequeñito comercio de golosinas en el bajo de una vivienda del portal número 12 de la céntrica Andra Mari de la villa, frente al famoso pórtico civil considerado uno de los cerrados más grandes de Europa. Era conocido como La tienda de Camy, en el interior de un portal de comunidad. Cerró por última vez en 2000. De familia muy popular y querida de últimos marchanteros de la villa vizcaina, era viuda de Justo Martín.

Martina nació el 1 de enero de 1936 en Durango. Junto a su familia, fueron supervivientes de los fascistas bombardeos que sufrió la villa el 31 de marzo y el 1, 2 y 4 de abril de 1937. A pesar de vivir en Artekalea, su hogar no sufrió el impacto de las bombas italianas. Ella era aún un bebé de quince meses. Huyeron del terror a Bilbao hasta comprobar que no tenían dónde ir ni comida que llevarse a la boca. Volvieron en pocos días. “En casa siempre hemos oído que mi madre lloraba antes de llegar los aviones bombarderos, como si a diferencia de las personas adultas ella sí lo notara”, explica Pili, hija de Martina, quien agrega que al regresar a su hogar “a mi madre le dieron de comer un biberón de agua con azúcar. Habían vuelto porque decían que preferían arriesgarse a morir, pero estar en casa”.

Estudió con las monjas de San Vicente de Paul. Su madre tenía una tienda en Artekalea, misma calle en la que residieron. Su padre era empleado del ferrocarril: Guardagujas. Fue la quinta de seis hermanas. Dos fallecieron de muy niñas y salieron adelante Bonifacia -la por todos conocida Boni que fue pregonera de fiestas de Durango-, Mari, ella y Tere. Con esta pérdida, en la actualidad solo vive la última.

Martina regentó La tienda de Camy, conocida así, como explica la familia, porque “fuimos los primeros en poner a la venta los helados de esa marca”. También aseguran que fueron pioneros en vender, primero, pasteles de Arrese que portaban desde Bilbao a Durango en tren, y a continuación las palmeras de Quincoces de Lekeitio.

La caramelera contrajo nupcias un 18 de agosto con Justo Martín, empleado de fundición, que en sus días de libranza ponía puestos de golosinas en diferentes pueblos y fiestas. El matrimonio dio a Durango cinco hijos: Pilar, Justo, Javi, Alberto y Joseba.

Habla Pili: “Mi madre era muy buena y no lo digo yo solo. Ahora, cuando íbamos al hospital le querían todas mucho. A las de allí siempre les llevaba algo: unos patucos...”. Era una de sus pasiones: hacer punto y ganchillo. También leer poesía. “Solía recortar siempre las que se publicaban en el Rincón de la poesía de la revista Pronto y las guardaba con cariño”, agrega Pili, quien se turnaba con ella en La tienda de Camy en los últimos años hasta que se cerró en 2000 debido a unas obras que se hicieron en el inmueble y que no permitió a la familia continuar con el negocio. “Amigas -cuenta Pili- me dicen que mi madre hizo la vida más dulce a todo Durango”.