Bilbao - Mantiene usted que la población no es consciente de la gravedad de la degeneración macular. ¿Por qué?

-Es que el desarrollo de esta degeneración se asocia a la edad y es la principal causa de ceguera en pacientes mayores de 60 años en los países desarrollados. La degeneración produce una mancha en la parte central de la retina, la que usamos para mirar una cara o leer una letra, la que nos da el detalle. Es como si me estuviese mirando, y yo le pusiese la mano en el medio, conserva el campo visual pero no me ve la cara.

Pero eso no produce una ceguera.

-Efectivamente porque el paciente puede andar por una calle que conoce, o se puede vestir, pero no puede leer, no puede mirar la televisión, no puede ver la hora qué es. Y se ve muy incapacitado. Además desde el punto de vista médico, ceguera no significa que el paciente se quede con la luz apagada. Nosotros estimamos como tal la pérdida de visión central aunque se mantenga la periférica.

¿Por qué tiene tanta importancia?

-Primero porque hay un número creciente de pacientes. Y segundo, porque la incidencia de la enfermedad se va a disparar en los próximos 25 años porque la pirámide poblacional está envejeciendo y nuestra esperanza de vida va a crecer mucho. Hay expertos en EE.UU. que dicen que va camino de convertirse en una epidemia.

¿Tiene tratamiento?

-Hasta el 2003, no había ningún tratamiento. Pero desde hace menos de diez años han aparecido nuevos fármacos que provocan que la visión que antes se perdía en semanas, ahora se pierda en años. Esto es lo que debe conocer la población. La frase típica de tengo 80 años, y es normal que no vea bien, no es así. Uno puede tener 80 años y ver bien. Desde luego, no igual que cuando tenía 25 años, pero puede leer y hacer cosas.

¿Estos fármacos resultan verdaderamente eficaces?

-Consiguen frenar la enfermedad. Lo ideal sería tener una medicina que poniéndola dentro del ojo bloqueara la patología para siempre pero eso no existe. En el ICQO formamos parte de una red internacional de centros que prueba estos fármacos ya testados, que son muy buenos, pero a los que les falta alguna certificación de la Agencia Europea del Medicamento. De hecho, yo estoy tratando a muchos pacientes con esos fármacos porque forman parte de un estudio clínico. Pongo más de veinte inyecciones a la semana que logran frenar los efectos de la degeneración de la mácula y suponen una mejora considerable en la calidad de vida del paciente porque mejoran la visión.

Los pacientes también pueden realizarse un test genético para medir el riesgo de padecer esta degeneración.

-Sí, el riesgo de desarrollo de la degeneración macular se localiza en muy pocos genes. Y sólo con una muestra de saliva conoces si el paciente ha heredado esos genes. El detectarlos no significa que vaya a sufrir la enfermedad pero sabes si puede desarrollarla. Es medicina predictiva. El test ayuda mucho porque el 40% de desarrollo de enfermedad es el estilo de vida y si el paciente posee los genes va a actuar sobre los factores de riesgo, no fumando, con un consumo moderado de alcohol, teniendo el peso controlado, el colesterol bajo, o comiendo muchos vegetales y pescado azul.

Con motivo del Día Mundial de la Visión se aseguró que la mitad de la población mundial será miope en 2050 debido, por ejemplo, al mal uso de aparatos electrónicos. ¿Es para tanto?

-Hay muchos estudios, pero no son concluyentes. En Japón hay un porcentaje de miopes altísimo pero se debe a que hay un componente genético muy importante. Lo que está claro es que bien utilizados los dispositivos electrónicos no son malos. No pasa nada porque estés todo el día con el iPad o con el ordenador, lo que hay que hacer es descansar de vez en cuando, parpadear... No está demostrado que por ver mucho de cerca se estimule la miopía.