Bilbao - En 1992 hubo también otro éxodo que apeló a la solidaridad vasca. El conflicto de los Balcanes fue un aldabonazo que movilizó las conciencias en Euskadi que acogió a 133 personas, en su mayoría mujeres y niños quienes, procedentes de la antigua Yugoslavia, huían de la guerra de los Balcanes. Javier Galparsoro tiene marcado en rojo en su “agenda de vida” aquel 7 de diciembre de 1992 en que viajó a Macedonia para recoger al grupo de bosnios. “Tuve que pasar lista en el aeropuerto de Skopie. Sabía que tenían que venir 133 y mi obsesión era no separar a las familias”, rememora el presidente de CEAR-Euskadi, quien nunca olvidará “la emoción” de quienes se quedaron en tierra agitando las manos. “El programa fue fundamentalmente para mujeres e hijos. Los padres fueron a despedirlos y se miraban con la sensación de no sabré si volveré a veros. Es la historia, una más, del exilio”, revive, y aún aflora otro recuerdo. El del “silencio sepulcral” en la recogida. “No nos conocíamos, no podíamos hablar, no sabíamos su idioma”, evoca.

A las nueve de la noche, cuenta, aterrizaron en Foronda, sin saber siquiera cuánto tiempo iban a quedarse. “Pensábamos que ojalá pudieran volver cuando acabara la guerra, pero aquí están algunos, veintitrés años después, con hijos que hablan euskera mejor que nosotros, totalmente integrados. Seguro que nunca pensarían que iban a vivir aquí”, comenta Galparsoro.

Siete municipios, Amurrio, Vitoria-Gasteiz, Markina-Xemein, Eskoriatza, Mundaka, Legazpi y Ordizia les ofrecieron cobijo, alojamiento y manutención. “Fue increíble. Se volcaron todos: la ciudadanía, los alcaldes... Hubo dispositivos tremendos, la gente donaba pan, las compañías telefónicas horas para que pudieran llamar... Fue emocionante. Un pueblo pequeño como Markina nunca había vivido una cosa semejante. Les venía el recuerdo de la Guerra Civil. También de Euskadi tuvo que salir gente”, recuerda Galparsoro.

El crudo invierno Pero la ayuda debía ser integral, también necesitaban asistencia sanitaria y educativa. En su mayoría se trataba de madres con niños en edad escolar que además habían llegado con una alimentación precaria y unos cuidados sanitarios debilitados debido a la situación bélica que habían vivido y al crudo invierno padecido. Y se hizo todo lo que se pudo, juntos, arrimando el hombro.

Según consta en un informe elaborado en 1995 que relata las vicisitudes de aquel programa de acogida, transcurridos seis meses y dado que la situación en sus lugares de origen había empeorado, gobierno y diputaciones acordaron colaborar al sostenimiento de estas personas con una ayuda económica. En concreto, el Consejo de Gobierno suscribió en julio de 1993 una partida de 14.949.360 pesetas para este fin. Este montante se repartía entre los municipios en función del número de acogidos, a excepción de Vitoria-Gasteiz que disponía de un crédito propio suficiente.

El primer año de acogida fue el más duro. Se les brindaba atención asistencial y grandes dosis de apoyo, pero el estado psicológico de aquellos refugiados en tierras vascas no era bueno. La guerra se recrudecía, por el camino perdían familiares y amigos, y la vuelta era incierta. Además, dado que permanecer más de seis meses en esta situación de dependencia genera problemas psicológicos y emocionales, la inserción laboral era otro reto pendiente. El Ministerio de Trabajo acordó entonces conceder a todos las personas en edad laboral permisos de trabajo. Como complemento, un año más tarde, en diciembre de 1993, el entonces Departamento de Trabajo y los ayuntamientos implicados elaboraron un programa específico que procuró ocupación a tiempo parcial a 18 personas durante seis meses. Mientras tanto, el número inicial de acogidos se iba modificando porque se daban casos de reagrupamiento familiar en otros países.

Retorno imposible

Pero la situación en la ex Yugoslavia, lejos de tranquilizarse se enconaba más, la angustia de los refugiados crecía y el retorno se hacía imposible. Además la tasa de paro era destacada en la CAV y no permitía alegrías. Ello obligó al Gobierno vasco a aprobar otro programa ocupacional específico que dio trabajo a 14 personas. Dado que la mayoría de los acogidos eran madres con hijos en edad escolar, era imperativo combinar estos planes con ayudas asistenciales y de desempleo. A pesar de las dificultades, algunos obtuvieron trabajo gracias al ofrecido en Valdegobía de Araba para gran parte de los nuevos vecinos de Mundaka y algunos de Eskoriatza.

Fue, en definitiva, un plan para seis meses que duró varios años y que no estuvo exento de dificultades. Sin embargo, fue notable el esfuerzo de los siete municipios refugio con el apoyo desinteresado de particulares y la colaboración de algunas empresas. De hecho, tres años después, en 1995, aún permanecían en Euskadi un total de 83 personas. Y todavía hoy, en una cifra sin cuantificar, es la tierra prometida para muchos de aquellos exiliados y la patria de sus hijos. Galparsoro tiene ahora la esperanza de que la sociedad vasca responda “con la misma generosidad que entonces, pero multiplicada”.

MunicipioNúmeroNº PersonasNº PersonasNúmero PersonasReagrupamientofuera delPersonas en 1992FamiliarProgramaen 1995

Vitoria-Gasteiz20-8 12

Amurrio18-14 4

TOTAL ARABA38-22 16

Markina-Xemein1955 19

Mundaka2021 fallecida 11 Valdegovía 10 Mundaka 21 Total

TOTAL BIZKAIA3976 40

Eskoriatza192- 21

Legazpi18-17 1

Ordizia19216 5

TOTAL GIPUZKOA56433 27

TOTAL GENERAL1331161 83